La tentación era muy grande, y la ocasión, quizá única y excepcional. Una pandemia que lo mismo ha doblegado a la potencia militar del planeta que a las economías más fuertes de Europa y Asia, a las que todavía mantiene en jaque desde inicios de año, era un oportunidad que no se podía dejar pasar para medrar políticamente.
En efecto. El huracán debastador de la pandemia del Sars Cov 2 ofreció una oportunidad inesperada a la oposición mexicana, para intentar defenestrar al gobierno apenas nacido de Andrés Manuel López Obrador y su llamado “proyecto de nación”, el que entraba apenas en su segundo año tras bregar en el caos del inicio de administración.
Pero la misma tentación, la misma escena, de miasmas, ha ocurrido en Italia, España o los Estados Unidos, por citar algunos: el uso de las muertes vinculadas a la pandemia con finalidad política, es un Rubicón que muchos cruzaron, para no poder volver sobre sus pasos.
Al estilo de los sitios medievales, con el lanzamiento de los cadáveres de personas fallecidas o infectadas de peste arrojadas con catapultas sobre las murallas que protegían a los enemigos, la oposición explota la cifra de fallecidos en el país que ya rebasa los 21 mil. “Más que en España”, se desgarra vestiduras algún hipócrita en su cuenta de Twitter, olvidando que el país ibérico tiene poco más de un tercio de la población mexicana. Por no hablar de un sistema hospitalario que no le dejaron al nuevo gobierno ni Peña Nieto ni Felipe Calderón, con todo y que los recortes al sector salud han sido una práxis global del neoliberalismo, hoy evidenciada y denunciada por enfermeras, médicos, a los que les tocó ser la carne de cañón enviada a contener el desastre hospitalario.
Y claro, ninguno de los próceres del Twitter y de las redes sociales dice no a ese cáliz envenenado que en cualquier “democracia” habría sido rechazado por ser éticamente inaceptable y reprobable, según esos discursos de los intelectuales “defensores” de las libertades.
Vaya, inclusive los familiares de las víctimas habrían elevado las voces para condenar a aquél que hubiera osado utilizar los restos de sus seres amados para explotarlos con fines partidistas, de grupo, con objetivos políticos de mafias que han gobernado el país con todo tipo de corruptelas y asociaciones delictuosas.
Pero ya estamos en tierras de caníbales. Todo prácticamente se vale. Inclusive los llamados a los golpes de Estado, pero sin ejército, aún.
En programas radiofónicos que en el pasado era difícil escuchar una crítica al copetudo tricolor –por aquello de la llamada de Palacio y los convenios- hoy escuchamos todo tipo de infundios y opiniones muy sesgadas contra el presidente que se mudó a Palacio Nacional.
En realidad, a ninguno le importan los fallecidos, el luto de miles de familias, el sufrimiento de tantos ciudadanos: lo que se persigue y se busca, es truncar el carro de la 4T, y para ello, el fin justifica los medios, rugen muchos, frente a la confrontación electoral del 2021.
Aún es pronto para decir cómo terminará la carnicería política en la que nos encontramos. En medio de la sangrienta batalla, aún es pronto para clamar: “el día es nuestro y la cabeza del presidente está en nuestra picota”.
El COVID19 a nivel internacional aún vapulea con fuerza a la potencia del norte, con la que compartimos una porosa frontera –con todo y las inspecciones del muro del señor naranja-, una de las más grandes del mundo.
En los países donde se consideraba “domeñada” la pandemia, hay rebrotes e imposiciones de nuevas cuarentenas.
Se navega a vista, con la necesidad, apremiante, de reabrir las economías, el frente ahora más importante –más que los mismos muertos convertidos en cifras, tristemente- antes de que la debacle social y política, barra con lo que queda de la globalización y de las sociedades modernas.
Estamos ante un escenario inédito, en algunos aspectos, en otros ya visto en el pasado, con la gripe española –ejemplo al que muchos han acudido en éstos días- o con la peste negra, si viajamos un poco más en el túnel del tiempo, de forma muy simplona.
Queda claro que la economía mexicana –entregada con una deuda descomunal por parte de las administraciones cuyos personeros para todo tienen ahora una docta opinión- es particularmente vulnerable. También por las desigualdades apabullantes, la miseria endémica, la fragilidad laboral, la subsistencia al día de una inmensa mayoría.
Y es allí donde el banquete, esperan muchos sobándose las manos, acabe con las vísceras del enemigo.
Por lo pronto, la soñada vacuna, no llega. Algunos claman victoria y profetizan que para fin de año se producirán millones de pócimas que nos salvarán de éste embrujo maligno que ha vuelto locas a nuestras sociedades y que amenaza convertirnos en una distopía que ni Orwell imaginó. Y que nos tiene al borde del abismo. Entre los brincos y los gritos de quienes claman más sangre. Más muertos, más daños económicos.