Redacción / Fotos: Cortesía EK..- Tras unos seis meses de cuarentena (189 días) el Papa reapareció públicamente como siempre sin usar el barbijo (o cubrebocas), para reanudar este miércoles en el Vaticano las tradicionales audiencias generales pero con un cambio importante: en lugar de celebrarlas en la Plaza de San Pedro se llevó a cabo en el patio o cortile de San Dámaso ante 500 personas, todas debidamente sentadas a distancia por el coronavirus. El discurso del Papa lo dedicó a la solidaridad ante los fieles todos debidamente uniformados con cubrebocas, aunque al final muchos se amontonaron para saludar el Pontífice y tomarse fotos.
En el patio de San Dámaso, al aire libre, habían sido colocadas sillas manteniendo la distancia de seguridad de un metro y medio que impone la pandemia del coronavirus. El pontífice se sentó en un sillón rojo con los dos escalones forrados en el mismo color. A la entrada de Francisco y cuando concluyó la audiencia, momentos en que se acercó a la gente pero manteniendo las distancias, el Papa evitó todo contacto físico, relata el veterano vaticanista argentino, Julio Algañaraz en El Clarín.
En efecto. Al comienzo de la Audiencia general del miércoles 26 de agosto, el Papa Francisco invitó, “en este tiempo de incertidumbre y de angustia”, “a acoger el don de la esperanza que viene de Cristo”, con la seguridad que “Él nos ayuda a navegar en las aguas turbulentas de la enfermedad, de la muerte y de la injusticia, que no tienen la última palabra sobre nuestro destino final”.
La pandemia actual ha evidenciado que todos, dijo el Papa, “como miembros de una misma familia humana, estamos conectados en el bien o en el mal, porque tenemos un mismo origen, compartimos la misma casa común y un mismo destino en Cristo. Esta interdependencia nos enseña que sólo siendo solidarios podremos salir adelante, pues de lo contrario surgen desigualdad, egoísmos, injusticia y marginación”.
La solidaridad, añadió el Pontífice, es una cuestión de justicia, un cambio de mentalidad que nos lleve a pensar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes de parte de unos pocos. Nuestra interdependencia, para que sea solidaria y dé frutos debe fundar en el respeto a nuestros semejantes y a la creación.
El Papa dijo que para “no repetir el drama de la Torre de Babel, que generó sólo ruptura y destrucción a todo nivel, el Señor nos invita a radicarnos en el acontecimiento de Pentecostés. Es allí donde Dios se hace presente con la fuerza de su Espíritu Santo, que inspira la fe de la comunidad unida en la diversidad y la solidaridad, y la impulsa a sanar las estructuras y los procesos sociales enfermos de injusticia y de opresión. La solidaridad es, por tanto, el único camino posible hacia un mundo post-pandemia, y el remedio para curar las enfermedades interpersonales y sociales que afligen a nuestro mundo actual”.
Por último, dirigió un saludo cordialmente “a los fieles de lengua española. He visto varias banderas españolas ahí, bienvenidos. Y también latinoamericanas de esta parte, así que no se enojan. Pido al Señor que nos conceda la gracia de una solidaridad guiada por la fe, para que el amor a Dios nos mueva a generar nuevas formas de hospitalidad familiar, de fraternidad fecunda y de acogida a los hermanos más frágiles, especialmente a los descartados por nuestras sociedades globalizadas. Que Dios los bendiga, concluyó”.