Redacción.- La pandemia de COVID-19 y las consecuencias de las medidas para intentar mitigarla han dejado sobre América Latina un panorama sombrío: millones de casos y cientos de miles de muertes, empleos en caída libre, aumento del hambre, la pobreza y hasta la violencia de género, dice la Organización Mundial de la Salud.
Para Luis Felipe López-Calva, director regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Latinoamérica ha tenido un impacto tan fuerte debido a una interacción entre los problemas estructurales que ya existían mucho antes, como la desigualdad, y los desafíos inherentes a la pandemia que comparte con otras regiones.
“Así como en las personas hay condiciones preexistentes que hacen que la enfermedad tenga un impacto mucho más fuerte, en este caso, los países y las sociedades también las tienen. Latinoamérica llega a este momento de la pandemia con condiciones preexistentes que hacen a los países muy vulnerables. Algo fundamental es la baja confianza de los ciudadanos en los gobiernos que no solamente es baja, sino que ha venido cayendo en los últimos diez años de acuerdo con encuestas”, explica.
Según el experto, la confianza de los ciudadanos se trata de un tema de legitimidad, de que los Gobiernos respondan a sus necesidades y aspiraciones. Esto es algo que se obtiene a través de resultados y procesos.
“Es decir, si no hay resultados concretos de las políticas públicas eventualmente las personas empiezan a perder esa confianza en que las instituciones están ahí para responder a sus necesidades y para coadyuvar a sus aspiraciones”, expresa.
Asimismo, indica que cuando en el proceso de toma de decisiones para definir ciertas políticas, los ciudadanos no son incluidos, estos pierden la confianza en que son una parte integral de esa institucionalidad y pierden los incentivos a contribuir, incluyendo el pago de impuestos y los cambios de comportamiento.
“La confianza es algo que se construye vía resultados y vía procesos mediante dar respuesta a la gente, y mediante procesos de decisión en los que aquellos que van a ser afectados por las decisiones puedan tener la posibilidad de participar”, explica.
La peligrosa cantidad de desinformación percibida durante la pandemia, o la llamada infodemia, es otro síntoma de que la región ha fallado en esa construcción de confianza. Según López-Calva, la desinformación es otra de las condiciones preexistentes de América Latina y está derivada de ese escepticismo ante las instituciones.
“Es un mecanismo que se refuerza mutuamente. Hay una gran incertidumbre y la solución de la pandemia necesariamente pasa por cambios de comportamiento individual porque las personas son quienes transmiten la enfermedad. Entonces al requerir de cambios de comportamiento, la información se vuelve un insumo central”, explica.
Tal y como lo ha indicado la Organización Mundial de la Salud durante sus conferencias semanales y otras agencias de la ONU, uno de los mayores retos que enfrentan para derrotar a la pandemia es que aún existen personas que siguen negando la mera existencia del coronavirus o desconocen su gravedad, y se niegan a seguir las medidas de distanciamiento social o uso de mascarillas a pesar de que la ciencia aconseje lo contrario.
“Esta combinación de alta incertidumbre y la necesidad de información hace que la gente esté muy abierta a recibir cualquier tipo de información y actuar en consecuencia. ¿Qué ha ocurrido? Dos cosas. Uno, que ya entramos a esta pandemia con bajos niveles de confianza, lo cual hace que la información que viene desde el gobierno sea cuestionada. Y segundo, que el costo de producir información dado el cambio tecnológico y de las redes y demás se ha reducido de manera importante, entonces se ha democratizado la producción de información”, explica.
Y es que las noticias falsas pululan en la región latinoamericana, y en unos países más que en otros. El PNUD cita, por ejemplo, los datos de un observatorio de la Fundación Bruno Kessler que utilizando un conjunto de datos masivos globales de publicaciones relacionadas con el COVID-19 en Twitter, utiliza técnicas de aprendizaje automático para cuantificar indicadores como la “fiabilidad de las noticias”.
Los enlaces son analizados y divididos entre los que apuntan a fuentes fiables (por ejemplo, medios de comunicación, instituciones científicas reconocidas y revistas) y fuentes no fiables (por ejemplo, noticias falsas/engañosas, sátira, clickbait, etc.)
“En promedio sólo el 59% de la información que está en las redes sociales en América Latina es verificada o es confiable y hay grandes diferencias”, asegura López Calva.
Mientras que en países como Argentina y Jamaica casi el 80% de las noticias se consideran fiables, en países como Venezuela y Perú esta proporción cae a un asombroso 25% o menos. Esto implica que, en esos dos países, solo 1 de cada 4 tweets contiene noticias fiables, las tasas más bajas a nivel mundial.