Mientras el presidente estadounidense Trump dijo que “me gustaría ser Papa”, a la par que impulsaba la candidatura del arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, el presidente francés Macron invitaba a los cardenales de su país a cenar para sondear e influir en las posibilidades de que sea investido Papa el cardenal de Marsella, Jean Marc Aveline.
En tiempos pretéritos las elecciones papales estaban marcadas por las injerencias, presiones sin pudor, de los monarcas europeos, que buscaban someter al papado a sus intereses terrenales.
A la muerte del Papa Clemente IV, la sede vacante duró casi 3 años. De hecho se considera la más larga de toda la historia del Vaticano.
El problema era que los purpurados reunidos en el palacio papal de Viterbo no lograban ponerse de acuerdo debido, a las presiones de Carlos de Anjou, rey de Sicilia y de Nápoles sobre un grupo de cardenales.
Como los cardenales no se ponían de acuerdo y no daban señales de que lograrían hacerlo -dado que unos pugnaban por el designado por el largo dedo del rey siciliano mientras otros se oponían-, los habitantes de Viterbo tuvieron una idea genial: quitaron el techo del palacio en el que se encontraban, como recordaba el vaticanista Giancarlo Zizola, sometiendo a los príncipes de la Iglesia a los elementos, a la lluvia, al calor.
Los purpurados, claro está, no podían salir tampoco, y a duras penas les daban agua y pan.
Dos cardenales se pusieron mal, y el colegio cardenalicio reducido a algo así como seis purpurados votantes, eligió a Gregorio X.
Otro ejemplo de los problemas que traía consigo la sede vacante, en medio de tumultos y luchas intestinas por el poder papal -y consecuentemente con las riquezas consustanciales al trono de San Pedro- fue lo que ocurrió a la muerte del Papa Stefano III en el año 772, con el surgimiento de dos anti Papas, es decir, de dos usurpadores, mientras estaba enfermo y moribundo Paolo I. 13 meses estuvo vacante la sede pontificia.
Por otro lado, a la muerte de Agatone en el año 681 hubo una larga sede vacante de 18 meses. Tanto tiempo tomaron los poderes imperiales de la época para dar su beneplácito a Leone II.
El mismo Papa Gregorio X impulsó la aprobación de la constitución Ubi Periculum sobre la elección pontificia que establecía, entre otras cosas, que los purpurados habrían sido segregados del mundo si tardaban en ponerse de acuerdo más de 10 días. Estaba previsto limitar los alimentos si en tres días no se ponían de acuerdo. Si al octavo día no se ponían de acuerdo les dejaban sólo pan y agua para comer. Además de retirarles cualquier sueldo durante la duración del cónclave. Todo pensado para obligarlos a ponerse de acuerdo a la brevedad y a evitar se alargaran las sedes vacantes en Roma.