Eduardo Lliteras Sentíes.- “El mundo está presenciando una cantidad récord de violencia y conflicto”, reconoce la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), aunque no admite su responsabilidad directa en dicha peligrosísima escalada que no parece tener fin, por cierto. Por el contrario, la OTAN durante la última sesión del Comité Militar de Jefes de Defensa llevada a cabo el pasado 18 de enero en Bruselas, Bélgica, anunció a través del Presidente del Comité Militar de la OTAN, almirante Rob Bauer, el inicio del “Ejercicio militar Steadfast Defender 2024”, el que comenzará la próxima semana y se extenderá hasta mayo. Se tratará del mayor ejercicio de la OTAN en décadas, con la participación de aproximadamente 90.000 militares de los ejércitos de las 31 naciones agrupadas en dicha organización militar creada tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y bajo el comando y control de los Estados Unidos y el Pentágono. Los ejercicios militares significarán, por ejemplo, movilización de tropas y material militar entre Estados Unidos y Europa.
En los juegos de guerra de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) –creada oficialmente el 4 de abril de 1949 con la firma del Tratado del Atlántico Norte, más conocido como Tratado de Washington– participará también Suecia, país cuya adhesión a dicha alianza militar se ha visto retrasada por la oposición del gobierno de Turquía, bloqueo que podría destrabarse en los próximos días.
El almirante Bauer fue más lejos: tras anunciar los ejercicios militares más grandes de la historia de la OTAN desde la Guerra Fría, advirtió a la población de las naciones de la alianza militar: “deben tener agua, radio de baterías, pensando en que puedan sobrevivir las primeras 36 horas, cosas así, son cosas sencillas, pero empieza allí, en la conciencia de que no todo se puede planear ni va a ser un paseo color rosa en los próximos 20 años; no estoy diciendo que vaya a ir mal (a estallar otra guerra) mañana, pero nos tenemos que dar cuenta que la paz no es algo dado. Es por eso que nos estamos preparando para un conflicto militar con Rusia y con los grupos terroristas, por si ellos nos atacan”.
Claro Bauer no mencionó que la OTAN ya está en guerra con Rusia en Ucrania, a través de la guerra proxy que mantienen desde hace ya más de dos años. Ni tampoco mencionó, por supuesto, la constante expansión de la OTAN hacia Rusia (en 9 ocasiones en las últimas décadas hacia el este de Europa) como un detonador de conflictos como el de Ucrania. O de otros en el futuro, como advirtió, que podrían implicar guerra abierta y en todos los frentes de la OTAN con Rusia y sus aliados. Las palabras de Bauer hacen temer que dicho conflicto, hasta ahora confinado a Ucrania y con otros escenarios bélicos en África, Medio Oriente y el Mar de China, no menos sangrientos, pudiera estallar e involucrar toda la potencia militar de las naciones en conflicto, incluidas las nucleares. El ejemplo más claro es el de Gaza, donde han muerto más de 25 mil personas, la mayoría niños y mujeres palestinos, mientras decenas de miles más yacen bajo los escombros de hospitales, escuelas, zonas residenciales destruidas por Israel. La posibilidad de que un conflicto regional estalle es más que una amenaza: de facto, los intercambios de fuego y la destrucción con misiles de estructuras y personal militar y de espionaje involucran ya al Líbano, Siria, Irán y claro, a los Hutíes de Yemen, los que han puesto en jaque al comercio mundial marítimo con sus ataques a los buques de empresas navieras con vínculos con Israel que navegan por el Mar Rojo y el estrecho de Bab al Mandab, en represalia, dijeron, por la destrucción de Gaza y el genocidio palestino. Los Estados Unidos y Gran Bretaña, así como otras naciones de la OTAN, han enviado buques al Mar Rojo y comenzaron a bombardear la capital Sana, entre otras 28 localidades y más de 60 objetivos, según el Pentágono, de una de las naciones más pobres del planeta. El temor a que la guerra regional estalle, involucrando al Líbano y Hezbolá, así como a Irán, Siria e Irak, crece día con día, con los ataques a las bases estadounidenses en la región e inclusive en Pakistán, donde Irán destruyó recientemente, según dijo, un centro de entrenamiento de terroristas. También bombardeó una supuesta casa de seguridad del Mossad israelí en Irak, matando a varios agentes de la agencia de espionaje de Tel Aviv. Asimismo, el intercambio de fuego en la frontera sur de Israel con el Líbano es diaria y ha incluido el asesinato del prominente líder de Hamas, Saleh al Arouri, en suburbios de Beirut, además de la muerte de otras personas.
En todo éste escenario no se puede hacer a un lado el crecimiento de los presupuestos militares y el renacimiento de la industria militar en Europa, los que se alimentan de las guerras que se suceden y de la retórica belicista en las capitales de las potencias y de los jefes militares y de inteligencia. El rearme mundial es una realidad, cuando más se necesitan recursos para afrontar el cambio climático o la desigualdad brutal en el mundo. Pero como advirtió recientemente el secretario de defensa británico, el periodo de paz se acabó y conflictos bélicos pueden estallar alrededor del mundo, inclusive también en el continente latinoamericano, específicamente en Venezuela y Guyana por la región de Esequivo, rica en petróleo, y reclamada por el gobierno de Caracas como parte de su territorio ancestralmente.
En todo éste escenario tan explosivo no podemos olvidar los reclamos de China sobre la isla de Taiwán, y las tensiones entre China y Estados Unidos y sus aliados -Japón, Filipinas, Australia, Canadá, entre otros- en el Mar de China.
La pelea por el dominio geopolítico que encabeza Washington choca con las pretensiones de multipolaridad de Moscú y Pekín, mientras el continente africano alza la voz para decir ya basta al colonialismo europeo y la explotación de sus recursos.