La noche en el Centro de Espectáculos Montejo se convirtió en un viaje sonoro por la esencia del estilo urbano mexicano. Desde el primer golpe de bajo, El Malilla reclamó el escenario como suyo, imponiendo un estilo que mezcla la cadencia callejera con la sofisticación de la música digital. Con “Mami Tú”, “Motorola” y “Dime”, su flow rítmico, marcado por pausas estratégicas y coros contagiosos, desató una ola de manos al aire y luces de celulares danzando al compás.
La crónica de esta velada no se entiende sin el pulso urbano que define al artista. Sus temas, construidos sobre beats densos y atmósferas digitales que evocan la vida de barrio, se escucharon como un manifiesto generacional. Cada compás, reforzado por bajos profundos y sintetizadores brillantes, conectó con la multitud de jóvenes que abarrotaron el recinto desde horas antes, ansiosos de vivir la experiencia completa de un fenómeno musical nacido en la calle y proyectado al mundo.
El Malilla no solo interpretó canciones: narró historias de esquina con estética global. En su presencia escénica conviven lo festivo y lo desafiante; un vaivén de pasos, gestos y coreografías que transformaron el escenario en una avenida imaginaria iluminada por neones. El público respondió con coros masivos, repitiendo cada línea como si formaran parte de la misma tribu que lo vio crecer en plataformas digitales.
La organización de la Feria Internacional Yucatán X´Matkuil 2025 apostó por acercar este espectáculo de manera gratuita, un gesto que rompió las barreras del acceso al entretenimiento de alto nivel y que convirtió el foro en un epicentro de la cultura urbana. En cualquier otra ciudad del país, este show sería de boleto costoso y filas interminables; en Mérida, fue una celebración compartida que reflejó la expansión imparable del estilo urbano mexicano.
Con su participación en festivales internacionales como Lollapalooza en Chile y Argentina, El Malilla confirma en cada presentación que su arte urbano tiene ya un acento global. Lo que sucedió esta noche en Xmatkuil no fue solo un concierto, sino una declaración de que la música de calle mexicana puede vibrar en escenarios internacionales sin perder su raíz.
Así, la feria no solo cumplió con traer un espectáculo de alto impacto, sino que ofreció una fotografía viva del presente musical de una generación que encuentra en el reggaetón el ritmo de su tiempo.









