En México se tiende a minimizar u ocultar el papel de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos) en la política nacional, en el diseño institucional del país, en el derrotero de la historia moderna nacional. La intervención constante de la CIA y otras agencias estadounidenses en el devenir histórico de México pareciera ser un tema tabú, en el que no conviene hurgar mucho.
Sin embargo, se sabe por ejemplo que durante el sexenio del ex presidente Felipe Calderón, la oficina de la CIA en avenida de la Reforma en la Ciudad de México creció y se expandió como nunca antes. Personal de la CIA, la DEA y del Pentágono, entre otras, se movían sin restricciones por territorio nacional. Estados Unidos instaló un puesto de inteligencia en una base militar en el norte del país.
En el libro “El 68, los estudiantes y la CIA”, del investigador del Colegio de México, Sergio Aguayo, se afirma que “es común que se minimice o excluya la enorme influencia que tuvo la CIA en la vida política mexicana entre 1958 y 1969. Aunque desde 1929 había una buena relación, esos años son excepcionales”.
Aguayo fundamenta su libro en libros nuevos que han aparecido en los últimos años sobre la materia y en documentos desclasificados: el libro de Jefferson Morley, “Our Man in México” (“Nuestro Hombre en México”); “Winston Scott and the Hidden Story of the CIA” (“Winston Scott y la historia escondida de la CIA”); y el texto inédito de Anne Goodpasture (quien trabajó en la oficina de la CIA en la Ciudad de México): “Mexico City Station History” (“La Historia de la Estación de la CIA en la Ciudad de México”).
Como explica Sergio Aguayo “la estación de la CIA en México era considerada por Washington como la mejor del hemisferio occidental y posiblemente una de las mejores en el mundo. Tenía en México a 50 agentes estadounidenses y a 200 mexicanos como agentes e informantes. La joya de su corona eran los 14 agentes de LITEMPO”, explica.
Aguayo afirma, citando a Anne Goodpasture –funcionaria de la CIA que trabajó muy cerca Winston Scott, jefe de la Estación de dicha agencia de espionaje estadounidense en México- que LITEMPO era un programa que enroló a por lo menos 14 funcionarios mexicanos, entre los que se encontraban nada menos que tres presidentes mexicanos: Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echevarría Álvarez). Así como dos directores de la Dirección Federal de Seguridad (Fernando Gutiérrez Barrios y Miguel Nazar Haro) así como posiblemente el Jefe del Estado Mayor Presidencial de Díaz Ordaz (general Luis Gutiérrez Oropeza).
La CIA colaboró en la campaña del presidente Díaz Ordaz con dinero además de los dólares que le pagaba como “salario regular” mensualmente por laborar como “agente de apoyo de la Estación de la CIA” en México.
Dice Aguayo que la relación beneficiaba a los gobiernos, a los dos gobiernos, al de México y al de Estados Unidos y explica que la DFS (Dirección Federal de Seguridad, agencia de inteligencia del gobierno mexicano dependiente de la Secretaría de Gobernación en la época) “ayudaba a Estados Unidos a vigilar y controlar a cubanos, soviéticos y a los exiliados y estadounidenses desencantadas que pasaban por México. La CIA correspondía informando cada día al presidente sobre lo que hacían los enemigos del régimen y, cuando era necesario, colaboraba en su neutralización”.
Sobre esto último, sobre la “neutralización” de los enemigos del violento represor que fue Díaz Ordaz, Sergio Aguayo presenta un caso como ejemplo, con nombre y apellido: el del periodista Víctor Rico Galán.
Narra Aguayo: “Entre los casos de involucramiento activo de la CIA en la represión estaría la operación conjunta DFS-CIA contra Víctor Rico Galán, un periodista crítico muy conocido aquellos años. Según Morley, la CIA ayudó a armar el caso y en septiembre de 1966 fueron detenidos (Rico Galán) y 28 asociados. El periodista se pasó siete años Lecumberri”.
Insiste al respecto Sergio Aguayo: “Estos hechos se relacionan con un aspecto ignorado en nuestra historia: las violaciones a garantías individuales en la cual participaron conscientemente otros gobiernos”, como el estadounidense, en el 68. Pero también el gobierno cubano y el soviético.
Particularmente interesante me pareció, además de la actuación de la CIA en México en esos años de represión sangrienta y brutal en nuestro país, el papel de la prensa en el 68, tema que dejaremos para otra columna.
Lamentablemente la mayor parte de los medios sirvió al régimen sangriento: la prensa de aquéllos días está repleta de voces indignadas con las “turbas” que se habían burlado del presidente Ordaz, de su gabinete y de su familia. Con una valerosa e histórica excepción que tiene que ver con Yucatán: “el influyente semanario de izquierda Por qué? que dirigía el periodista yucateco, Mario Menéndez, hoy director de los diarios Por Esto!
Por último, señalo que hace falta investigar el rol de la CIA, y otras agencias en México, en los sexenios posteriores al de Díaz Ordaz, a los infaustos y criminales acontecimientos represivos del 68, hasta el presente. Si es que queremos entender con mayor claridad lo que sucede en el presente, el caos violento que nos consume.