Redacción.- La narración de la historia de una dinastía entera, la cual perduró por 300 años en la selva maya, comienza a revelarse en la Zona Arqueológica de Cobá, gracias al esfuerzo de arqueólogos, epigrafistas, restauradores y ayudantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia, cuyo trabajo de más de una década ha permitido identificar a los 14 gobernantes que llevaron a este sitio a su mayor esplendor.
El Proyecto Cobá, dirigido por la arqueóloga María José Con Uribe y desarrollado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Quintana Roo, esclarece que fue hacia el año 500 d.C., en el periodo Clásico Temprano, cuando Ju’npik Tok’ (El de los ocho mil pedernales) fundó una estirpe cuya hegemonía rivalizaría, en términos territoriales, con las de Tikal y Calakmul.
Tal dato pudo conocerse en el Panel 7 del Juego de Pelota del Grupo Navarrete de Cobá, elemento que, junto con otros 59 monumentos esculpidos –estelas, altares, dinteles y relieves con imágenes y/o textos–, forma parte del corpus en el que se ubicaron las referencias de los 14 personajes.
De ese total, apunta el epigrafista Octavio Esparza Olguín, del Centro de Estudios Mayas de la Universidad Nacional Autónoma de México, nueve pudieron traducirse total o parcialmente: K’ahk’ Chitam (Pecarí de Fuego); Uxman; … K’awiil; Yopaat Taj … Naaj; Ixik … Yopaat (Señora Yopaat); … K’ahk’ … Yopaat (Fuego Yopaat); Kalo’mte’ …; y Xaman K’awiil (K’awiil del Norte), sumando al citado Ju’npik Tok’.
“El uso de los puntos suspensivos indica que existe una porción del nombre que no podemos leer; mientras que a los cinco soberanos cuyo antropónimo desconocemos, se les designa con una letra mayúscula: A, B, C, D y E”, explica el especialista.
Aunque los periodos de gobierno y el orden cronológico de estos jerarcas no están del todo claros, los monumentos de Cobá aluden a este linaje hasta el año 780 d.C., de allí que se teorice el fin de este grupo de gobernantes hacia las postrimerías del siglo VIII.
Lo anterior, subraya María José Con, no significa que en el sitio sólo haya reinado esta clase política, pues Cobá, dada su ubicación idónea junto a cuatro lagunas —considerando los pocos cuerpos de agua superficial de la península yucateca— tiene sus antecedentes más remotos como asentamiento en el año 200 antes de Cristo.
Incluso, comenta la arqueóloga, el pueblo actual de Cobá, del cual proceden los 15 trabajadores que apoyan al proyecto de investigación, se asienta en la periferia de una ciudad prehispánica que abarca 70 km2, de la cual se ha estudiado sólo una pequeña parte, correspondiente al uno por ciento de su extensión total.
Desde 1992, el Proyecto Cobá se ha dedicado al estudio de seis grupos arquitectónicos de la zona arqueológica: Cobá, Navarrete, Nohoch Mul, Copó, Maya y Macanxoc; siendo este último donde durante los años recientes se ha enfatizado la exploración y consolidación de nueve estructuras.
Destaca la denominada Estructura 5, “la cual consideramos una de las más relevantes desde el punto de vista religioso, al ubicarse al centro de un recinto rodeado por una barda con cuatro entradas que desembocaban en altares al pie de ella. El acceso principal se hacía a través de un cuarto largo y abovedado, el cual conducía a la estructura y a un altar más, al pie de la edificación”.
Por ser un grupo significativamente religioso, Macanxoc agrupa una gran cantidad de estelas, entre ellas la número 6, donde hay indicios de algún tipo de contacto con el sitio Oxkintok, en Yucatán. Dos estelas más fueron halladas recientemente, aunque en un precario estado de conservación, sumando 10 en total en esta área de Cobá.
No obstante, en todos los grupos se ha cuidado hacer un levantamiento topográfico con el mayor detalle posible: registro de estructuras, topografía y restitución planimétrica y altimétrica; este último aspecto destaca porque, de acuerdo con la arqueóloga Vania Pérez, adscrita al Posgrado de Estudios Mesoamericanos de la UNAM, para Cobá se tenían mapas planimétricos que carecían de datos altitudinales.
“Ahora contamos con un mapa más preciso del núcleo del sitio y podemos reconsiderar datos puntuales, como el relacionado con la altura Nohoch Mul, la estructura más alta del sitio, la cual se creía era de más de 40 metros, pero en realidad tiene 39 metros”, enfatiza.
La especialista da a conocer que otros resultados derivados de los levantamientos arquitectónicos, son los recientes hallazgos de una plataforma que cerraba el Juego de Pelota del Grupo Navarrete, volviéndolo de mayor estatus en cuanto a su acceso; así como de un conjunto de patios reutilizado al interior del Grupo Cobá.
El INAH continúa con sus tareas sustantivas de investigación y conservación del patrimonio, y en el caso de Cobá el trabajo no sólo se ha centrado en la exploración y la epigrafía, pues se estudia a la par que se conserva, de allí que, con el apoyo de la restauradora Mónica López Portillo, de la Sección Norte del Centro INAH Quintana Roo, cada temporada se atienden los vestigios de pintura mural del sitio, se preservan y protegen las estelas, a la vez que se dan tratamientos de conservación a los objetos arqueológicos que se recuperan en las prospecciones de campo.
Descifran la historia esculpida de Cobá
Desde 1926, cuando fue explorada por el Instituto Carnegie de Washington, Cobá llamó la atención por su amplio número de monumentos esculpidos, sin embargo, éstos nunca se trabajaron a profundidad. La razón, comentan María José Con y Octavio Esparza, es la mala calidad de la piedra caliza del lugar, la cual, luego de milenios, presenta erosión y dificulta la lectura de los glifos.
La epigrafía de Cobá esperó hasta hace una década, cuando a la labor se sumó la lectura de los monumentos in situ, de los fragmentos guardados en bodega e, incluso, la exploración de las ofrendas asociadas a las estelas, cuyos resultados en su desciframiento han sido por demás fructíferos.
Además de los dibujos tradicionales, los expertos han creado reconstrucciones 3D a partir de la fotogrametría. Asimismo, han recurrido a soluciones como la luz artificial rasante, la cual consiste en emplear una lámpara de mano para generar, durante la noche, distintos ángulos de luces y sombras que resalten los contornos de los glifos.
Fue con la suma de todos estos métodos y tras una cuidadosa reconstrucción digital, que Octavio Esparza llegó a la identificación de los 14 gobernantes, de los vínculos que Cobá mantuvo con asentamientos del área en un nivel suprarregional, y al conocimiento de información local, por ejemplo, que uno de los jerarcas más importantes de la ciudad fue mujer: Ixik… Yopaat, quien —durante un gobierno calculado en 40 años, a inicios del siglo VII— habría impulsado de manera más contundente el poderío de Cobá.
“En los jeroglíficos hay un logograma con un perfil antropomorfo que se lee como ‘ixik’, cuya traducción es ‘mujer o señora’ y que nos indica que el personaje es femenino”, explica Esparza al anotar que, aun cuando no era la regla en los señoríos mayas, se sabe de importantes ciudades como Palenque o Naranjo, donde gobernaron mujeres.
Todo lo anterior permite, finalmente, colocar a Cobá en la geopolítica de su época. Monumentos como el Panel 19 hacen referencia a una guerra con Uxul, en el actual estado de Campeche; mientras que la Estela 11 narra un posible conflicto con Motul de San José, en Guatemala.
La influencia suprarregional de Cobá, concluyen los especialistas, puede notarse, incluso, desde otras zonas arqueológicas como Edzná, también en Campeche, y Tikal, en Guatemala, donde se han encontrado evidencias de contacto ya sea de carácter bélico o de tipo diplomático con la ciudad de las “Aguas turbias”, significado del antiguo topónimo de Kobha´(Cobá).