Con pasos apresurados caminaba sobre los san pietrinos de vía della Lungaretta en la primavera del año 2002 en Roma. Tenía prisa por llegar a la conferencia de prensa donde el escritor estadounidense Gore Vidal iba a presentar su última obra publicada, además, en italiano.
Se trataba de un ensayo de actualidad después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, nada que ver con aquella extraordinaria novela sobre el emperador “Juliano, El Apóstata”, en la que cita a Eurípides: “un esclavo es aquel que no puede expresar su pensamiento”.
Aquélla era una gran oportunidad de verlo de cerca, de estar frente a frente al escritor que había escogido vivir lejos de la capital del imperio para gozar de la vista del mar Tirreno desde su Villa “La Rondinaia” en la costa Amalfitana, un lugar de ensueño desde donde observar la poderosa escolta de trirremes y quinquerremes que transportaban al emperador Tiberio a la isla de Capri.
En aquélla ocasión tuve la oportunidad de conversar brevemente con Vidal, quien me advirtió jocosamente que aquélla plática podría ser considerada por el Secretario de Estado de los Estados Unidos un “acto de terrorismo”, lo que admito, me sobresaltó un poco, sobre todo tomando en cuenta que en Roma, los periodistas de la sede de la prensa extranjera estábamos bajo constante espionaje de otros colegas convertidos en orejas y de escuchas del Viminale (la Segob italiana) y de la gigantesca embajada yanqui en Vittorio Venetto, auténtico cuartel de ocupación estadounidense. Por no hablar de los informantes de Tel Aviv y de otras agencias incluido el CISEN, que nos monitoreaban constantemente también vía las dos embajadas presentes en la Ciudad de Eterna, que buscaban bloquearnos a como fuera lugar.
Vidal explicó en aquella ocasión que el dibujo de la portada de su ensayo intitulado “El fin de la libertad, ¿hacia un nuevo totalitarismo?” podría parecer exagerado para algunos debido a que en Estados Unidos a fin de cuentas se publicaban sus libros y artículos.
La portada en cuestión era una imagen de la Estatua de la Libertad de Nueva York con la boca tapada. No hablamos de un cubrebocas sino de un trapo.
El también autor de Calígula comentó que en Estados Unidos habían impedido la publicación de un ensayo sobre los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York y que únicamente lo publicó Le Monde en Francia.
En dicho artículo decía el escritor, entre otras cosas, que “los Estados Unidos desde 1947 han sido la vanguardia y el principal ejecutor del terror preventivo de Estado, actuando exclusivamente en el tercer mundo y por lo tanto de manera disimulada. Además de los conocidos golpes de Estado durante la guerra fría, operados en competencia con la Unión Soviética, Washington ha echado mano del asesinato político, de los escuadrones de la muerte y de cuestionables paladines de la libertad (entre los cuales Bin Laden). Orquestó el asesinato de Lumumba y de Allende; ha intentado hacer lo mismo con Castro, Gheddafi (al que al final sí mataron tras destruir su país hoy en ruinas, lo que ya no vio Gore Vidal) y Saddam Hussein (también asesinado y su país destruido por la guerra espuria de George W. Bush)”.
La cita de Vidal viene a cuento porque el pasado 11 de marzo Facebook me envió una notificación que ni siquiera el Departamento de Estado me hizo llegar después de mi encuentro con Vidal: ¡me acusaba de apología del terrorismo!
Y me informaba que mi cuenta en Facebook quedaba suspendida por 30 días. El motivo que justifica su grave acusación era la publicación de una fotografía en el perfil de mi medio de comunicación.
Se trataba de la fotografía de un taller mecánico que en su fachada decía la siguiente leyenda: “Taller El Chapo, nos especializamos en escapes”.
Dicha foto no sugiere, ni de lejos, alguna apología al terrorismo o al narcotráfico.
Sin embargo, quienes manejan y controlan los contenidos en Facebook no parece que tengan capacidad de identificar la diferencia, lo cual resulta sumamente preocupante si tomamos en cuenta que somos un medio de comunicación y publicamos en ocasiones cosas que pueden resultar “desagradables” pero importantes en términos informativos para el público.
No nos especializamos en nota roja ni en publicar actos violentos, tampoco.
Mucho menos hacemos apología del terrorismo o incitamos a algún acto violento. Es grave que Facebook no sepa ver o entender la diferencia entre una fotografía que muestra la ironía de una fachada, humor popular, y dedicarse a hacer apología de un narcotraficante. Cosa que jamás hemos realizado. Por el contrario.
El problema de la censura en las redes sociales, no cabe duda, es cada vez más apremiante y urge que los gobiernos y partidos, al margen de intereses propios, analicen cómo se puede afrontar esta crisis que ha convertido a las redes sociales en la nueva inquisición del siglo XXI.