Redacción / ONU.- Debido al impacto de prolongados conflictos comerciales, la economía global ha experimentado su crecimiento más bajo en una década, lo que supuso una reducción del 2,3 % en 2019. El mundo, no obstante, podría apreciar un repunte en la actividad económica en 2020 si se contienen los riesgos, según recoge el informe Situación y Perspectivas de la Economía Mundial (WESP) 2020 de las Naciones Unidas publicado hoy.
Este informe expone que es posible experimentar un crecimiento del 2,5 % en 2020, pero que la reavivación de las tensiones comerciales, la inestabilidad financiera o la intensificación de las tensiones geopolíticas podría frustrar dicha recuperación. En un escenario negativo, el crecimiento global se ralentizaría hasta solo el 1,8 % en este año. Una fragilidad prolongada de la actividad económica mundial puede provocar importantes retrocesos para el desarrollo sostenible, incluidos los objetivos de erradicación de la pobreza y creación de empleos dignos para todos. Al mismo tiempo, las desigualdades predominantes y el agravamiento de la crisis climática están alimentando el creciente descontento en numerosas partes del mundo.
El Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, advirtió que «estos riesgos podrían infligir daños graves y duraderos a las perspectivas de desarrollo. Asimismo, amenazan con fomentar una mayor preponderancia de las políticas orientadas hacia adentro, en un momento en el que la cooperación global resulta fundamental».
En Estados Unidos, la reciente reducción de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal del país puede suponer un cierto apoyo a la actividad económica. No obstante, dada la constante incertidumbre política, la débil confianza empresarial y el decreciente estímulo fiscal, se prevé que el crecimiento del PIB en los Estados Unidos se ralentice del 2,2 % de 2019 al 1,7 % en 2020. En la Unión Europea, la incertidumbre global continuará frenando al sector manufacturero, pero contará con la compensación parcial de un crecimiento estable en el consumo privado, lo que permitirá un modesto incremento del crecimiento del PIB del 1,4 % de 2019 al 1,6 % en 2020.
A pesar de importantes factores adversos, Asia Oriental continúa siendo la región del mundo que crece a mayor ritmo y la que más contribuye al crecimiento global, según el mencionado informe. En China, se prevé que el crecimiento del PIB se modere gradualmente del 6,1 % de 2019 al 6,0 % en 2020 y al 5,9 % en 2021, con el respaldo de unas políticas monetarias y fiscales más acomodaticias. Se espera que el crecimiento de otros grandes países emergentes, como Brasil, India, México, la Federación de Rusia y Turquía, adquiera cierto impulso en 2020.
Para muchos, el progreso hacia una mejor calidad de vida se ha paralizado África ha experimentado una década de casi estancamiento en el crecimiento del PIB per cápita y muchos países de todo el mundo continúan debilitados debido a los efectos de la caída de los precios de los productos básicos de 2014 a 2016, lo que dio como resultado pérdidas de producción constantes y reveses en la reducción de la pobreza. En un tercio de los países en desarrollo dependientes de productos básicos (hogar de 870 millones de personas), los ingresos reales medios son más bajos actualmente de lo que lo eran en 2014.
Esto incluye a varios grandes países como Angola, Argentina, Brasil, Nigeria, Arabia Saudita y Sudáfrica.
Al mismo tiempo, el número de personas que viven en pobreza extrema ha aumentado en distintos países del África subsahariana y en algunas zonas de América Latina y Asia Occidental. El avance sostenido hacia la reducción de la pobreza requerirá un importante impulso para el crecimiento de la productividad y compromisos firmes para abordar los altos niveles de desigualdad. Las estimaciones de la ONU indican que para la erradicación de la pobreza en gran parte de África, se necesitaría un crecimiento anual per cápita de más del 8 %, en comparación con la tasa promedio de solo un 0,5 % de la última década.
El crecimiento del PIB ignora aspectos fundamentales de la sostenibilidad y el bienestar.
Al margen del crecimiento del PIB, otras medidas del bienestar describen una situación desoladora para distintas partes del mundo. La crisis climática, la permanente y elevada desigualdad y los crecientes niveles de inseguridad alimentaria y malnutrición continúan afectando a la calidad de vida de numerosas sociedades.
«Los responsables de formular políticas deberían ir más allá de una visión limitada y enfocada únicamente a fomentar el crecimiento del PIB; en cambio, deberían aspirar a mejorar el bienestar en todas las partes de la sociedad. Esto requiere priorizar la inversión en proyectos de desarrollo sostenibles para fomentar la educación, la energía renovable y una infraestructura resiliente», apunta Elliott Harris, Subsecretario General de Desarrollo Económico y Economista jefe de la ONU.
Un crecimiento económico acompañado de emisiones de carbón limitadas es posible con el cambio de la
matriz energética.
Para combatir el cambio climático, se debe responder a las necesidades energéticas crecientes a nivel mundial con fuentes de energía renovables o con bajos niveles de emisiones de carbono. Esto requerirá enormes ajustes en el sector energético, que actualmente es responsable de tres cuartas partes de las emisiones globales de efecto invernadero. Si las emisiones per cápita de los países en desarrollo se igualasen con las de las economías desarrolladas, las emisiones de carbono a nivel mundial aumentarían más del 250 %, en comparación con el objetivo global de alcanzar cero emisiones netas en 2050.
Se sigue subestimando la urgencia de la transición energética, lo que provoca decisiones con escasa perspectiva, como la creciente inversión en prospecciones de gas y petróleo y la generación eléctrica mediante carbón. Esto no solo deja expuestos a numerosos inversores y Gobiernos a pérdidas repentinas, sino que también plantea considerables riesgos para los objetivos relacionados con el medio ambiente. Cualquier dilación de medidas decisivas que promuevan la transición energética podría duplicar los futuros costes. La transición hacia una matriz energética más limpia no solo traerá consigo beneficios ambientales y de salud, sino oportunidades económicas para muchos países.