Redacción.- Es una calurosa mañana en la carretera de Isla Arena, municipio de Calkiní; sin fijarse en el calor, Rossana y Sergio del equipo de la cooperativa Wotoch Aayin (La casa del cocodrilo) e Israel del Centro Ecoturístico Carey transportan 150 kilogramos de pescado y se dirigen hacia un punto intermedio rumbo a Halachó, Yucatán, donde los espera José Chim, a bordo de una camioneta van con varios kilogramos de frutas, verduras y plantas.
En el punto y hora acordada, ambas comunidades intercambian productos del mar por productos de las milpas y solares. En Calkiní, abunda lo primero. Los solares mayas de Sihó, Cepeda y Cuch-Holoch, en Halachó han trabajado sus huertos y milpas y los frutos han brotado; las calabazas y pepinos son parte del trueque.
Las comunidades a través de las cooperativas de turismo comunitario Centro Ecoturístico Carey, Wotoch Aayin y Much Antikbatiu Noj Oolal Siinaloob, decidieron organizarse para intercambiar esos alimentos que abundan, en un gesto de solidaridad.
Rossana, asegura su mascarilla, coloca gel hidroalcohólico y prepara la entrega, junto con Israel. Ambos han promovido el turismo alternativo en Isla Arena. Gracias a su dedicación, ésta comunidad es ahora visitada por amantes de la naturaleza. En Wotoch Aayin pueden conocer la Unidad de Manejo Ambiental (UMA) de cocodrilos, donde se conserva también el mangle y la ría. Israel ofrece viajes en canales del manglar, donde los visitantes pueden ver flamingos y cientos de aves, además se puede practicar pesca deportiva y hasta ver delfines. Un verdadero paraíso, cerrado por 3 meses durante la contingencia.
José Chim de Sihó, se enfoca más en la tierra. Defensor de la milpa y de las semillas nativas, José y su organización trabajan también en conservar y cuidar la selva. Mediante la conservación comunitaria, su propuesta es cuidar la selva, la misma amenazada que “atrae” a la lluvia y nutre a las milpas y también a los humedales de Isla Arena.
Estos dos mundos, unidos por el agua, por la lluvia, y por su amor hacia la naturaleza se encuentran en la solitaria carretera. Se procede enseguida, al intercambio de cajas y neveras previamente desinfectadas. Pescadores, guías y campesinos, se saludan con la mirada, y solamente en algunos meses, podrán hacerlo físicamente.
No se conocían hace unos días y el intercambio que llevaron a cabo, lo hicieron con entusiasmo porque creen en la solidaridad. Se conocieron a través del Programa de
Pequeñas Donaciones del FMAM-PNUD el cual financia a iniciativas comunitarias de cuidado de la biodiversidad. Durante la fase aguda de la epidemia, el mismo programa acerca a comunidades organizadas para promover el intercambio solidario de productos.
Israel, al bajar las cajas de su camioneta, nos comparte que considera muy importante que las comunidades se apoyen mutuamente en estos momentos tan complicados y acordaron en recibir a los amigos de Halachó, cuando termine la contingencia. Fue una experiencia realmente emotiva para todos.
José, comparte ésta visión y resalta que estos actos demuestran la bondad de los medios naturales donde vivimos ya sea mar o tierra y pone de manifiesto la bondad de las personas que al compartir lo que la madre naturaleza nos regala se evita la mezquindad del dinero.
Finalizado el intercambio y antes de regresar a sus comunidades, Rossana agradece a los compañeros del municipio de Halachó por su buena disposición y compromiso para la realización de este trueque de productos de mar por productos de la milpa. Lleva en su mano, una mata de hierbabuena que sembrará en su huerto, el cual está construyendo y capacitando a vecinas al mismo tiempo. Todos comparten la misma meta: lograr la seguridad alimentaria, pero siguiendo la filosofía de sus cooperativas y organizaciones: la solidaridad, ante todo.
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