Eduardo Lliteras Senties.- El Papa Francisco “agradeció” a los periodistas por ayudar a descubrir los escándalos de abusos sexuales cometidos por una parte del clero, crímenes que la misma Iglesia Católica, y el mismo Vaticano, intentaron encubrir a través de presiones de todo tipo, inclusive censura y acoso de esos periodistas a los que alabó el Pontífice durante una ceremonia en la Santa Sede: “ También te agradezco lo que nos dices sobre lo que va mal en la Iglesia, por ayudarnos a no barrerlo bajo la alfombra y por la voz que le has dado a las víctimas de abuso: gracias por esto”.
Francisco habló así en una ceremonia en la que entregó reconocimientos a dos veteranos corresponsales -Philip Pullella, de Reuters, y Valentina Alazraki, de Noticieros Televisa, de México- por sus largas carreras en la cobertura del Vaticano.
Sin embargo, el Pontífice argentino no hizo referencia alguna a la estrategia implementada desde el mismo Vaticano para silenciar periodistas, a través de presiones ejercidas en las redacciones de medios de comunicación mediante los largos tentáculos que la iglesia tiene alrededor del globo o utilizando canales diplomáticos, cuando se trataba de corresponsales precisamente acreditados ante el Estado Vaticano.
La Santa Sede y su sala de prensa -cuya acreditación estaba salpicada de insidias y en la que se practicaba el acoso a periodistas incómodos- siempre han seleccionado a algunos periodistas por cuestiones ideológicas y políticas (así como de mutuo interés), no cabe duda, discriminando a otros por optar, precisamente, por ejercer su oficio, “desgastando sus suelas”, como recomienda el mismo Francisco.
Y en el caso de los abusos sexuales, por ejemplo, durante el estallido del escándalo en el pontificado de Juan Pablo II, la política de comunicación del Vaticano fue la del control de daños, el silenciamiento de los periodistas incómodos e inclusive su satanización al grado de que algunos cardenales, como el salvadoreño Oscar Rodríguez Madariaga, los calificaron como “enemigos de la Iglesia”.
De hecho, la Red de Supervivientes de Personas que sufrieron Abusos por Sacerdotes (SNAP) publicó una lista de doce cardenales a los que no se debería considerar como papables, por su política de encubrimiento de los abusadores sexuales del clero, en la que incluyó a Rodríguez Madariaga.
Cabe recordar, también, por ejemplo, que el cardenal mexicano, Norberto Rivera Carrera, culpó a los medios de “ataques a la iglesia” por revelar los casos de pederastia eclesial, alegando “exceso de información” sobre las violaciones sexuales cometidas en infantes por parte de curas y monjas. Rivera, quien actuó una política de silenciamiento y ocultación de los curas violadores, dijo en más de una ocasión que no habían casos “documentados” de abuso contra menores de edad en México. Como se sabe, ocultó las acusaciones de abuso sexual infantil contra el padre Nicolás Aguilar Rivera, por citar un ejemplo.
En la lista del SNAP de cardenales encubridores de pederastas aparecían los cardenales Oscar Rodríguez Maradiaga, (Honduras), Timothy Dolan, (Estados Unidos), el cardenal Angelo Scola, Italia, el cardenal George Pell, (Australia), el cardenal George Pell, (Australia), el cardenal Dominik Duka, (República Checa), el cardenal Tarsicio Bertone, (Italia), el cardenal Donald Wuerl, (Estados Unidos), el cardenal Marc Ouellet, (Canadá) el cardenal Sean O’Malley, (Estados Unidos), el cardenal Leonardo Sandri, (Argentina) y el cardenal Peter Turkson de Ghana.
La lista, explicó el SNAP estaba basada en sus acciones y/o comentarios públicos sobre los casos de abuso sexual y el encubrimiento sistemático de la Iglesia practicada como una política de Estado ordenada desde el mismo Vaticano, reportados en los principales medios de comunicación, así como en las demandas legales y en las declaraciones de las víctimas.
Cabe recordar que una parte crucial de la historia de los abusos sexuales saltó a los titulares en 2002, cuando un equipo de periodistas del diario estadounidense The Boston Globe, reveló un patrón de abusos a centenares de menores por parte de sacerdotes y la política generalizada de ocultar este tipo de acciones, decidida desde el más alto nivel de las jerarquías eclesiales, inclusive al grado de acosar a las mismas víctimas, a sus familiares y de silenciar periodistas.
A través de una exhaustiva investigación realizada en 2002 por un área de la redacción especializada en periodismo de investigación (llamada “Spotlight”) del periódico The Boston Globe, formada por un grupo de periodistas expertos, se dieron a conocer al mundo más de 17.000 casos de abusos perpetrados por sacerdotes católicos, en un caso que adquirió escala global, revelando un verdadero sistema de encubrimiento en el seno de la Iglesia Católica, que reproducía un modus operandi similar en numerosos países. Hablamos de periodismo de viejo cuño, de antes de que existiera Twitter o redes sociales, y en el que los periodistas se enfrentaban al inmenso poder, político, económico e inclusive moral, de la Iglesia y sus jerarquías, empezando por el Vaticano y el Papa.
Los del Boston Globe viajaron de hecho, hasta Roma, y estuvieron en la sede de la prensa extranjera, donde me preguntaron sobre Los Legionarios de Cristo y su fundador, Marcial Maciel, y los casos de abusos sexuales que los involucraban, silenciados por una red de omertá poderosísima que involucraba lo mismo a políticos, periodistas y empresarios. Y que involucró al mismo Vicente Fox y su esposa Marta, quienes mantuvieron una relación íntima con Marcial Maciel, quien les abrió las puertas del Vaticano, precisamente.
Hablamos de una batalla con ribetes épicos para sacar a la luz una parte de los crímenes cometidos por curas abusadores y sus protectores entre las jerarquías eclesiales. Esa historia a la que apenas hizo alusión el Papa Francisco, quien recibió a algunos periodistas acreditados en la oficina de prensa de la Santa Sede en la Sala del Consistorio en el Vaticano, con mucha de la pompa y glamour a la que es tan afecta la Santa Sede, en sus Palacios Apostólicos.
Allí, el Papa elogió lo que llamó la “misión” del periodismo y dijo que era vital que los reporteros salieran de sus salas de redacción y descubrieran lo que estaba sucediendo en el mundo exterior para contrarrestar la desinformación que a menudo se encuentra en línea.
Eso fue lo que muchos periodistas hicieron, precisamente, con los casos de abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes. Algunos ya no están con nosotros y la mayoría, obviamente, no fueron recibidos en el Vaticano.