Una organización criminal compuesta por militares, policías, funcionarios gubernamentales y narcotraficantes está detrás de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa acaecida en 2014. Esto es lo que emerge de alrededor de 23.000 mensajes de texto inéditos, declaraciones de testigos y documentos de investigación obtenidos por el diario estadounidense The New York Times, el que afirma “que prácticamente todas las ramas de gobierno en esa zona del sur de México (Guerrero) llevaban meses trabajando para el grupo delictivo (Guerreros Unidos) en secreto, lo que puso la maquinaria del Estado en manos del cártel y neutralizó cualquier obstáculo que se interpuso en su camino”.
Ya habíamos publicado en Infolliteras que agentes de la policía, militares y funcionarios gubernamentales ayudaron al cártel a secuestrar a los estudiantes o tuvieron conocimiento de cómo ocurría el crimen y no hicieron nada para detenerlo. Pero ahora, la información se amplía y muestra las dimensiones de la red criminal que operaba bajo el mando del cártel Guerreros Unidos. En efecto. El New York Times llega a la conclusión de que más allá de comprar favores específicos, el cártel, conocido como Guerreros Unidos, había convertido a funcionarios públicos en sus empleados en toda regla. El asesinato masivo de los 43 normalistas fue posible, según los investigadores, gracias a la subordinación del gobierno. Y la lealtad era profunda, dice el reportaje del diario estadounidense. Esto es lo que revelan los mensajes obtenidos por rotativo newyorkino, aunque todavía faltan los mensajes de las comunicaciones de la noche del 26 de septiembre de 2014, los que seguramente revelarán aún más, el día que salgan a la luz, las estremecedoras dimensiones de la corrupción en nuestros país y de la infiltración del crimen organizado en las institucionales nacionales.
En efecto. Unos 23 mil mensajes de texto inéditos a los que tuvo acceso el diario estadounidense New York Times revelan cómo militares, policías y funcionarios gubernamentales trabajaban para el cártel del narcotráfico, Guerreros Unidos, lo que permitió a dicho grupo criminal desaparecer a los 43 normalistas de Ayotzinapa. La investigación de los periodistas Natalie Kitroeff y Ronen Bergman, del New York Times, afirma que militares que monitoreaban de cerca el secuestro nunca acudieron a socorrer a los estudiantes ya que también había recibido sobornos del cártel. En los mensajes de texto, captados en intervenciones telefónicas, los traficantes y sus colaboradores se quejaban de la insaciable codicia de los soldados, y se referían a ellos como putos a los que tenían en la bolsa”.
El diario estadounidense dice que “prácticamente todas las ramas de gobierno en esa zona del sur de México llevaban meses trabajando para el grupo delictivo en secreto, lo que puso la maquinaria del Estado en manos del cártel y neutralizó cualquier obstáculo que se interpuso en su camino”.
El New York Times, a través de la lectura de los 23 mil mensajes, llega a la conclusión de que “los comandantes de policía cuyos agentes se llevaron a muchos de los estudiantes durante esa noche de 2014 habían estado obedeciendo órdenes directas de los narcotraficantes, según muestran los mensajes de texto. Uno de los comandantes dio armas a los integrantes del cártel, mientras que otro respondió a una instrucción de que persiguiera a sus rivales”.
Asimismo, el diario estadounidense dice que se llegó a la conclusión de que “un forense también prestaba servicios al grupo delictivo enviando fotos de cadáveres y evidencia en escenas de crímenes, según muestran los mensajes”.
Tras el asesinato de algunos de los estudiantes, los traficantes incineraron los cuerpos en un crematorio propiedad de la familia del forense, dicen los investigadores. En un testimonio inédito, un integrante del cártel les dijo a las autoridades que los hornos solían usarse para “desaparecer gente sin dejar rastro”.
El texto completo: https://nytimes.com/es/2023/09/02/espanol/ayotzinapa-mensajes-texto.html