Entre quienes han apoyado su causa, hubo celebración por la liberación del periodista australiano Julián Assange, tras casi 14 años de detención arbitraria en el llamado “mundo libre, faro de la democracia y de la libertad de expresión”, según la propaganda diariamente suministrada por sus líderes, los que alientan guerras y golpes de estado con la justificación de poner fin a tiranías y regímenes autócratas y dictatoriales, cuando sus intereses se ven afectados.
Assange, fundador de Wikileaks, está libre, pero como han señalado reiteradamente observadores, el acuerdo de culpabilidad alcanzado con el gobierno estadounidense para obtener su libertad, sienta un precedente peligroso y en realidad criminaliza el periodismo en todo el mundo. Y abre la puerta para que editores y periodistas enfrenten el mismo tipo de persecución que Assange soportó todos estos años, incluido el encierro en una prisión de alta seguridad, como si de un terrorista se tratara, en una celda minúscula, sometido a torturas.
Sorpresivamente, el 24 de junio de 2024, Julián Assange salió de la prisión de máxima seguridad de Belmarsh en Londres, donde el gobierno británico, cómplice del gobierno estadounidense, lo mantuvo encerrado, incomunicado, con la amenaza de extraditarlo y enfrentar una pena de más de 100 años e inclusive la pena de muerte, sin que hubiera justificaciones legales para ello. Julián, ese mismo día, abordó un avión con destino a Saipán, en las Islas Marianas del Norte, donde los Estados Unidos tienen una base militar -parte de las centenares que poseen alrededor del globo-: allí, el periodista australiano fue llevado ante un tribunal federal estadounidense.
Como estaba acordado para que obtuviera su liberación, Assange se declaró culpable de conspiración por supuestamente violar la Ley de Espionaje de los Estados Unidos, es decir, por revelar documentos secretos del gobierno estadounidense, de su ejército y diplomacia, en los que se revelan crímenes de guerra y conspiraciones e informaciones delicadas que muestran el verdadero doble rostro de la diplomacia estadounidense.
Cuando se le pidió que explicara su supuesto delito, Assange le dijo al juez: “Como periodista, alenté a mi fuente a que proporcionara información que se decía que era clasificada para poder publicarla. Creo que la Primera Enmienda protegía esa actividad. Creo que la Primera Enmienda y la Ley de Espionaje están en contradicción entre sí, pero acepto que sería difícil ganar un caso así dadas todas estas circunstancias”.
Y sí claro, Julián está libre, por ahora, tras soportar el encierro sin poder ver la luz en la embajada de Ecuador durante 5 años, espiado permanentemente, y posteriormente sacado a la fuerza y llevado a prisión en Londres, como señalamos. Ahora Jou Biden, quien pretende reelegirse a pesar de que cada día está más extraviado mentalmente –teniendo en sus manos los botones atómicos mientras se mantienen abiertos los frentes de guerra en Ucrania y Gaza– busca quitarse de encima la mancha que significaba para su gobierno y los Estados Unidos, el encarcelamiento de Assange, con la esperanza de obtener algún rendimiento electoral.
Sin embargo, es claro que el presidente Biden quitó por fin los grilletes a Julián pero no al periodismo a nivel global, al que encadenó para que no se meta nadie con los secretos sucios y corruptos de la maquinaria de guerra imperial como ocurrió con la invasión ilegal de Irak, la que provocó la muerte de más de más de un millón de civiles o la de Afganistán, en la que la OTAN mató a 40.000 civiles, mientras en el presente Washington arma el espantoso genocidio de Israel en Gaza, en el que según The Lancet habrían muerto 186 mil personas o más.
Por último, cabe volver a mencionar, que en 2017, altos funcionarios de la CIA solicitaron “planes” para asesinar a Julián. Y quizá alguno, está vigente.
CAJÓN DE SASTRE:
La OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) se prepara para realizar una cumbre en Washington el próximo día 9. Ha trascendido que la característica principal de la cumbre será una muestra superficial de unidad, y fuerza, para tratar de convencer al público de que la OTAN y Ucrania pueden derrotar a Rusia y que negociar con Rusia equivaldría a rendirse.
Esto ocurre, mientras el presidente estadounidense Joe Biden -quien en días pasados dijo que era la primera presidenta negra de los Estados Unidos- y los líderes de la OTAN mantienen interminables debates sobre diferentes formas de intensificar la guerra, de escalarla e infligir mayor daño a Rusia. Se sabe que han rechazado repetidamente las negociaciones de paz, especialmente en abril de 2022, noviembre de 2022 y enero de 2024, incluso cuando sus fallidos planes de guerra dejan a Ucrania en una situación muy complicada y en una posición negociadora cada vez peor, mientras se apilan los muertos y sus ciudades se convierten en un montón de ruinas.