Eduardo Lliteras Sentíes / Roma, Ciudad del Vaticano, Italia.- Los príncipes de la iglesia que votarán en el cónclave deberán jurar que quien sea elegido de entre todos ellos, deberá afirmar y defender enérgicamente los derechos espirituales y temporales y la libertad de la Santa Sede; asimismo se comprometen a mantener el secreto sobre la votación y todo lo que tenga que ver con la votación. También juran no prestar nunca apoyo o favor a cualquier interferencia, oposición o cualquier forma de intervención por parte de autoridades seculares de cualquier tipo u orden en la elección del Pontífice Romano.
La Iglesia Católica cuenta actualmente con 252 cardenales. Sin embargo, sólo 133 de estos cardenales voatarán en el cónclave porque un cardenal debe ser menor de 80 años para votar y hay dos enfermos que no viajaron a Roma. El Cónclave que elegirá al nuevo Pontífice se ha renovado profundamente en los últimos años, con 108 cardenales electores (80%) nombrados por el Papa Francisco, veintidós por Benedicto XVI (16%) y cinco por Juan Pablo II (4%). Entre los nombres que circulan y que ya hemos mencionado se cuentan los italianos Pietro Parolin, Pierbattista Pizzaballa, Matteo Zuppi, el francés Jean-Marc Aveline, el húngaro Peter Erdo y el sueco Anders Arborelius. También por supuesto, el sinofilipino Luis Gokim Tagle, al que apodan el "Bergoglio asiático". El congolés Fridolin Besungu Ambongo, entre otros muchos.
Entre los países del Viejo Continente, Italia lidera con 17 electores. Estados Unidos sigue después con 10; España y Francia tienen 5 cardenales cada uno, Polonia y Portugal con 4 así como Canadá.
Los demás continentes están representados por 23 asiáticos, 18 africanos, 17 sudamericanos, 16 norteamericanos, 4 centroamericanos y 4 de Oceanía. Europa, aunque más pequeña que en el pasado, sigue siendo la zona más grande del colegio electoral, también gracias al peso histórico de algunas grandes Iglesias nacionales.
Se necesitan 89 votos, es decir, dos tercios de los votos, el quórum más alto de la historia, para convertirse en el sucesor del Papa Francisco.
Los principales cambios se han producido en los últimos tiempos. La primera fue en 1996 por Juan Pablo II quien promulgó la constitución Universi Dominici Gregis aboliendo los métodos alternativos para elegir al Papa y dejando el voto secreto como único método. Posteriormente, en 2007, Benedicto XVI estableció que si después de 33 votaciones no se había llegado a una decisión, a partir de la 34ª votación se realizaría una segunda vuelta entre los dos candidatos que hubieran recibido el mayor número de preferencias en la última votación. Nuevamente, para ser elegido, uno de los dos debía alcanzar una mayoría de dos tercios, excluyendo los votos de los propios dos candidatos.
En los inicios del catolicismo los Papas venían elegidos por designación testamentaria, inspiración, aclamación y compromiso; fueron elegidos en un principio por el clero y el pueblo y sólo en el siglo XI por un pequeño número de cardenales electores que, desde mediados del siglo XIII, fueron puestos "bajo llave" para obligarlos a nombrar a un nuevo Papa, ante las reyertas internas y presiones externas de reyes, poderes económicos, familias nobles y emperadores.
LA CEREMONIA DEL VOTO
Se empieza con el extra omnes, salimos y se termina cuando se pueda exclamar Habemus Papam. Claro, los purpurados deberán primero participar en la ceremonia Pro Eligendo Pontifice y después, tras formarse en orden del más viejo al más joven en tres colas (de los tres órdenes, diáconos, presbíteros y obispos) caminarán en procesión entonando el Veni Creator desde la capilla Paolina a la Capilla Sixtina.
Los cardenales, siempre en latín, jurarán individualmente, colocando, uno tras otro, su mano derecha sobre el Libro de los Evangelios: «Y yo N., Cardenal N., prometo, me obligo y juro. Que Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano».
Una vez terminado el juramento, Monseñor Ravelli pronunciará el Extra omnes, es decir, todos los ajenos al cónclave fuera. Después de la esperada fumata negra de la primera noche del cónclave, los cardenales regresarán a la Casa Santa Marta en los autobuses del Vaticano.
A la mañana siguiente volverán a la Capilla Sixtina para votar: dos de la mañana y dos de la tarde, obviamente hasta la elección. Si en la primera de las dos votaciones de la mañana y de la tarde no resulta elegido nadie, no habrá humo negro, sino que se procederá inmediatamente a una segunda vuelta. Así que, en teoría, habrá cuatro votaciones el 8 de mayo con dos fumatas o fumarolas negras en caso de que no hayan elegido Papa, como lo explicó el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni.
Una vez finalizada la votación se procederá al conteo de los votos. Hay dos estufas, conectadas entre sí, ubicadas en la Capilla Sixtina. Lo primera es quemar las tarjetas y notas de los cardenales, mientras que la segunda es insertar el químico que asegurará el color correcto del humo. Pero también para asegurar la aspiración de la chimenea.
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