La semana pasada, finalmente se dieron a conocer al público australiano los horrendos detalles de una investigación de cuatro años sobre los crímenes de guerra cometidos por soldados de las Fuerzas de Defensa de Australia que operan en Afganistán con la justificación de la guerra al terrorismo. Australia ha descubierto la punta del iceberg de los crímenes de guerra cometidos por sus soldados en Afganistán y que se mantenían escondidos: 39 civiles afganos, incluidos niños, asesinados a sangre fría, desarmados, vilmente ejecutados; en los asesinatos participaron al menos 25 soldados australianos del Regimiento de Servicio Aéreo Especial (SAS).
Las ejecuciones, como una especie de ritual macabro practicado por los militares australianos, de personas desarmadas, no combatientes, a las que les sembraron armas, son una parte de las prácticas repugnantes del ejército de ese país en Afganistán y que son una común realidad a pesar de que el gobierno de Camberra, y su opinión pública cómplice, han atenuado de todas las maneras posibles esa realidad.
Por ejemplo, hoy The Guardian Australia, dio a conocer que unos militares australianos bebieron cerveza de una pierna ortopédica de un soldado talibán muerto durante una supuesta operación militar en Afganistán.
Así lo reportó este 1 de diciembre Guardian Australia, difundiendo unas fotografías que dan evidencia de lo ocurrido.
Según se supo, los hechos tuvieron lugar en el bar ‘Fat Lady’s Arms’ que fue creado en 2009 en la base militar de las fuerzas especiales australianas en la ciudad de Tarin Kowt (provincia de Uruzgán), Afganistán.
En una de las imágenes difundidas por el medio se observa a un soldado —que todavía forma parte de las fuerzas especiales australianas— bebiendo cerveza de la pierna, mientras que otra muestra a dos militares presuntamente bailando con ella.
Pero además, como señalábamos al inicio del artículo en el informe del mismo ejército australiano se describía la práctica del “derramamiento de sangre” o “bautizo”, en la que los comandantes superiores instruían a los jóvenes soldados de las fuerzas especiales para que realizaran su “primera muerte”. Es decir, para que ejecutaran a un afgano, fuera civil, niño o mujer. Todo a través la “cultura del secreto”, donde los testigos guardaban silencio y los asesinos ocultaban sus crímenes plantando armas y radios en los cadáveres.
Si bien se ha informado ampliamente sobre los detalles de los crímenes, ha habido una curiosa renuencia en Australia a explicar la violencia y rastrear sus orígenes racistas. La cobertura de los medios locales de las revelaciones tuvo un tono defensivo, señala Sahar Ghumkhor en un artículo publicado en Al Jazeera.
“Expertos militares, académicos y de salud mental aparecieron en las pantallas de televisión australianas para amortiguar las acusaciones al hablar de la integridad del ejército y las preocupaciones sobre el impacto en la imagen y la moral de las fuerzas de defensa. Los funcionarios y comentaristas australianos intentaron presentar los crímenes de guerra como un acto de unas pocas “manzanas podridas”, tal como lo hicieron sus homólogos estadounidenses con la tortura y el asesinato descubiertos en la prisión de Abu Ghraib en Irak”, añade Ghumkhor.
En 2016 el Inspector General de la Fuerza de Defensa Australiana nombró a Paul Brereton, comenzó a indagar sobre los rumores de violaciones de la ley durante los conflictos armados por parte de miembros de la fuerzas australianas que operan en Afganistán. Esa investigación fue un proceso de investigación, no un juicio o investigación penal. Según la prensa australiana, se entiende que examinó 55 incidentes, incluidas las ejecuciones de civiles o prisioneros desarmados, entrevistó a más de 300 testigos y el juez Brereton también viajó a Afganistán con los investigadores para reunir pruebas.
En realidad, los casos bajo investigación son sólo aquellos que quedaron fuera de la clasificación no realizados en el calor del combate. Cabe preguntarse cuántos de esas muertes ocurridas en el calor del combate podrían ser en realidad también crímenes de guerra.
Estados Unidos y la coalición que lidera en Afganistán desde los ataques a las Torres Gemelas han provocado la muerte de más de medio millón de afganos. Todo con la justificación de un ataque en el que no tuvieron que ver los Talibanes y construido a base de mentiras. No debe olvidarse.