Por Eduardo Lliteras Sentíes.- La pandemia, como era previsible, se ha convertido en la principal arma electorera en manos de la oposición. No hablo de Francia, Italia o España, por citar algunos, sino de México donde una dentista publicó un libro que se ha convertido en el best seller de algunos locutores por aquello de que pasó por las aulas de Harvard. Pronto será el libro de cabecera de varios “expertos”, en lo que llegamos a las votaciones. Después, pasará al olvido.
Cuando se anunció que las primeras vacunas serían aprobadas, algunos pensaron que el fin de la pandemia estaba a la vuelta de la esquina.
Hoy, vemos que en Europa y Estados Unidos, naciones ricas del planeta, con recursos públicos y privados con los que no cuenta México ni el tercer mundo, no logran acabar con el coronavirus, a pesar de encierros y de otras medidas draconianas que son insostenibles por mucho tiempo ya que la economía simplemente no aguanta más. La crisis ya tiene un tamaño colosal mientras los muertos no cesan de acumularse.
Contrario a lo que algunos dicen, los datos duros muestran que México, a pesar del sistema de salud depredado que dejaron los ahora supuestos expertos en pandemias, no es el líder del caos que algunos quisieran. Por ejemplo. Veamos el último dato sobre las muertes por millon de habitantes en algunos países: Bélgica 1785, Reino Unido 1438, Italia 1415, Estados Unidos 1294, Perú 1192, España 1186, Panamá 1156, México 1149, Francia 1118, Suecia 1086, Suiza 1043, Argentina 1031, Brasil 1017, Colombia 1004. Y ojo, aparecemos entre varias de las naciones más ricas del orbe, con niveles de vida y de salud que en México sólo son acequibles para empresarios y ricos, muchos de los cuales pugnan contra el actual gobierno porque no vela por sus instereses privados, como sucedía antes.
Claro, cuando se supo que las vacunas comenzaban a circular, de forma muy restringida, hubo quien creyó que era cuestión de llamar por teléfono a la farmacéutica preferida y esperar a ver llegar las miles de dosis. Eso creyeron algunos gobernadores atravancados que ya se veían vacunando a sus electores antes del día del voto.
La realidad es que la crisis de salud mundial está siendo aprovechada por las grandes farmaceúticas y otras empresas que trabajan en vacunas contra el coronavirus para recaudar miles de millones en subvenciones gubernamentales, acumulando patentes, revelando lo menos posible sobre sus acuerdos y planeando cobrar hasta 37 dólares por dosis por potencialmente cientos de millones de inyecciones. Es decir, se trata de un negocio redondo en el que no importa la salud pública y menos aún el drama de miles de millones de personas sin asistencia médica ni posibilidades de comprar medicamentos o mucho menos de entrar a un hospital.
Así lo señala en Kaiser Health News, Jay Hancock, quien recuerda el olvidado capítulo de la Universidad de Oxford, la que había dicho que iba a abrir su vacuna, al prometer donar los derechos de su prometedora vacuna contra el coronavirus a cualquier fabricante de medicamentos.
Pero entonces apareció la Fundación Bill y Melinda Gates y los convenció de vender los derechos exclusivos a AstraZeneca.
Y claro, ahora AstraZeneca no está cumpliendo y los países pobres están luchando por acceder a las vacunas, las que no llegan, para empezar porque según dicen los laboratorios, no hay, están rebasados en su capacidad de producción al grado de que han empezado a quedar mal con algunas naciones ricas mientras algunos países, como los Estados Unidos, han acaparado cientos de millones de dosis.
Como explica Jay Hancock, en un negocio impulsado por las ganancias, las vacunas tienen un problema. No son muy rentables, al menos no sin los subsidios gubernamentales. Las empresas farmacéuticas favorecen los medicamentos costosos que deben tomarse repetidamente y generar ingresos durante años o décadas. Las vacunas a menudo se administran solo una o dos veces. En muchas partes del mundo, las vacunas establecidas cuestan unos pocos dólares por dosis o menos.
Y advierte: Incluso cuando los gobiernos gastan dinero en una industria que no ha hecho de las vacunas una prioridad en el pasado, dicen los críticos, si no se modifica el modelo básico, los ejecutivos de la industria farmacéutica y sus accionistas se enriquecerán sin ninguna garantía de que las futuras vacunas estarán disponibles a bajo costo para todos. .
Claro, en nuestro país hasta ahora no escucho voces que se pregunten por qué no tenemos laboratorios privados que produzcan vacunas contra el coronavirus. Eso sí los sabios que gobernaron en el pasado -y que ahora tienen las recetas para solucionar la pandemia, la violencia criminal que azota al país así como la crisis económica pero no la pobreza la que les vale cacahuate- dicen todos los días qué es lo que hay que hacer.
Por lo pronto las farmaceúticas gigantes se están forrando de billetes. La pandemia promete ser el negociazo del siglo. Mors tua, vita mea.
Por ejemplo, las acciones y opciones de AstraZeneca propiedad del director ejecutivo Pascal Soriot han aumentado en casi 15 millones de dólares en valor desde principios de abril, según cálculos de KHN basados en divulgaciones de la compañía, dice Jay Hancock. La acción alcanzó un máximo histórico en julio. El valor bursátil de Novavax, una biotecnología que nunca registró ganancias en más de dos décadas, se multiplicó por diez a 10 mil millones de dólares después de que una organización sin fines de lucro y la administración Trump acordaran darle 1.6 mil millones de dólares para fabricar una vacuna.
Otro ejemplo que da Jay Hancock es el de Moderna, otra empresa que trabaja en una vacuna candidata, la que recibió casi mil millones de dólares del gobierno de Estados Unidos para pagar esencialmente todos los costos de investigación del producto y obtener la aprobación de los reguladores. Está usando una vacuna diseñada en gran parte por los Institutos Nacionales de Salud y científicos académicos que usan subvenciones federales, puntualiza Hancock
Si la vacuna funciona, la compañía obtiene 1.5 mil millones de dólares adicionales para cubrir 100 millones de dosis, un trato que el representante de los Estados Unidos Lloyd Doggett, un demócrata de Texas, comparó con dar a los contribuyentes “el privilegio de comprar la misma vacuna que ya pagamos”.
Y claro, la escasez de vacunas, con la justificación de que hay que ajustar la producción, por parte de AstraZeneca o de Pfizer, que ha dejado a países como Italia sin las vacunas pactadas y acordadas, seguramente alimentará aún más el crecimiento de las acciones de las empresas del sector, empezando por AstraZeneca.
Mientras tanto, más allá de la voz tenue de la Organización Mundial de la Salud, no se escucha a nadie clamando por la necesidad de que las vacunas y la pandemia no sean el negocio de sus vidas para algunos.