Redacción.- El jueves 17 de junio, el Papa Francisco envió un video mensaje en español a la Organización Internacional del Trabajo (OIL) que estaba celebrando su cumbre anual en Ginebra. El dicho mensaje el Papa Francisco criticó la corrupción que convierte a los sindicatos en “seudopatrones” y los aleja del pueblo. El Pontífice agregó también que la propiedad privada es “un derecho secundario” que depende de un derecho primario, que es “el destino universal de los bienes”. El Papa insistió en que se necesita una “reforma a fondo de la economía el modo de llevar la economía tiene que ser diverso, tiene que cambiar”: “una sociedad no puede progresar descartando”, “sacrificando a los dejados atrás en el llamado altar del progreso”. “Ha llegado el momento de eliminar las desigualdades”, puntualizó el Pontífice en su mensaje.
El objetivo de los sindicatos es “desnudar a los poderosos que pisotean los derechos de los trabajadores más vulnerables”, aunque los invitó a no dejarse encerrar en una ‘camisa de fuerza’ y enfocarse en situaciones concretas”, afirmó el Papa argentino quien recordó que la propiedad privada es “un derecho secundario” que depende de este derecho primario, que es “el destino universal de los bienes”.
El Pontífice volvió así sobre la idea que ya expresó el pasado mes de diciembre al inaugurar la conferencia internacional virtual de los Comités Panamericano y Panafricano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana, cuando afirmó que el derecho a la propiedad es “un derecho natural” pero “secundario” derivado del derecho que tienen todos, “nacido del destino universal de los bienes creados”.
El Papa pidió a las autoridades competentes, soluciones para salir de la actual crisis laboral “buscando el bien común”, dando prioridad, a la hora de dar respuestas concretas, “a los trabajadores que se encuentran en los márgenes del mundo del trabajo” y que todavía se ven afectados por la pandemia del Covid-19.
Puso en guardia sobre los riesgos de caer nuevamente “en las pasadas fijaciones del beneficio, el aislacionismo y el nacionalismo”, así como en “el consumismo ciego y la negación de las claras evidencias que apuntan a la discriminación de nuestros hermanos y hermanas considerados «desechables» en nuestra sociedad”.
Francisco invitó a hacer frente a este panorama global buscando soluciones que ayuden a construir un nuevo futuro del trabajo “fundado en condiciones laborales decentes y dignas, que provenga de una negociación colectiva, y que promueva el bien común”, logrando, en definitiva, que el trabajo sea verdadera y esencialmente humano.
Recordando el papel fundamental que desempeñan la Organización Internacional del Trabajo y su Conferencia como promotores del diálogo constructivo, el Papa pidió que se dé prioridad, a la hora de dar respuestas concretas, “a los trabajadores que se encuentran en los márgenes del mundo del trabajo” y que todavía se ven afectados por la pandemia del Covid-19.
“Los trabajadores poco cualificados, los jornaleros, los del sector informal, los trabajadores migrantes y refugiados, los que realizan lo que se suele denominar el trabajo de las tres dimensiones: peligroso, sucio y degradante. Muchos migrantes y trabajadores vulnerables junto con sus familias, normalmente quedan excluidos del acceso a programas nacionales de promoción de la salud, prevención de enfermedades, tratamiento y atención, así como de los planes de protección financiera y de los servicios psicosociales”, dijo el Pontífice.
Asimismo, el Pontífice hizo hincapié en que la falta de medidas de protección social frente al impacto del COVID-19 “ha provocado un aumento de la pobreza, el desempleo, el subempleo, el incremento de la informalidad del trabajo, el retraso en la incorporación de los jóvenes al mercado laboral, el aumento del trabajo infantil”, sumado a la “vulnerabilidad al tráfico de personas, la inseguridad alimentaria y una mayor exposición a la infección entre poblaciones como los enfermos y los ancianos”.
Al respecto, Francisco compartió algunas preocupaciones y observaciones clave, destacando, en primer lugar, que la misión esencial de la Iglesia “es apelar a todos a trabajar conjuntamente, con los gobiernos, las organizaciones multilaterales, la sociedad civil y también las organizaciones de carácter religioso, con el fin de cuidar el bien común y garantizar la participación de todos en este empeño”, sin dejar de lado a los más vulnerables “los jóvenes, los migrantes, las comunidades indígenas, los pobres”.
En segundo lugar -añadió el Papa- también es esencial para la misión de la Iglesia garantizar que todos obtengan la protección que necesitan según sus vulnerabilidades: enfermedad, edad, discapacidades, desplazamiento, marginación o dependencia.
Por último, el Santo Padre puntualizó que debe garantizarse la protección de los trabajadores mediante el respeto de sus derechos esenciales, incluido el derecho de la sindicalización: “Sindicarse es un derecho”, dijo Francisco y añadió:
“La actual pandemia nos ha recordado que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren. Todos somos frágiles y, al mismo tiempo, todos de gran valor. Ojalá nos estremezca profundamente lo que esta ocurriendo a nuestro alrededor. Ha llegado el momento de eliminar las desigualdades, de curar la injusticia que está minando la salud de toda la familia humana”.