Redacción.- Los senadores morenistas Ricardo Monreal, Nancy Sánchez Arredondo, presidenta de la Comisión de Agricultura, y el mismo Víctor Villalobos Arámbula (secretario de Agricultura federal) han presionado y objetivo que por cuarta ocasión se pospusiera la discusión del dictamen de la Comisión de Salud para la regulación y prohibición gradual de los plaguicidas como el glifosato de la empresa transnacional Monsanto. El glifosato es el herbicida más utilizado en el mundo en agricultura, silvicultura, jardinería e incluso en actividades domésticas. Este invento químico lo comercializó por primera vez en la década de 1970 la compañía Monsanto, con el nombre de Round’Up. Nancy Sánchez, Rafael Espino, Ricardo Monreal y otras presentaron una iniciativa que va en sentido contrario, legislando los «bioinsumos» y obligando a que la sustitución del glifosato sea paulatina, además de crear un Comité Especializado que investigue los plaguicidas. Es decir, una iniciativa que recoge las preocupaciones del sector médico y científico en contra del glifosato se verá sometida a legislarse con otra que promueve los intereses empresariales por sobre el interés público.
La nueva iniciativa que, de entrada, eleva el plazo para erradicar los llamados agrotóxicos a tres años va en contra del decreto del presidente Andrés Manuel López, del 31 de diciembre del 2020, en que se estableció que el glifosato y demás plaguicidas altamente peligrosos (PAP) deberían ser sustituidos de forma progresiva. Desde hace semanas está listo el Dictamen de la Comisión de Salud del Senado que prohíbe el glifosato y otros químicos, pero la senadora morenista Nancy Sánchez y el también morenista senador Rafael Espino han obstaculizado los trabajos de forma sistemática, obligando a que se posponga la discusión. Ambos son señalados de operar a favor de la transnacional Monsanto junto con el senador Monreal. Ambos se integraron a la bancada de morena hace un par de años: Nancy Sánchez, del PRI (suplente de Vanessa Rubio), y Rafael Espino (suplente de Cruz Pérez), y han empleado toda clase de recursos y subterfugios para detener la prohibición.
Dos senadores estadounidenses, Chuck Grassley y Joni K. Ernst, solicitaron formalmente a la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR) que se lleve a cabo un periodo de consultas con México por el decreto del presidente Andrés Manuel López Obrador de prohibir las importaciones de maíz transgénico a partir del 2024.
Estos legisladores mostraron su preocupación por esta eventual prohibición, ya que Iowa es el principal estado productor de maíz de Estados Unidos y la principal entidad exportadora al exportar 16 millones de toneladas de maíz a México cada año.
Los senadores citaron un estudio según el cual en el primer año que México deje de importar maíz de Estados Unidos, la industria de este sector sufrirían pérdidas de 3 mil 560 millones de dólares, seguidas de 5 mil 560 el segundo año.
El mismo gobierno federal señala que se sabe que con éste herbicida que penetra en el suelo, se filtra en el agua y sus residuos permanecen en los cultivos, se habían fumigado en el planeta más de 8 mil 600 millones de kilogramos. Así hemos comido y bebido el glifosato, de manera que llegó al organismo humano y ha causado cáncer, dolor y muerte.
La empresa alemana Bayer firmó en junio de este año un acuerdo de entre 8,800 y 9,600 millones de dólares para resolver más de 125, 000 reclamos en Estados Unidos contra el Round’Up, el pesticida a base de glifosato comercializado por su filial Monsanto, adquirida en 2018. Los demandantes estadounidenses acusan a este pesticida de ser cancerígeno, según el Circ, una rama de la Organización Mundial de la Salud (OMS), citado por dw.com
Durante casi medio siglo una persuasiva y exitosa campaña ensalzó el uso del glifosato, y la ausencia de estudios científicos sobre los efectos en la salud y el medio ambiente favorecieron que el uso del agrotóxico se expandiera impunemente por el mundo.
el glifosato ha sido prohibido o restringido en Austria, Alemania, Francia, Italia, Luxemburgo, Tailandia, Bermudas, Sri Lanka y algunas regiones de España, Argentina y Nueva Zelanda.
La agroindustria utiliza el glifosato principalmente en sus monocultivos para exterminar lo que llama malezas, es decir, yerbas que forman parte de la dieta tradicional de los pueblos originarios sin insertarse en el circuito comercial masivo, como los diversos quelites, o los acahuales útiles para alimento forrajero.
Lo que calla la agricultura industrial es que “los cultivos transgénicos tolerantes al glifosato generan encefalopatías, autismo, parkinsonismo, malformaciones y diversos tipos de cáncer, además de afectar los sistemas endocrino, reproductivo, inmunitario, digestivo, hepático, renal, nervioso y cardiovascular de las personas”, refiere Toledo Manzur.
Se agrega la afectación a diferentes especies de crustáceos, moluscos, oligoquetos, algas, hongos, fitoplancton y zooplancton, anfibios, tortugas, arácnidos, aves, mamíferos y, lo más preocupante, a insectos benéficos y polinizadores como abejas y mariposas, además de los colibríes, afirma el etnobiólogo.
Luego de una extensiva revisión de la literatura científica la OMS decidió clasificar al glifosato como “probablemente cancerígeno para los humanos”. Más recientemente, el Instituto Ramazzini de Italia (www.glyphosatestudy.org) reveló, además, que el glifosato debilita el sistema inmunológico humano por tres vías: cáncer NHL, destrucción de una enzima esencial y modificación de la flora intestinal, lo que deja desprotegidas a las personas contra infecciones como el COVID-19.
Es bien sabido que en México, país de origen y biodiversidad del maíz, cada persona consume en promedio diario medio kilogramo de ese cereal, alimento básico de la dieta nacional.
Lo lamentable es que 10 millones de toneladas de maíz que se importan anualmente desde Estados Unidos deben usarse sólo para alimento de ganado o insumos industriales altamente procesados. Sin embargo, el 90.4% de las tortillas que se consumen en México contienen secuencias de maíz transgénico, lo mismo que el 82% de las tostadas, harinas, cereales y botanas de este grano.
Los preocupantes datos son hallazgo del equipo científico de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad Autónoma Metropolitana, encabezado por la científica María Elena Álvarez-Buylla, hoy directora general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, que encontró en 387 muestras de productos de maíz recolectados en tortillerías y supermercados, principalmente de la Zona Metropolitana del Valle de México, la presencia alarmante de genes de maíz transgénico. Y aunque hallaron también transgenes en las tortillas más artesanales, en estasno encontraron glifosato.
Esto ocurre porque plantas de maíz han sido transformadas en laboratorios de Estados Unidos con el fin de resistir plagas y tolerar el herbicida glifosato, según publicó la revista Agroecology and Sustainable Food Systems,
El equipo universitario precisa que “más del 85 por ciento del maíz transgénico que se produce en Estados Unidos es tolerante al glifosato, plaguicida que es rociado sobre los maíces transgénicos que lo toleran, penetra en las plantas y llega a los granos”, y así llega a nuestras tortillas y otros alimentos hechos con maíz.
Los datos resultan impactantes, pero más todavía porque el maíz transgénico no está permitido en México a campo abierto, pues se encuentra en proceso una demanda colectiva que lo impide desde 2013, año en que se aplicó una medida precautoria que prohibía su siembra mientras duraba el proceso legal.
Resulta absurda la importación de grano transgénico ya que, como indica Álvarez-Buylla, “México produce suficiente maíz para el consumo humano: nativo e híbrido no transgénico. En 2016 produjo 25.7 millones de toneladas de maíz, de las cuales 12.3 millones se vendieron para consumo humano, 4.2 millones para autoconsumo, 4.4 millones para el sector pecuario y 1.5 millones para exportación”.
La experta en ecología y genética molecular del desarrollo aboga por que se apoye a la agricultura sostenible, agroecológica y campesina para fortalecer al campo mexicano y para que el maíz nativo o criollo, de alta calidad nutricia, complementado con el híbrido que se produce en el norte del país, cubra las necesidades nacionales.
En noviembre de 2019, bajo el principio precautorio para la prevención de riesgos en materia ambiental, la Secretaría de Medio Ambiente negó la importación de mil toneladas de glifosato. Y también en 2019, el Gobierno de México creó el Grupo Intersecretarial de Salud, Alimentación, Medio Ambiente y Competitividad con el fin de tener una visión nacional de los grandes problemas de salud y medio ambiente, como el que causa el glifosato.
Dadas las evidencias científicas de la toxicidad del glifosato, que demuestran los impactos a la salud humana y al ambiente, se camina firmemente hacia la reducción gradual del uso de glifosato, hasta lograr su prohibición total en 2024, y se impulsa un sistema agroalimentario más seguro, más sano y respetuoso con el medio ambiente. En ese sentido se afina la ruta crítica para la disminución gradual del herbicida con métodos alternativos.