Eduardo Lliteras Sentíes .- Un 2 de febrero de 1990 Renatino De Pedis caminaba por vía del Pellegrino (calle del Peregrino) en dirección a la plaza de Campo de Fiori -plaza en la que los Papas colgaron y quemaron a herejes y otros disidentes- cuando fue interceptado y emboscado por dos certeros disparos que acabaron con su vida. De la escena huyeron un par de viejos conocidos de De Pedis, socios en los negocios de extorsión, prostitución y tráfico de drogas. El capo mafioso de la Banda della Magliana cayó sobre los adoquines de la transitada callejuela del centro de Roma mientras se desangraba ante la vista de los pasantes. No tuvo tiempo ni de sacar su pistola, la muerte mafiosa lo sorprendió, como sorprendió a la opinión pública enterarse, décadas después, que su cadáver yacía en olor de santidad en la Basílica vaticana de Sant’Apollinare, a pocas calles de donde murió y en lo que formalmente es territorio de la Santa Sede.
¿Un sicario, criminal, extorsionador, asesino y líder mafioso circundado de los sepulcros de cardenales, enterrado a todo lujo -como un purpurado más- en un catafalco de mármol con su nombre inscrito y decorado con piedras preciosas en el silencio de una basílica vaticana? Así es. Entre la oscuridad y el olor a humedad añosa se ocultaba la tumba del mafioso De Pedis, quien 22 años después de su muerte todavía vestía un elegante traje azul oscuro, corbata, camisa amarilla y zapatos. Lejos del tráfago cotidiano de la ruidosa capital italiana, adornado por el ulular de patrullas y lujosos vehículos azul oscuro y escoltas de políticos italianos, el líder mafioso reposaba en paz.
Sin embargo, en el año 2005 una llamada anónima al popular programa de televisión italiana “Chi l’ha visto?” (“¿Quién lo ha visto?”), dijo públicamente que el cadáver de una joven ciudadana del Vaticano, Emanuela Orlandi, se encontraba en la tumba de De Pedis. A raíz de dicha revelación, el cadáver de De Pedis fue exhumado el 14 de mayo de 2012 y trasladado por las autoridades italianas y del Vaticano fuera de la basílica. Pero el cadáver de Emanuela no estaba ahí.
Durante la reapertura de la tumba afuera en la calle, a un paso de la popular y turística piazza Navona, estuvieron presentes el fiscal adjunto Giancarlo Capaldo y la diputada Simona Maisto, jefa entonces de la investigación sobre la desaparición de Emanuela Orlandi, así como el jefe del escuadrón itinerante Vittorio Rizzi. Junto a ellos también había un camión de la policía científica y los expertos marmolistas que abrieron la pesada lápida de mármol.
En junio de 2008, Sabrina Minardi, quien fuera amante de Renatino, declaró a la justicia que el capo mafioso había sido el autor material del secuestro de la chica, acaecido, el 22 de junio de 1983 también a un par de pasos de donde De Pedis fue asesinado y de donde fue posteriormente sepultado.
Afuera de la basílica se apostó el hermano de Emanuela, Pietro Orlandi, quien desde el día de su desaparición no ha cesado de exigir justicia a los Papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco I. Éste último decidió, tras décadas de teorías, desinformación y sufrimiento para la familia Orlandi, instituir una comisión investigadora sobre la desaparición de Emanuela, cuyo destino nunca ha sido esclarecido. La comisión sesionó y después cerró. Y volvió a abrir en el presente año debido a las presiones de la opinión pública.
En efecto. Netflix dio a conocer en 2022 una serie donde la pista de la pederastia eclesial es la que resulta más convincente tras décadas de especulaciones con la finalidad de despistar y ocultar lo que realmente sucedió con Emanuela Orlandi.
“The Vatican Girl” (“La chica del Vaticano”) revela información y testimonios recopilados a lo largo de décadas, en la que sale a relucir un supuesto acoso sexual a Manuela por parte de un prominente funcionario del Vaticano, es decir, de un poderoso prelado de la Santa Sede. No hay que perder de vista que Emanuela y su familia habitaban en el Vaticano y trabajaban para el Papa Juan Pablo II.
Emanuela, la cuarta hija del matrimonio de Ercole Orlandi y Maria Pezzano, vivían dentro de las murallas del Vaticano debido a que su padre Ercole trabajaba, como funcionario del Palacio Apostólico. Sus hermanos – Natalina, Pietro, Federica y Cristina- habían crecido en un apartamento que estaba ubicado dentro de la ciudad estado, adonde sólo se puede ingresar a través de las puertas controladas por la Guardia Suiza y la Gendarmería del Vaticano además de los servicios secretos que operan en la zona.
De tal manera, Pietro Orlandi provocó el enésimo sisma relacionado con el caso de su hermana, cuando hace dos días dio a conocer una grabación durante el programa televisivo “diMarteDíPiu” en la que se relaciona al Papa Wojtyla con el rapto de Emanuela y de Mirella Gregori, también desaparecida en Roma en circunstancias similares.
Es decir, Pietro Orlandi dio a conocer un audio en el que se escucha la voz del criminal y miembro de la Banda della Magliana, Marcello Neroni, quien hablando con un periodista del caso mencionó al Papa Juan Pablo II en los siguientes términos: “Inclusive juntas se las llevaba a la cama, no sé dónde, pero en el Vaticano. Era un asco. Y fue así que en un momento dado el secretario de Estado del Vaticano decidió intervenir”.
En el estudio, Orlandi aumentó la dosis al afirmar: “Me dicen que Wojtyla salía de vez en cuando por la noche con dos monseñores polacos y ciertamente no iba a casas benditas”. Estas palabras causaron el rasgarse de vestiduras por parte del Osservatore Romano, de Estanislao Dziwisz, arzobispo emérito de Cracovia y durante años fiel secretario personal de Juan Pablo II así como una reacción incluso por parte del Papa Francisco.
El Papa Francisco salió al paso de las acusaciones de pederastia dirigidas a Juan Pablo II afirmando: “Un pensamiento a la memoria de san Juan Pablo II, en estos días objeto de suposiciones sin fundamento”, dijo el Pontífice desde el balcón del Palacio Apostólico tras el rezo del Regina Coeli el pasado domingo 16 de abril.
Mientras tanto, el gobierno italiano y el gobierno de la Santa Sede dicen que siguen investigando. Pero de Emanuela, de su paradero, y de los responsables de su desaparición y destino, no hay más que especulaciones.