La dura batalla legal y pública para detener la arremetida judiciaria del gobierno estadounidense (y de su cómplice, el gobierno británico) contra Julian Assange, fundador de Wikileaks, está muy lejos de terminar. Assange todavía puede ser extraditado a los Estados Unidos, aproximadamente en tres semanas, si el gobierno de estadounidense proporciona “garantías” -ya consideradas por Amnistía Internacional “intrínsecamente poco fiables”- como la promesa de que no se le aplicará la pena de muerte-. La realidad es que Assange podría enfrentar una pena de prisión de 175 años en Estados Unidos (equivalente a ser enterrado vivo) encerrado en una prisión de alta seguridad, en el llamado país señero y llama universal de la libertad y la democracia, por revelar algunos de sus secretos más oscuros y perversos, a la humanidad.
¿Se puede tener confianza en un gobierno que ha hecho de todo para procesar y mantener en prisión a Assange con justificaciones legaloides en los últimos 12 años y que inclusive ha planeado matarlo?
En efecto. Ahora se sabe que el ex director de la CIA (Agencia Central de Inteligencia), Mike Pompeo, ordenó a la agencia que hiciera planes para secuestrar y asesinar a Julian Assange después de que WikiLeaks publicara documentos relacionados con el espionaje masivo y sin orden judicial a ciudadanos estadounidenses y políticos extranjeros. Dichas filtraciones mostraron a los ciudadanos estadounidenses y a los gobiernos -incluidos aliados- el espionaje del que eran objeto por parte de diversas agencias estadounidenses y de su sistema planetario de espionaje. A Julian pensaron secuestrarlo o matarlo en las calles de Londres, lo que no ocurrió porque estaba refugiado en la embajada de Ecuador y después encarcelado la capital británica.
El pasado 26 de marzo de 2022, el Tribunal Superior del Reino Unido emitió una decisión sobre la posibilidad de que el periodista Julian Assange pudiera apelar su extradición a Estados Unidos. Como hemos explicado en artículos anteriores, Estados Unidos está tratando de llevar a juicio al fundador de WikiLeaks y al periodista australiano, por exponer crímenes de guerra del ejército estadounidense en Irak, Afganistán y otras naciones así como por revelar el espionaje al que someten a sus propios ciudadanos la Casa Blanca y sus agencias.
Julian lleva encerrado en prisión por revelar información en un laberíntico proceso legaloide de casi cinco años: un juez del Reino Unido bloqueó la extradición de Assange y posteriormente el tribunal superior revocó dicha decisión. En efecto, en febrero el Tribunal Superior del Reino Unido celebró dos días de audiencias sobre si Assange tenía derecho a apelar su extradición por una miríada de motivos, entre ellos, la libertad de prensa y la libertad de expresión.
Lo grave, además de que Assange no es liberado, es la negativa a considerar motivos para evitar su extradición a Estados Unidos, la libertad de prensa y la libertad de expresión. Por lo que Julian podría verse en un avión de la CIA, esposado de pies y manos, en cualquier momento, con dirección a los Estados Unidos.
Además, ahora se sabe que uno de los dos jueces del Tribunal Superior de Gran Bretaña que se pronunciará sobre el intento de los abogados de Julian Assange de detener su extradición a Estados Unidos, representó al Servicio Secreto de Inteligencia del Reino Unido (MI6) (dedicado a espiar y complotar contra gobiernos extranjeros con intereses adversos al gobierno británico) y al Ministerio de Defensa, según ha descubierto el medio de investigación Declassified UK. Es decir, estamos ante un claro conflicto de interés de dicho juez.
El juez Jeremy Johnson también ha sido un abogado de todas las confianzas de las agencias de espionaje británico y autorizado al más alto nivel por las autoridades del Reino Unido para acceder a información ultrasecreta.
En pocas palabras, estamos ante un cómplice del sistema de espionaje global al que Assange puso en jaque revelando información clasificada como el vídeo “Collateral Murder”. Como puntualiza Desclassified UK, “la carrera periodística de Assange se ha caracterizado por exponer los secretos sucios de los sistemas de seguridad nacional de los Estados Unidos y del Reino Unido. Ahora, se enfrenta a un juez que ha actuado en nombre de algunas de esas mismas agencias”. No cabe duda de que Julian está en manos de su mismo verdugo, de un juez que es parte, cómplice, del mismo sistema al que ha expuesto y puesto en jaque.
Pero lo peor, aún, podría estar por venir para el fundador de Wikileaks. Es decir, si bien el largo y tortuoso camino del editor de WikiLeaks a través del sistema legal de Inglaterra pronto podría terminar, lo que enfrentaría a continuación en el sistema de justicia estadounidense es más aterrador, según lo define Desclassified UK.
En pocas palabras, el periplo carcelario de Julian Assange aún está muy lejos de terminarse, lamentablemente por lo que parece: podría, por ejemplo, alargarse aún muchos años en la lucha por evitar su extradición a Estados Unidos a través de Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH). O lo que es peor, estancarse por años en la lucha legal en territorio estadounidense para defenderse de los cargos que le imputan las autoridades de dicho país por revelar información que no querían saliera a la opinión pública.
Y claro, lo ocurrido con Julian es un mensaje para todos aquéllos que se atrevan a publicar o revelar secretos de estado, vídeos, cables diplomáticos, informaciones que no quieren vean la luz las élites que gobiernan el planeta y ordenan matar líderes políticos, periodistas, hacer caer gobiernos, o destruir naciones enteras y millones de seres humanos con la complicidad del sistema mediático global de desinformación.