Eduardo Lliteras Sentíes.- Agencias de los Estados Unidos, con el supuesto pretexto de combatir a los narcotraficantes mexicanos, sus redes y contactos criminales en otros países, han entregado armas y también aviones para transportar drogas a las organizaciones que dicen combatir. No es teoría de la conspiración, o un guión barato de Hollywood estilo Banana Republic, donde al final los buenos son los chicos mercenarios que llegan a salvar al mundo, mientras nos dejan en nuestro violento y criminal estercolero o shithole y ellos se llevan los dólares de vuelta a casa para comprar más armas. No. Como suele suceder, la realidad, rebasa a la ficción.
Estando en la redacción de un conocido rotativo local obsesionado con el tema de las drogas nos enteramos de la caída de un jet cargado de narcóticos en el municipio yucateco de Tixkokob. Su entonces alcalde, Adolfo Calderón Sabido, dio el pitazo informando que alrededor de las 03:00 horas de la madrugada se escucharon los estruendos de las turbinas de un avión que sobrevolaba sobre el municipio. Esto ocurría en la madrugada del lunes 24 de septiembre de 2007 cuando en la soñolienta población yucateca cercana a Mérida, se escucharon los motores de helicópteros de gran tamaño, que luego se confirmó eran aparatos militares que irrumpieron en la zona.
En poco tiempo, militares daban caza a los tripulantes de la aeronave que se estrelló con su carga de más de tres y media toneladas de cocaína, tema que fue engrandecido ocultando lo realmente importante: el propietario de dicho avión.
El titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), Noé Ramírez Mandujano, dijo que la nave, matrícula N987SA, procedía de Colombia y el cargamento de cocaína tenía que ser entregado a cómplices de los hermanos Beltrán Leyva, operadores del cártel de Sinaloa. El borlote siguió después en Mérida, donde en una plaza comercial ubicada al oriente de Mérida se ubicó un vehículo con placas de Quintana Roo UVN-20-44. Dos personas fueron detenidas.
El avión privado había despegado sin pasajeros desde Río Negro, Colombia, hacia Cancún, México, pero fue descubierto por llevar el trasponder apagado y al intentar escapar de un avión militar mexicano terminó estrellándose. Dicho incidente bien guardado en la memoria de los habitantes de Tixkokob formaba parte de la llamada “Operación Jaguar Maya” organizada por el ICE (Immigration and Customs Enforcement) gringo y otras agencias del vecino país que terminó convirtiéndose en un FedEx para los cárteles.
En efecto. “Una investigación de la revista Rolling Stone sobre miles de páginas de documentos gubernamentales, registros de vuelo, expedientes judiciales e informes de noticias locales en todo el hemisferio occidental confirmó que existía una operación secreta del ICE. Se llamaba Jaguar Maya. Según informes clasificados, el ICE compró aviones privados entre 2004 y 2007, con la intención de etiquetarlos con balizas de rastreo ocultas y, a través de empresas fachada como Donna Blue, venderlos a narcotraficantes. Se suponía que las balizas llevarían al ICE a cualquier lugar del mundo donde aterrizaran los aviones, y se suponía que el ICE trabajaría rápidamente, presumiblemente con las autoridades locales, para detener a los traficantes y confiscar las drogas antes de que salieran a la calle. Si todo salía según lo planeado, la Operación Jaguar Maya sería una gran operación encubierta sincronizada en los puntos más calientes de la guerra contra las drogas”.
Pero claro, no fue así. El Plan, que supuestamente tenía el objetivo de desmantelar redes de cocaína a mediados de la década de 2000, puso en marcha y en secreto unas dos docenas de aviones privados del que formaba parte el Gulfstream hecho añicos en Tixkokob. Lo que quedó oculto entre el escándalo mediático de las tres toneladas de coca desperdigadas en bultos en la geografía yucateca.
Como revela Rolling Stone, bajo el mando de su anterior propietario, este lujoso vehículo había volado para el programa de entregas extraordinarias de la CIA , una red de aviones con camuflaje corporativo que trasladaban a sospechosos de terrorismo a centros clandestinos o a la bahía de Guantánamo. Cuando se estrelló, pertenecía a una empresa recién formada cerca de Boca Ratón, Florida, llamada Donna Blue Aircraft. Si se buscaba en Google en ese momento, se encontraba un sitio web a medio terminar, que incluía un número de teléfono 555 y un testimonio de un cliente satisfecho, “John Doe”. Al visitar su sede, se encontraba una puerta sin marcar en un parque de oficinas. ¿Y su acrónimo? El término legal para “hacer negocios como”. Donna Blue Aircraft parecía, en otras palabras, una fachada burdamente imaginada, y eso es exactamente lo que era. Según los documentos del gobierno, era una “empresa encubierta” del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas.
Por ahí, buscando apareció un nuevo documento que proporcionaba más pruebas de que el propietario del avión con cocaína estrellado era un agente estadounidense y que “’el Chapo’ utilizó un avión vinculado a la CIA”. De hecho, según una investigación del Parlamento Europeo sobre los vuelos secretos de la CIA divulgada por el diario mexicano El Universal, el jet estrellado en Tixkokob había sido utilizado por la agencia de inteligencia norteamericana durante los dos años previos para llevar a supuestos terroristas a la base militar de Guantánamo en Cuba y al campo de torturas del mismo lugar.
Rolling Stone dice que tras el accidente, la Oficina del Inspector General del Departamento de Seguridad Nacional comenzó a investigar las denuncias de “operaciones de contrabando de narcóticos bajo los auspicios de la ‘Operación Jaguar Maya’”, según informes del Inspector General obtenidos por la revista Rolling Stone. El supuesto contrabando gubernamental se llevó a cabo “con el consentimiento de agentes especiales de la oficina del ICE en Tampa [Florida]”.
Asimismo, la revista estadounidense señala que los informes muestran que los agentes del ICE incorporaron “aproximadamente 20 aviones” a la Operación Jaguar Maya, incluido un Boeing 727. Y según el testimonio de los informes y del fiscal en el caso de Malago, el ICE no detuvo a ninguno de ellos, mientras que otros gobiernos frustraron algunos, sin el ICE, lo que significa que la operación puede haberse transformado en un FedEx para los cárteles.
Esta historia, claro está, recuerda a otra operación que dimos a conocer en Infolliteras.com hace años: “Rápido y furioso”, la que se trató del tráfico oficial de armas desde los Estados Unidos a México y su entrega a narcotraficantes. Así es. Entre 2009 y 2011, la Oficina de Alcohol, tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) de los Estados Unidos ingresó ilegalmente a México más de dos mil quinientas armas de fuego, las cuales dizque tenían un chip para poder rastrearlas y, así, localizar a los responsables del vender armas al crimen organizado mexicano. Los carteles ubicaron las armas y, quitándoles el localizador, las desaparecieron, se las apropiaron sin dejar huella. Y con ellas, cometieron innumerables asesinatos en nuestro territorio. Ahora, también se sabe que han comenzado a aparecer en México, en manos de los cárteles, armas entregadas por Estados Unidos al gobierno de Ucrania con el supuesto propósito de combatir la invasión rusa.