Tras la muerte de cada Pontífice es tradicional someter su cuerpo a un procedimiento llamado "Tanatopraxia". Se trata de una técnica higiénico-conservadora para preservar el cuerpo del difunto antes del entierro. Es decir, para contrarrestar los procesos naturales de descomposición y permitir la exposición pública del féretro a los fieles, especialmente si esta, como en el caso de Bergoglio, durará cuatro días.
Como se sabe, el cadáver del Papa estará expuesto desde el martes hasta el viernes por la noche, a la espera del funeral solemne previsto para la mañana del sábado siguiente.
La Tanatopraxia permite mantener el aspecto natural del difunto durante varios días, sin recurrir a congelación ni tratamientos extremos. Pero debe realizarse necesariamente en las horas inmediatamente siguientes a la muerte, para cortar de raíz el deterioro celular, desencadenado por la autólisis y las bacterias, destrucción que empieza a producirse inmediatamente después del paro cardiocirculatorio, cuando ningún tejido recibe más oxígeno.
Asimismo, la palabra “sobriedad” es la palabra que inevitablemente vuelve a aparecer en estos días de luto nacional mientras nos acercamos al funeral del Papa Francisco, previsto para el sábado 26 de abril, a partir de las 10 de la mañana en la Plaza de San Pedro.
Es también la palabra clave en el código de vestimenta impuesto a los jefes de Estado y de gobierno y a los invitados al funeral, quienes se sentarán en zonas reservadas durante la celebración. Las peticiones son estrictas y, aunque el Santo Padre nunca prestó especial atención a la forma cuando estaba en vida, el protocolo de la Santa Sede para los funerales de la máxima autoridad religiosa de la Iglesia católica es rígido y no permite personalismos.
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