Con Angelo Becciu, excluido del conclave por corrupto (acusado de peculado) y dos cardenales que podrían no participar por motivos de salud -Josip Bozani arzobispo emérito de Zagabria y Vinko Pulji arzobispo emérito de Sarajevo- los cardenales electores descenderían a 133 de 135; por tanto, el quorum necesario para ser elegido un nuevo Papa se ubicaría en 89 votos, es decir, los dos tercios necesarios para que sea electo un nuevo Pontífice.
En el Colegio Cardenalicio hay 71 países representados de los siete continentes; 18 cardenales italianos -se redujo su número respecto a los dos anteriores cónclaves-; a los italianos les siguen en número los estadounidenses con 10 purpurados; luego Brasil con 7, España con 5, Portugal, India, Canadá y Polonia con 4. Los africanos de diversas naciones suman 22 (antes eran 19) y los asiáticos 22 (antes eran 10).
Una norma promulgada por Pablo VI limita a 120 el número de cardenales que tienen “derecho a elegir al Romano Pontífice”. Además, el problema es que hay 120 habitaciones actualmente en Casa Santa Marta donde se hospedan los purpurados -menos la que ocupaba el Papa desde el año 2013.
Para permitir que los 133 cardenales con menos de 80 años ingresen al Cónclave, sería necesaria la modificación de la norma de Pablo VI. Con la muerte de Bergoglio y la sede actualmente vacante, la Congregación General de Cardenales, que ya se ha reunido dos veces para preparar los pasos previos al Cónclave, deberá evaluar la posibilidad de elaborar un motu proprio. En otras palabras, los propios cardenales podrían cambiar el límite de 120 participantes indicado hace medio siglo.
ISRAEL LE HACE EL FUCHI AL VATICANO
Lo que es evidente en éstos días y lo comentan los diarios italianos, es la fractura diplomática entre el gobierno de Israel de Benjamín Netanyahu y el Vaticano: se han removido de las redes sociales las publicaciones de condolencias por la muerte del Papa Francisco. Y el gobierno de Tel Aviv no enviará a ningún representante de nivel. Sólo su embajador ante el Vaticano estará presente.
BALOTAJE A LOS 34 ESCRUTINIOS
Por otro lado cabe recordar que el Decano es elegido por los cardenales obispos y guía la oración común en la Sixtina e inicia el procedimiento del voto. Los custodios del voto son los revisores, que certifican la operación de escrutinio, los escrutadores realizan el conteo de votos y de las papeletas de voto y los llamados infirmari, son quienes recogen los votos de los cardenales enfermos.
Después de 34 escrutinios se pasa al balotaje entre los dos cardenales más votados. Aunque no se espera que sea necesario. El próximo cónclave podría no ser tan corto como el que eligió a Bergoglio -a las cuatro votaciones- pero quizá sí tan largo como el que eligió al Papa Wojtyla con 8 votaciones.
REFORMA A FAVOR DE LA TRASPARENCIA
El Papa Bergoglio intentó a toda cosa una reforma de la Curia Romana que evidenció todos éstos años que es una burocracia inflada resistente al cambio. Los primeros movimientos del Papa hacia la transparencia de los asuntos financieros del Vaticano le generaron de inmediato enemistades en la Curia y afuera. Asimismo, sus esfuerzos continuos por destapar irregularidades fiscales en la Iglesia le complicaron el camino hacia la reforma de la Curia.
PROFECÍA DE SAN MALAQUÍAS
Entre las profecías del pasado que circulan en Roma está la atribuida a San Malaquías, arzobispo de Armagh que vivió en el siglo XII, y quien según la superstición o superchería pudo haber predicho el sucesor de Francisco al trono papal.
EL PAPA REFORMISTA EMPUJÓ POR AMPLIAR LA PRESENCIA FEMENINA EN LA IGLESIA Y EL VATICANO
Francisco insistió en que “es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”.
Durante su papado se discutió si las mujeres que alguna vez fueron ordenadas como diáconos, podrían ser ordenadas otra vez. Y también se abrió el tema de las mujeres sacerdotas, lo que es rechazado por el ala más ultra del Colegio Cardenalicio.
CONTRA LA CORRUPCIÓN Y LA MAFIA
El Papa Francisco tenía un plan claro: golpear a la mafia y a la corrupción no sólo con palabras, sino a través de las reformas de la Iglesia. Creó comisiones, convocó cumbres internacionales en el Vaticano, promovió el trabajo de dicasterios en la materia. Incluso habían comenzado a estudiar una forma jurídica concreta para hacer efectiva la excomunión de los corruptos. El Papa utilizó palabras fuertes: definió la corrupción como “un cáncer”, “una raíz venenosa”, “una blasfemia social”. Y continuó haciéndolo. Pero lo dejaron sólo. La Curia Vaticana le dio la espalda.