Las cuentas del Vaticano están en números rojos / El próximo Papa deberá afrontar dicha crisis / Francisco realizó reformas de fondo para combatir la corrupción
Fotos y texto / Eduardo Lliteras Sentíes / Roma, Ciudad del Vaticano.- Las cuentas del Vaticano están en números rojos. Éste crucial problema tendrá que ser afrontado por el próximo Papa tras ser investido y saludar a los fieles tras el Habemus Papam desde el balcón de la basílica de San Pedro. El Papa Francisco no pudo restablecer el equilibrio de las cuentas, con donaciones descendentes, gastos descontrolados de la Curia y un agujero en el fondo de pensiones, lo que además podría significar, para el próximo Pontífice, recurrir al despido de algunos trabajadores del Vaticano, lo que ciertamente sería muy duro de decidir. El Vaticano tiene un déficit estructural de más de 70 millones aproximadamente al año.
La reforma del IOR (Instituto de Obras de Religión o Banca Vaticana) y de las finanzas vaticanas, con la creación de la Secretaría de Economía, junto con el impulso a la transparencia y los mayores poderes confiados a la Autoridad de Supervisión e Información Financiera (ASIF), fueron uno de los rasgos distintivos del papado de Jorge Bergoglio. Una de las herencias del Papa Bergoglio doce años después de haber sido nombrado Pontífice fue, gracias a una serie de profundas reformas, que el Vaticano haya salido de la lista negra de paraísos fiscales.
En efecto. El Papa Bergoglio hizo mucho y todo lo que puso para afrontar la corrupción en el manejo de las finanzas del Vaticano, los desvíos de purpurados como Ángelo Becciu con una serie de reformas financieras. Sin embargo, no ha conseguido restablecer el equilibrio de las cuentas, con donaciones de fieles y creyentes en descenso.
Por otro lado está el gasto de la Curia a pesar del adelgazamiento y de la lucha a la corrupción realizada por el Papa. Asimismo, se afirma que hay un agujero en el fondo de pensiones.
Cabe señalar que no hay cifras oficiales, porque el Vaticano no publica un balance consolidado definitivo desde 2022. Según lo que ha circulado extraoficialmente, en 2023 los gastos fueron de 1.236 millones (+33 millones) frente a unos ingresos de 1.152 millones de euros (+28 millones). En resumen, un déficit de aproximadamente 84 millones de euros, frente a los 78 millones de 2022. Según informó el diario italiano Repubblica, para 2024 las estimaciones de déficit eran de 87 millones de euros, pero al final del año se habría contenido en torno a los 70 millones de euros.
En resumen, como han explicado varias veces los responsables de Economía, la propia Santa Sede dispone de un presupuesto comparable al de una universidad americana media, con unos activos estimados en unos 4.000 millones de euros. Cuenta con los ingresos de los Museos Vaticanos, con los turistas que por decenas de miles llegan diario a San Pedro, con el pago de los derechos sobre los libros y otras publicaciones del Papa.
Como explica el vaticanista del diario italiano Domani, Francesco Peloso, los datos muestran que, entre 2021 y 2023, el gasto de los órganos de gobierno y entidades vaticanas aumentó en 132,7 millones. La partida que ha experimentado un mayor aumento es la relativa al “Apoyo a las Iglesias locales en dificultad y a los contextos específicos de evangelización”, signo de que las necesidades financieras de la Iglesia universal son apremiantes y crecientes; Al mismo tiempo, aumentan las necesidades de las nunciaturas y de los organismos vaticanos dedicados a la comunicación.
Por otra parte, la Apsa (Amministrazione patrimonio sede apostolica, Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), institución que gestiona las inversiones financieras e inmobiliarias del Vaticano, ha comenzado a vender parte del patrimonio inmobiliario.
Como ya hemos mencionado inmediatamente después de su elección, el Papa Francisco creó una comisión que condujo a una reforma del IOR, reorientando su misión como “banco” vaticano al servicio de las obras religiosas después de los escándalos de los años anteriores y conocidos como Vatileaks 1 y 2, en los que se filtraron a la prensa documentos sobre actos de corrupción en el manejo del patrimonio inmobiliario y en los dineros del Vaticano.
El Papa Francisco dio dos parámetros para la reforma: 'transparencia y honestidad'. Entre los pasos decisivos de la reforma de la institución con sede en el Torrione di Niccolo' V, estuvo el acuerdo con el Banco de Italia en 2016 sobre la supervisión y el intercambio de información y, por lo tanto, la entrada en la "lista blanca", y luego el lanzamiento del nuevo estatuto. Es decir, el Papa Francisco buscó que las cuentas del Vaticano dejaran de ser un agujero negro y que el Banco del Vaticano o IOR dejara de ser un lavadero de dinero sucio, incluido de la mafia, al adecuarla a los estándares internacionales y europeos de lucha al lavado y de transparencia.
Francisco luchó desde el primer día contra los privilegios de los príncipes de la iglesia con la eliminación de los alquileres preferenciales para los cardenales, algunos de los cuales vivían en departamentos de súper lujo en Roma. Ahora los purpurados pagan precios de mercado por el alojamiento en el Vaticano.
Es decir, el objetivo de Francisco era enviar el mensaje de que nadie está por encima de las reglas, ni siquiera los cardenales. Además, estableció que todos los bienes inmuebles de la Santa Sede deben considerarse propiedad exclusiva del Estado Vaticano, incluso si están registrados a nombre de entidades eclesiásticas: las entidades son simplemente “fideicomisarios”.
El Pontífice reformuló la organización del IOR "para hacerlo coherente con las más modernas exigencias organizativas así como con las necesidades operativas que surgen cotidianamente en la actividad del Instituto".
Según explicaba la misma Santa Sede los principales cambios contenidos en ambos textos se refieren a la armonización del mandato de cinco años y a la renovabilidad de los mandatos en los distintos órganos, que sólo será posible una vez (por tanto, por un máximo de diez años).
Así como la no simultaneidad del mandato de los miembros de la Comisión de Cardenales y del Consejo de Superintendencia, la inserción de una disposición específica en materia de conflictos de intereses: esta última prevé que "cada miembro del Consejo de Superintendencia se abstenga de participar en las votaciones relativas a resoluciones en las que tenga un interés, actual o potencial, en nombre propio o en nombre de terceros".
Entre 2014 y 2015, la segunda parte de la reforma de las finanzas vaticanas, iniciada ya por el Papa Ratzinger, se definió con la creación de tres nuevos órganos: el Consejo para la Economía, la Secretaría para la Economía y el Auditor General. Para el ministerio responsable de los activos, APSA, se decidió que mantendría su papel de banco central del Vaticano con todas las obligaciones y responsabilidades de instituciones similares en todo el mundo.