A través de redes sociales y de Cholul al Minuto, vecinas piden se reabra la Biblioteca de la Comisaría de Cholul, cerrada desde la pandemia. La biblioteca, un esfuerzo colectivo de vecinas y vecinos, sigue cerrada. Era utilizada por los estudiantes para realizar sus tareas. A continuación publicamos la carta publicada en nuestras redes sociales por Susana Campos, vecina y una de sus principales impulsoras:
Hoy que soy mediadora de lectura, me duele más que nunca ver mi biblioteca cerrada…
Y es que, con apenas 8 años, presencié cómo un grupo de vecinas gestionaron el espacio de la antigua escuela secundaria, improvisaron libreros hechos con latas de leche y tablones, y cariñosamente acomodaron los libros de texto donados por distintas instituciones. Propusieron a doña Teté para que el ayuntamiento le pagara un sueldo de bibliotecaria, convirtiendo así un edificio inservible, en el punto de reunión de niños, adolescentes y adultas que acudían a hacer la tarea, a hojear libros, a tomar cursos, a platicar con amigos del pueblo.
Hace 6 meses le dije a mi hija que la llevaría a conocer una biblioteca. Una experiencia que la pandemia y el ajetreado regreso a la normalidad nos robó por tanto tiempo. De forma que, una tarde nos subimos a la bici. Me sorprendió ver las ventanas y la puerta cerradas, así que pasamos por pan dulce y volvimos a casa. Dos días después lo intentamos de nuevo. Y nada. Me imaginaba a Doña Esther tomando algún curso o capacitación, así que dejé pasar una semana más para regresar… Pero el lado del edificio perteneciente de la biblioteca seguía cerrado.
Esta vez nos metimos y le preguntamos a la responsable del centro cultural. Y, oh, sorpresa… Aunque las actividades de los centros culturales y bibliotecas públicas habían regresado a la normalidad hacía meses, nuestra biblioteca no volvió a abrir…
¿La razón?
Durante la pandemia Doña Esther se jubiló. Pero… ¿y los libros? ¿y los muebles? ¿y los materiales? Se supone que hay una dirección responsable de enviar a otra persona, ¿no? Como león le di vueltas por fuera al edificio imaginando los libros llenos de moho, encerrados desde inicios del 2020. Perdidos, quizá. O peor aún: rescatables, pero encerrados, aislados de manos y ojos que pudieran disfrutarlos.
Volvimos a casa pedaleando, y no dejaba de pensar en las tardes de mi adolescencia.
Hubiera tarea pendiente o no, mis amigas de la secundaria y yo nos reuníamos en la biblioteca. Saludábamos a la bibliotecaria que nunca se estaba quieta porque siempre tenía libros que etiquetar, anaqueles que limpiar, cuentos que contar. Sentadas en las mesas de la biblioteca con sus grandes ventanas, teníamos una vista privilegiada de lo que pasaba en el parque, en el kiosko, en la calle. Muchas de nosotras nos conocíamos de vista todos los libros donados con el paso del tiempo, y nos era sencillo identificar cuando llegaba acervo nuevo. El archivero con las tarjetas de identificación eran códices indescifrables, que solamente Doña Esther entendía e intentaba explicarnos con paciencia.
Cuando se habilitó un salón como área infantil, la adolescencia se quedaba afuera para que nosotras pudiéramos, sin complejos, sentarnos en las sillas pequeñitas a hojear, a leer y a escuchar a Doña Teté con su voz de cuentacuentos.
Todos esos recuerdos, quería compartir con mi hija.
Todos esos recuerdos – aunque viven en mi mente – es como si estuvieran enclaustrados, degradándose tras esas grandes puertas de madera.
Cholul tenía una biblioteca pública. Más allá de contener las enciclopedias de las cuales copiábamos información cuando la papelería no tenía la planilla o biografía para hacer la tarea, la biblioteca era un espacio en el corazón de nuestro pueblo, donde una niña, una adolescente, una adulta, podía escapar del exterior y sentarse a simplemente ser.
Nuestra biblioteca era una estrellita más en nuestro currículum como comisaría de Mérida; una estrellota en el currículum del Ayuntamiento de Mérida y un gran motivo de orgullo para el Gobierno del Estado de Yucatán .
Hoy es solamente un elefante blanco en eterno estado de descomposición.
¿Cómo la recuperamos, Renán Barrera?
¿Qué gestiones hacen falta, Mauricio Vila?
¿De qué forma la ciudadanía y las autoridades podemos colaborar para no dejar morir este espacio en agonía?
Desde hace 36 años soy vecina de esta comisaría que vio nacer a mis dos hijos.
Desde hace 2 años soy mediadora de lectura del Programa Nacional Salas de LecturaSalas de Lectura Yucatán y estoy dispuesta a participar en el rescate de nuestra biblioteca pública.
“Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública, puede medirse la cultura de un pueblo”. – John Steinbeck
Así que… espero instrucciones prontas para ponernos a trabajar.
Susana del Ángel Campos Vélez
11 de julio de 2023