Por Eduardo Lliteras Sentíes- Estamos ante una sorprendente guerra por las vacunas mientras las farmacéuticas no cumplen lo pactado, provocando sospechas de que sirven a otros intereses, propios y de algunas potencias, en la carrera contra reloj contra la pandemia y sus devastadoras consecuencias, económicas y sociales.
En efecto. El juego de las farmacéuticas ha provocado una grave crisis diplomática entre la Unión Europea y la Gran Bretaña. Hay acusaciones de acaparamiento de las preciadas vacunas. Pero también, reclamos del club europeo por la inversión millonaria realizada en el desarrollo de las vacunas en los laboratorios privados con dinero público.
Queremos el retorno de la inversión, exigió Stella Kyriakides, comisaria europea de la salud, mientras Moderna, Pfizer y AstraZeneca simplemente no han podido cumplir con los contratos de entrega de las vacunas contratadas por Europa.
Eso sí, se ha evidenciado que Gran Bretaña, Israel y Estados Unidos han acaparado la mayor parte de la producción, lo que ha generado una crisis diplomática no vista en mucho tiempo en occidente.
En respuesta, la Unión Europea amenazó con bloquear la salida de vacunas del territorio europeo y exigió saber adónde se envía la producción de vacunas producidas en su territorio y que los laboratorios cumplan con los contratos.
Por lo pronto, al ritmo actual de vacunación, podrían pasar dos años hasta que los alemanes estén en su mayoría inmunizados, advierten medios alemanes.
El gobierno alemán encargó cantidades mucho mayores de dosis de las que está recibiendo, como era de suponerse, al igual que el gobierno de México, o los de Italia y España. Pero el problema es que los fabricantes no están cumpliendo lo acordado. De allí que las metas de vacunación estén comprometidas y no sólo en Alemania, obviamente.
El acaparamiento de las vacunas por parte de algunas naciones, como Estados Unidos ha provocado un fenómeno absurdo e inaceptable: los viajes de miles de personas a territorio estadounidense desde otros países para ser vacunados.
Se afirma que más de 50 mil personas así habrían sido vacunadas en las últimas semanas, en lugar de que el personal de salud de los países pobres reciba la vacuna.
La realidad es que para las personas que viven en pobreza, la recuperación tomará hasta diez años, como advierte Alexandra Haas, directora ejecutiva de Oxfam México.
Eso sí, mientras tanto, un puñado de mil millonarios recuperó en meses sus pérdidas y algunos han ganado con la pandemia.
Con la riqueza que las 12 personas más ricas de México han acumulado durante la pandemia, se podría cubrir dos veces el gasto del IMSS 2021, advierte Oxfam. Pero ese no es el tema que importa a quienes desean la muerte al presidente. Por supuesto.
No cabe duda de que las prisas de los gobiernos europeos por vacunar a su población, así como de Israel, Estados Unidos y Gran Bretaña, tiene que ver antes que nada con el control de la creciente insurrección social desencadenada por el encierro y la parálisis económica.
Hablamos de una bomba social que está estallando como se ha visto en días recientes en Holanda -con escenas de violencia no vistas en décadas- o Francia, por citar los dos más recientes.
Sin vacunas será imposible volver a una mediana normalidad y a estabilizar la economía de cada país para meter freno a la escalada de violencia social, eso queda claro. Los gobiernos están conscientes de que su sobrevivencia va en ello. Difícilmente se soportará económica y socialmente, otro año de encierro y de medidas draconianas para controlar la pandemia.
De allí que el tema sea también una cuestión geopolítica: las naciones que logren frenar la pandemia y apaciguar el caos social podrán ponerse de pie antes en la escena internacional y aprovechar el momento para imponerse a los otros competidores en la escena global y ganar territorios y afianzarse entre las naciones menos favorecidas del orbe. Entre los pobres de siempre.
En ese juego entra la famosa vacuna rusa Sputnik V la que ha sido rechazada en México con una virulencia propia de fanatismo y de servilismo a intereses ajenos al país.
Por lo pronto, en el viejo continente, el presidente checo, Milos Zeman, ha abogado este lunes por recurrir a la vacuna rusa Sputnik V pese a que de momento no tiene la luz verde correspondiente en el país, para compensar los retrasos en las entregas de los antídotos de las farmacéuticas estadounidenses Pfizer/BioNtech y Moderna.
“No tengo nada en contra de que, si los expertos encuentran consenso, se use el suero ruso. ¿Es mejor que aquí muera gente por falta de vacuna?”, planteó Zeman en una entrevista a la emisora privada Frekvence.
Hungría, por su parte, ya ordenó 2 millones de vacunas a los rusos.
Y es de esperarse que Alemania y Rusia sellen pronto un acuerdo para producir la vacuna rusa en conjunto, a pesar del conflicto político con Vladimir Putin. La urgencia por frenar la pandemia, se antepone al juego geopolítico. Por el momento. Después, se verá cómo caen los dados.