Por Eduardo Lliteras Sentíes.- Después de su conflictiva salida de la Unión Europea el primer ministro británico, Boris Johnson, punta a relanzar lo que queda del imperio británico a través de lo que llamó “Global Britain” (Gran Bretaña Global), que no es más que la continuación del dominio anglo-estadounidense a través de su renovado poderío militar, nuclear y naval que incluye bases militares alrededor del mundo como la que hay en las Islas Malvinas y que apenas amenazó con defender con la fuerza al gobierno argentino.
Gran Bretaña había estado en camino de reducir su arsenal de ojivas nucleares a no más de 180 ojivas para mediados de la década de 2020.
Sin embargo, ahora, como si no fueran dichas bombas nucleares suficientes para varias veces destruir al planeta, y con la justificación de “las crecientes amenazas” (ideología que alimenta y justifica su industria de guerra, su sociedad militarizada y el estatus de guerra permanente), este límite se elevará a unas 260 ojivas nucleares, según dice.
Al igual que hiciera el anterior gobierno estadounidense de Donald Trump, Boris se apresta a aumentar y “modernizar” el armamento nuclear, lo que obviamente desatará los demonios de la carrera armamentista nuclear global.
Asimismo, el anunciado despliegue del llamado “Carrier Strike Group de la Royal Navy” (Grupo de ataque de portaviones de la marina británica) en la región Indo-Pacífico ha sido anunciado por los propagandistas de la industria de guerra y del poderío militar británico como una “demostración tangible de cómo se verá una Gran Bretaña verdaderamente global en el escenario mundial”. Y una primera movida estratégica en el tablero de la lucha por el dominio global.
Increíblemente dicho despliegue militar en la región del Indo-Pacífico es también justificada no sólo como de principal interés nacional de Gran Bretaña sino como una forma de “mantener una Europa segura”, misma a la que Boris abandonó con toda clase de justificaciones para obtener el Brexit, generando una grave crisis política y económica en el Viejo Continente que ha puesto en jaque su seguridad interna. Precisamente.
Dicha propaganda militarista fue publicada en el UK Defense Journal por Robert Clark, miembro de “Defensa de la Henry Jackson Society”, en la que afirma que en la estrategia de la “Gran Bretaña global” se busca “garantizar un continente europeo seguro y próspero; el Reino Unido como una fuerza positiva en el escenario mundial; y defender el comercio libre y abierto. Este despliegue naval logra ayudar a los tres intereses estratégicos”, dice.
Toda una declaración de buenos principios para esconder la imposición de los intereses británicos mediante la amenaza y la fuerza utilizando lo que llaman el soft power (es decir, dádivas o dinero a cambio de sometimiento) y la manu military.
Como parte de éste relanzamiento de la Gran Bretaña como un fuerza militar global actuando en sintonía con la potencia militar estadounidense, se ha informado que el gobierno del Reino Unido tiene como objetivo dirigir al menos 6.6 mil millones de libras esterlinas, equivalentes a 9.18 mil millones de dólares estadounidenses, de los fondos de defensa durante los próximos cuatro años a áreas que incluyen guerra espacial, armas de energía dirigida y misiles avanzados de alta velocidad.
Dice el Wall Street Journal que el año pasado, el gobierno del Reino Unido anunció su mayor aumento en el gasto militar desde la Guerra Fría en un intento por asegurar su posición como el principal aliado militar de Estados Unidos en Europa después del Brexit. El país gastará 24,1 mil millones de libras adicionales durante los próximos cuatro años en comparación con el presupuesto del año pasado.
Otros medios de la oligarquía global británica que defienden los intereses de los accionistas del sector militar y el statu quo global favorable a las transnacionales británicas como el Financial Times, han publicado justificaciones semejantes en las que señalan a Rusia y China como las principales potencias militares en ascenso que desafían el orden global surgido de la Segunda Guerra Mundial, que no es más que “dominio indiscutido” (y de sus intereses) de Washington en el globo y de sus vasallos como la Gran Bretaña.
De allí que no sorprendan las amenazas lanzadas a la Casa Rosada argentina por el actual inquilino del número 10 de Downing Street, quien ve a Latinoamérica como territorio de depredación y patio trasero estadounidense bajo cuyo paraguas medrar sin discusión.
En un posicionamiento, el gobierno argentino de Alberto Fernández afirmó que las recientes “consideraciones postuladas por el primer ministro Johnson reiteran la tradicional mirada colonialista del Reino Unido sobre las Islas Malvinas y el conjunto de posesiones británicas alrededor del mundo y para la Argentina no expresan novedad respecto de la política colonial británica”.
Según el gobierno argentino, Boris Johnson bajo el argumento no reconocido por las Naciones Unidas de defender el “derecho a la libre determinación”, “sostiene la ilegítima presencia en el Atlántico Sur, con el objetivo de apropiarse de las riquezas que allí existen y controlar tanto el acceso a la Antártida como del pasaje bioceánico entre el Atlántico y el Pacífico. La Argentina denuncia en forma permanente que uno de los objetivos principales del Reino Unido es sostener una base militar en Malvinas, circunstancia que los países del Atlántico Sur de América Latina y África que conforman la Zona de Paz del Atlántico Sur (ZPCAS) han planteado como una amenaza para toda la región. La Argentina ha denunciado reiteradamente que esta base viola la resolución 31/49 de las Naciones Unidas que prohíbe las acciones unilaterales en la zona en disputa, como lo es esta base militar”.
La base militar en Las Malvinas, así como la que mantiene el Reino Unido en Belice, entre otras, le permiten mantener capacidad de operación militar en el continente latinoamericano con los ojos bien puestos en recursos como el litio, en el que Bolivia, Chile y México son ricos.
Precisamente tras el violento golpe militar que obligó al presidente Evo Morales a huir de Bolivia, la embajada británica en La Paz actuó rápidamente para apoyar al nuevo régimen golpista de Jeanine Añez y títere a su servicio.
Declassified UK dio a conocer documentos del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña que muestran que el gobierno de Boris Johnson vio en el nuevo régimen golpista respaldado por el ejército, que mató a decenas de manifestantes, como una oportunidad para abrir los depósitos de litio de Bolivia a las empresas del Reino Unido.
Como recuerda Declassified UK, Bolivia tiene la segunda mayor reserva mundial de litio, un metal que se utiliza para fabricar baterías y que se ha vuelto cada vez más importante debido a la floreciente industria de los automóviles.
Y el gobierno del Reino Unido ha declarado que la tecnología de baterías de litio es una prioridad para su “estrategia industrial”. En junio de 2019, anunció que estaba invirtiendo 23 millones de libras en el “desarrollo de baterías para automóviles eléctricos”.
El gobierno británico ha señalado además: “Se estima que América del Sur posee el 54% de los recursos de litio del mundo, que son cada vez más demandados para fabricar baterías para vehículos eléctricos y programas de diversificación energética”.
Por último, cabe recordar que en febrero de 2019, el gobierno de Evo Morales había elegido a un consorcio chino como socio estratégico en un nuevo proyecto de litio de 2.300 millones de dólares que se centraría en la producción de los salares Coipasa y Pastos Grandes (salares bajo los cuales se deposita el litio) en Bolivia. Todo un ejemplo de lo que significa en realidad de “Global Britain”, en el que no cabe, por cierto, el cambio climático y los buenos propósitos declarados por Joe Biden a favor de la lucha al calentamiento global mientras se sopla en el incendiario fuego de la industria militar, de las más contaminantes del planeta.