Desde Vail, en vuelos privados, entraron a México recientemente centenares de personas, incluidos poderosos empresarios de la élite nacional como el empresario, Jaime Ruiz Sacristán, presidente de la Bolsa Mexicana de Valores -quien falleció el 12 de abril- o José Kuri Harfush, integrante independiente del consejo de administración de Grupo Inbursa. Venían contagiados de coronavirus o se contagiaron unos a otros en dichos vuelos privados.
Sin algún tipo de control sanitario, gracias a los aeropuertos privados, los ingresos VIP y sobre todo a sus influencias y dinero, algunos poderosos empresarios trajeron de Vail el coronavirus y lo inocularon en el país, con suma irresponsabilidad, a través del contacto con muchas personas en el trayecto a sus mansiones, o a su servidumbre.
Ahora, parte de esa élite, exige un rescate a la medida de sus necesidades, al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, alzando la voz y afirmando, inclusive, que debe dejar el poder. El enojo crece y desborda a muchos empresarios y líderes de cámaras empresariales, incluidos algunos que están en una abierta campaña política a la presidencia de la República, desde la plataforma de la Coparmex, y que no han cesado en sus ataques –mediáticos, legales- en un activismo nunca visto en anteriores sexenios, en los que la deuda, el despilfarro y la corrupción fueron endémicos y escandalosos.
Artículos publicados en inglés (y alimentados por el dinero de las élites contrarias a AMLO) circulan como si fueran la Biblia, asegurando que México camina hacia la catástrofe, que se encuentra bajo un gobierno dictatorial, envilecido, corrupto y todo lo que se les pueda ocurrir.
Los dos últimos publicados en el Asia Times y en el Financial Times, expresan el tono exacto de las posiciones empresariales contrarias al gobierno federal: “La destrucción de las instituciones, la economía y la democracia de México bajo el régimen inepto y cada vez más autocrático del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se ha acelerado en las últimas semanas con su gestión incompetente de la pandemia de Covid-19. La crisis está devastando a México con una fuerza cada vez mayor, mientras continúa negando hechos e inventando su propio escenario color de rosa con un aluvión diario de mentiras que generan dudas sobre su salud mental”.
Por su parte, el presidente AMLO, busca contrarrestar dichos ataques en redes sociales y medios de comunicación, con su “Mañanera”, en ocasiones con poca fortuna, debido a su tendencia a extenderse demasiado en algunos temas, a insistir en responder a algunos medios, periodistas o al sector que él llama “conservador”, mientras algunos paleros desvarían penosamente con discursos cantinflescos y no con preguntas dignas de un periodista.
Quizá por ello ha crecido el protagonismo del canciller, Marcelo Ebrard, a quien desde la elección presidencial pasada se le ubicaba como el candidato idóneo de la “izquierda” mexicana.
Algunos comentaristas se quejan de Marcelo, por hablar lo mismo del rescate de mexicanos en el extranjero que del convenio con el sector hospitalario privado para afrontar el COVID-19 en las “Mañaneras”.
La realidad es que Marcelo ha tenido un buen desempeño, ha demostrado ser capaz y sobre todo, tiene la cualidad de saber expresarse sin tantos circunloquios y de forma directa, clara. Y en medio de la crisis, se ha posicionado como el principal operador de la emergencia, desplazando al secretario de Salud, Jorge Alcocer y a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero.
Esto sucede mientras en el debate nacional se exige al presidente elaborar un rescate de las empresas, sobre todo de las MYPIMES (micros, pequeños y medianos negocios).
No deja de asistirles razón, ya que siete de cada 10 plazas laborales pertenecen a las pequeñas empresas.
Por lo pronto, mientras en Estados Unidos el presidente Trump lanza programas billonarios para apoyar a familias y empresas (cuyos cheques llegarán con una tarjeta con su nombre), en Argentina elaboran un proyecto de ley que impone un impuesto, por única vez, a grandes fortunas para financiar la campaña sanitaria y social contra la pandemia del nuevo coronavirus, informaron legisladores. Se trata del impuesto a las grandes fortunas que impulsa el gobierno para hacer frente a la crisis económica agudizada por el coronavirus. Y es una buena idea.