Redacción / Didier Madera.- El director del Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Antonio Vieyra Medrano, afirmó que los fraccionadores, constructoras, caleras y cementeras, así como de granjas avícolas y porcícolas, son los principales factores de degradación del subsuelo y el manto freático de Yucatán,
A pesar que es un sistema muy vulnerable a la degradación ambiental, la situación se complica con la ilegal actitud de empresarios, quienes hacen caso omiso a la Ley.
Tal anomalía “es consecuencia de corruptelas o buscando una ganancia económica sin tomar en cuenta el daño al medio ambiente, por lo que es necesario poner medidas más severas”.
Ejemplificó el caso de la constructora que pretende drenar un cenote en el fraccionamiento de Las Américas; la construcción de la calera Oxxica y del banco pétreo de la constructora Proser de Chocholá; la Planta Progreso de Cementos Fortaleza, y la planta de molienda de Cementos Holcim México, ubicada en Umán, así como las granjas.
Explicó que el 20 por ciento del suelo de México es cárstico, es decir, se piedra caliza, rocoso y soluble, pero cubre la totalidad de la superficie de la Península de Yucatán.
“Es un tipo de suelo muy vulnerable a la degradación ambiental, y la contaminación antropogénica provoca un grave daño al medio ambiente y la pérdida de la biodiversidad”, acotó durante la conferencia de prensa en la que participó.
Remarcó que la dinámica antrópica provoca daños, pero son más graves en terrenos cársticos, debido al tipo de suelo y la contaminación se filtra rápidamente, afectando el manto freático.
“En muchas de las ciudades del país se puede tener reglamentaciones e instrumentos de política pública, pero cuando estamos en el marco de las realidades no se cumplen o se trasgreden durante el crecimiento urbano”, acotó el especialista de la UNAM.
Ejemplificó el caso de Yucatán, donde “hay corruptelas y aspectos que se ponen en prácticas (para cometer un daño al medio ambiente), motivo por el cual es necesario medidas más severas”.
Mencionó el caso de Mérida, donde una constructora optó por drenar un cenote para continuar con su labor de construcción del fraccionamiento, provocando inundaciones en diversas calles.
Vieyra Medrano recomendó la necesidad de preservar los cenotes y grutas, pues los beneficios serían notables, tanto para el lugar como para el medio ambiente.
“Es importante que los espacios no aptos para desarrollo urbanos sean constituidos de esa manera, hay que privilegiar la preservación de los ambientes y no la ganancia económica a partir de una serie de prácticas no reguladas o no están controladas”, abundó.
Asimismo, sugirió que los fraccionadores y constructores deben de contar con la participación de especialistas en planificación urbana y regional, para el mejor aprovechamiento del entorno, así como para evitar impactos adversos ante el crecimiento de la población.
Expresó que las caleras, las cementeras y los bancos de extracción dañan la biodiversidad así como las actividades apícolas, hortícolas, principalmente, además de causar un daño en la salud de las personas de comunidades aledañas.
De igual forma, la extracción del material pétreo devasta hectáreas de terreno, forman grandes oquedades en el suelo, lo que lacera la flora y la fauna, así como un mayor problema al manto freático, aunado al ruido y al polvo generado durante la labor.
Tal irregularidad la viven los pobladores de Chocholá, con la construcción de la calera Oxxica y del banco pétreo de la constructora Proser.
La anomalía también se presenta con los pobladores Flamboyanes, comisaría de Progreso, con la recién inaugurada Planta de Molienda de Cementos Fortaleza.
Incluso, la problemática también ya fue denunciada por los pobladores de Umán, ante la presencia de la planta de molienda de Cementos Holcim México.
En la conferencia de Prensa virtual se presentaron los detalles de la IV Reunión Anual de la Asociación Mexicana de Estudios sobre el Karst (AMEK).
En el evento también participan especialistas de la Unidad Mérida del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), y el Centro de Investigación Regional Sureste (Cirse) del Instituto Nacional de Investigación Forestal, Agrícola y Pecuaria (Inifap).