Redacción.- Cuando la pandemia de coronavirus paralizó la economía europea hace un año, cientos de ciudades del Viejo Continente reconfiguraron sus calles para permitir que caminar y andar en bicicleta sea más fácil para ayudar al distanciamiento social y reducir la contaminación del aire. Ahora, con el fin de los bloqueos a la vista, las medidas han tenido tanto éxito que ciudades de toda Europa están apostando por la bicicleta para liderar la recuperación económica.
Según la Federación Europea de Ciclistas (ECF), las ciudades del continente gastaron mil millones de euros en medidas de ciclismo relacionadas con el COVID-19 en 2020, creando al menos 600 millas (1000 km) de carriles para bicicletas, medidas para calmar (obligar a los conductores a disminuir la velocidad) el tráfico y calles sin automóviles.
No solo Dinamarca y los Países Bajos (conocidos por su inversión en ciclovías) tomaron medidas, sino en lugares con una infraestructura inadecuada. La pandemia reveló una demanda latente de infraestructura para caminar y andar en bicicleta y ofreció la oportunidad de “reconstruir mejor”, como les gusta decir a los políticos. Ahora muchas ciudades están ocupadas acelerando los planes existentes para hacer precisamente eso: ampliar el espacio para las bicicletas en Europa.
En París, por ejemplo, las calles que alguna vez estuvieron dominadas por automóviles están llenas de bicicletas. Desde la primavera de 2020, se estima que el ciclismo ha crecido en un 70%, y unos 100 kilómetros nuevos de ciclovías temporales instaladas al principio de la crisis se convertirán en permanentes, con más kilómetros agregados. La proporción de mujeres en bicicleta ha aumentado, y una encuesta reciente encontró que el 62% de los residentes querían que los carriles para bicis fueran permanentes.
La alcaldesa parisina, Anne Hidalgo, está acelerando aún más los planes de ciclovías. Lisboa, capital de Portugal, está en el proceso de casi duplicar su red ciclista de 65 millas a 124 millas este año, comenzando con carriles emergentes para crear nuevas rutas protegidas. Al igual que Barcelona, esto forma parte de planes a más largo plazo para aumentar el área de caminatas y el ciclismo, afrontar la contaminación del aire y reducir el impacto de las olas de calor, con medidas complementarias para aumentar la sombra de las calles.