Redacción / Conde de Montecristo*.- Lamento la posible mala impresión que te hayan causado ciertas resistencias al Estadio Sostenible de Yucatán por parte de la comunidad de arquitectos yucatecos. La realidad es que 8 de cada 10 de mis amigos de Montecristo se mueren por dejar de pagar boletos de avión para ir al Minute Maid de Houston para darse una escapada a ver un juego de Grandes Ligas. Y en el caso de algunos arquitectos de renombre la situación es similar.
Otros ya separaron boletos para que sus hijas puedan ver concierto de Harry Styles en el Ball Arena de Denver y otros ya pagaron para ir a ver con sus hijas el concierto de Justin Bieber en Gila River Arena, en Glendale, Arizona. Ese concierto es para febrero de 2022, y me comentan que para separar espacio en el estacionamiento ya se puede pagar en línea, en los predios aledaños que rodean a éstos estadios suburbanos.
Lo mismo que posiblemente les has explicado. Una disculpa. No tuve oportunidad de explicarte antes, pues recién regreso de Madrid, a donde fui invitado por un amigo que trabaja en la Escuela Universitaria Real Madrid, a conocer parte del programa de gestión del Estadio Santiago Bernabeu, el cual ofrece ya la modalidad de másteres relacionados con el deporte, la gestión, el marketing, coaching, fisioterapia, entrenamiento, actividad física y salud, dirección de fútbol, tecnología y deporte, entre otras.
En el terreno del emprendimiento, destacan diversos proyectos desarrollados por exalumnos, como Live Media SAC, una compañía que tiene el propósito de cambiar el juego del entretenimiento, fundamentalmente en eSports, en la región de Latinoamérica. Pero volvamos a nuestro tema.
Déjame decirte que en este complicado ecosistema de profesionales yucatecos el Colegio Yucateco de Arquitectos es el más conocido y el más reconocido, aunque no es el más antiguo. Representa el Summum de la Alta Escuela que floreció desde la segunda mitad del siglo pasado con obras que ya forman parte de la identidad regional. Es una larga lista, imposible de nombrar ahora.
Es en el seno de esta comunidad, donde Yucatán ha aportado al mundo producciones pioneras en diseños radicalmente diferentes que constituyen un enlace entre la propuesta internacional de ruptura con la tradición, y lo que ellos llaman reinterpretaciones locales que derivaron en una arquitectura híbrida, pero de alto grado de identidad regional.
La Torá de la Arquitectura Yucateca y su conocimiento es propiedad de estos profesionales de prestigio, aunque en realidad no los verás perdiendo su valioso tiempo para aparecer en directivas locales: ya no tienen hambre de reconocimiento social porque ya han satisfecho esta parte de su pirámide de Maslow.
Ahora bien, algún gen recesivo ligado a su conciencia de casta yucateca se activa cuando por alguna razón sienten afectados sus intereses privados: la otredad del extranjero que llega a Yucatán con proyectos ya diseñados puede alterar lo que Rolando Zapata alguna vez definió como “ADN Yucatán” durante su tercer informe de gobierno, cuando impulsó la llegada de inversiones privadas como Grupo Modelo, Kekén, Bachoco, Agromaizza y Empaques Nova, entre otras.
“Porque Yucatán es tradición y creación, presente y futuro, orgullo y talento. Pero ante todo es conocimiento e identidad”, dijo al referirse a este ADN que hoy le impone un filtro a quien pretenda llegar con otras escrituras, otras religiones e ideologías relacionadas con el desarrollo urbano en Yucatán.
En este primer ecosistema se encuentran los reconocidos Augusto “Cuxo” Quijano, Javier “El Bonch” Muñoz, Jorge Carlos Zoreda, William Ramírez, entre muchos otros, y las nuevas generaciones como Xavier Abreu Sacramento y Carlos Quesnel, por mencionar algunos.
Le sigue a éste el Colegio Yucatanense de Arquitectos. Este sí es el más antiguo: su origen se remonta a los primeros arquitectos yucatecos que se fueron a estudiar a Puebla o a Veracruz y regresaron para ser pioneros de la Arquitectura Yucateca: algunos incluso fueron fundadores de la Facultad de Arquitectura, como Aercel Espadas.
Su formación fue muy distinta: ellos son más defensores de la llamada Arquitectura Social, fruto del impacto que tuvo en su formación el movimiento estudiantil de 1968. Poco a poco, este Colegio vino un poco a menos porque no comulgaban con las tendencias neoliberales y tomaron distancia de los premios, reconocimientos, bienales y concursos que ellos llamaron como “símbolos urbanos grandielocuentes”. Muchos de sus integrantes sobreviven en la academia, poseen una buena preparación técnica, pero de poca influencia en la opinión pública.
Por último déjame ilustrarte sobre el grupo de Colegios llamados “Pecho a Tierra”: en este ecosistema abundan aquellos arquitectos que por alguna razón no encajaron en los nichos anteriores, o bien, han tenido historias de disidencias, expulsiones y exilios de las organizaciones predominantes que han dominado, propuesto y autorizado quién puede entrar o no al Santo Sanedrín del primer ecosistema.
Sus nombres son fascinantes: por ejemplo el Colegio de Arquitectos de la Zona Metropolitana de Mérida, El Colegio de Especialistas en Urbanismo de Yucatán o bien otro grupo llamado “Sinergia en Acción”, que dirige el “Sugar” Alfonso González Fernández, quien desde la facultad de Ingeniería de la UADY no ha logrado ganar alguna elección interna en alguna directiva local, pero en contraste, ha despachado desde el Palacio de Minería de la Ciudad de México como Presidente del Colegio Mundial de Ingenieros Civiles, desde el cual recorrió países de todo el mundo en largas y sesudas conferencias pero sin ningún impacto en la vida de la arquitectura e ingeniería local.
Por su naturaleza estas agrupaciones como el Colegio de Arquitectos en Yucatán que dirigió Fernando Alcocer Ávila son usados por partidos e intereses políticos. Alcocer Avila formó parte en la campaña electoral de consejeros para la ex alcaldesa Angélica Araujo y recientemente como regidor por Morena en las pasadas elecciones.
A su vez, González Fernández participó en la planilla de Jorge Carlos Ramirez Marín para la alcaldía de Mérida. Muchos profesionales de la arquitectura en estos grupos son eternos inconformes, pero en alguno casos se trata de gente bien intencionada pues buscan, de alguna manera, ganar espacios como líderes de opinión, aunque les cuesta mucho trabajo porque están limitados por el uso de la forma y el fondo en sus propuestas.
Hay desde luego algunos otros ejemplos como el Colegio de Urbanistas y Desarrolladores del Hábitat, que aún les falta consolidarse pero que ya representan una corriente de profesionales jóvenes pues a diferencia de sus predecesores, ellos se enfocan más en entender las dinámicas sociales vinculadas al territorio y cómo unas inciden en las otras.
Son quienes hablan nuevos lenguajes y manejan conceptos como Movilidad Sostenible, Desarrollo Urbano Inclusivo, Uso y Vocación del Espacio Público y que por su incipiente influencia en la sociedad —carreras nuevas y apenas con algunas generaciones egresadas— aún no son órganos de consultas consolidados, pero que quizá representen la mejor oportunidad para caminar, aprender o lidiar cuando se presenta un fenómeno inusual como el de éste Estadio Sustentable de Yucatán.
De los Colegios del interior del Estado sería ocioso describir, pero el único que se activó durante el siglo pasado fue el de Progreso, al presentar un diagnóstico del patrimonio arquitectónico del puerto, que ninguna autoridad se ha atrevido a realizar, ni siquiera para saber el destino final del famoso Casino de Progreso o las obras que realiza la federación en el sitio y las futuras que vendrán.
Esta relación no representa una verdad ontológica, pero espero te sirva para comprender este complejo ecosistema que como cualquier otro, reacciona y resiste ante los cambios mientras no ocurra nada extraordinario como este tipo de proyectos de estadios suburbanos que funcionan mejor dentro de las ciudades, según las tendencias mundiales.
Atentamente
*El Conde de Montecristo: artículo que ha circulado en redes sociales.