Eduardo Lliteras Sentíes / Fotos: Mariupol, Ucrania, vía redes sociales- El sonido de las botas marchando alrededor del globo se escucha cada vez con mayor fuerza. Antes de que se desatara el conflicto armado en Ucrania, las tensiones militares entre China y Estados Unidos, entre China e India, entre Rusia y la OTAN o entre Australia y China, eran cosa cotidiana, por citar algunos. Disparos (de advertencia) entre barcos de guerra. Roces entre aviones de combate, peleas fronterizas entre soldados con muertos inclusive como ocurrió entre China y la India. Ejercicios militares entre aliados en el mar de China, en el mar Negro o Báltico, por mencionar algunos, no han hecho más que anticipar lo que está sucediendo en Ucrania y lo que puede suceder en otra zona caliente del planeta en cualquier momento.
Por ejemplo, antes de que iniciara la guerra en Ucrania el gobierno de Nueva Delhi no cesaba de invertir en ampliar su flota de guerra ante el creciente poderío militar en el mar de China, el que punta a disputar a los Estados Unidos su dominio en los océanos con sus barcos de guerra. El gobierno de Camberra rompió un contrato con el gobierno francés para adquirir submarinos nucleares a Estados Unidos.
Éstos son solo algunos ejemplos que me vienen a la mente con rapidez de lo que sucedía en el mundo antes del conflicto de Ucrania. A más de un mes de que inició la invasión rusa, la escalada armamentista se disparó ulteriormente. Gobiernos y ejércitos de todo el mundo están observando con suma atención lo que ocurre en Ucrania, convertido, claro está, en teatro de guerra para justificar el aumento de los presupuestos militares y para poner a prueba la efectividad de los armamentos, que las potencias y las compañías del sector ofrecen en el mercado.
Entre el concierto que se escucha de las botas y las guerras, Corea de Norte apenas lanzó un nuevo y temible misil con capacidad, se dice, de alcanzar un objetivo ubicado hasta 15 mil kilómetros de distancia. India, por accidente, disparó un misil contra Pakistán. China sobrevoló el espacio aéreo de Taiwán.
Por lo pronto, la mayoría de los países de la Unión Europea anuncian la ampliación de sus presupuestos militares.
Tras la invasión, Joe Biden obtuvo lo que no pudo Donald Trump: que los países de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) aumentaran su gasto en armas hasta al menos el dos por ciento de su PIB.
Hay países, como Estonia, que van más allá y han anunciado ampliarlo por encima del dos por ciento.
El gobierno alemán, a raíz de la guerra en Ucrania y con dicha justificación anunció el programa de rearme más relevante desde la Segunda Guerra Mundial: 100 mil millones de euros para construir un nuevo ejército. Dicho presupuesto extraordinario, aprobado con aplausos de pie por parte de los diputados del Bundestag, se sumará al gasto militar alemán ya aprobado anteriormente.
En toda Europa se habla de la necesidad de rearmarse y de crear un ejército de la Unión Europea para responder “a las amenazas”. El saldo de la invasión rusa -y de la expansión militar de la OTAN hacia las frontera rusa- es el aumento del gasto militar en Europa. El presidente francés Macron, ante las elecciones presidenciales en su país, dijo que “Francia debe potenciar su ejército para estar lista para responder a una guerra de alta intensidad en nuestro continente”.
Por su parte, el presidente estadounidense Joe Biden anunció que presentará ante el Congreso el presupuesto fiscal para el año 2023, que destaca un gasto militar récord, al tiempo que aumentará los impuestos a los multimillonarios: propone elevar un 4% el gasto militar en el ejercicio fiscal 2023, hasta los 813.000 millones de dólares. En el anterior presupuesto el incremento era del 1,6%, por lo que más que se duplica el aumento. La partida incluye 6.900 millones para Ucrania y reforzar la OTAN.
Por lo pronto, la guerra en Ucrania -en la que faltan las propuestas de paz de quienes envían más y más armas a ese país- ha generado que el sector militar y sus empresas tengan un boom en las bolsas. Los accionistas brincan de felicidad. La mayor empresa de armamentos de Alemania, Rheinmetall, está buscando cientos de empleados mientras sus acciones crecen fuertemente en la bolsa. Gracias a la guerra, la industria militar espera mejorar su imagen ante la ciudadanía europea, fuertemente reacia a desviar recursos en armamentos.
Con algunos medios y voceros convertidos en histéricos propagandistas de la necesidad de rearmarse, se espera que el dinero fluya en grandes cantidades en los próximos años.
Por ejemplo, el grupo de armamento más grande de Alemania , Rheinmetall , ve que sus acciones en la bolsa de valores valen un 60 por ciento más que antes del estallido de la guerra.
Rheinmetall predijo que las ventas aumentarían entre un ocho y un diez por ciento este año, pero el grupo M-Dax ahora supone un crecimiento del 15 al 20 por ciento.
Como señalan Richard Detje Otto König en un artículo publicado en “Sin Permiso”, en cualquier caso los inversores que durante mucho tiempo han evitado la industria (militar) se están replanteando gradualmente girar y poner su dinero en el sector militar. Por ejemplo, el importante banco sueco SEB había decidido no invertir en armas. Sin embargo, la casa del dinero ahora está levantando la prohibición para el próximo mes. Uno se adapta a la nueva realidad en Europa, afirma SEB.
Claro, la justificación para invertir en armamento es impecable, según Occidente: defender la democracia, la libertad y los derechos humanos.
El riesgo, ulterior, que ya ocurre desde hace décadas en Estados Unidos, es la dependencia de la economía del sector militar y su actividad, la que se nutre de guerras e intervenciones militares así como de tensiones y confrontaciones sin fin que se resuelven con las armas. Hablamos del conglomerado militar industrial, cuyo peso político, además, es definitorio en Washington.
No en balde circula la información de que Hunter Biden, hijo del presidente Biden, sí ayudó a obtener millones en fondos para un contratista militar estadounidense en Ucrania que se especializa en la investigación de patógenos mortales. Así lo revelan correos electrónicos hallados en la computadora personal de Hunter Biden, escándalo acallado parcialmente en Estados Unidos. Pero retomado en Inglaterra por el Daily Mail.