Redacción / Reportaje ONU / Niños yanomami ven películas durante las celebraciones del 30 aniversario de la demarcación del territorio yanomami. Christian Braga / ISA .- En lo profundo de la selva amazónica, un pueblo indígena que ha permanecido relativamente aislado del mundo exterior está librando una batalla por su supervivencia.
Durante siglos, los yanomami han habitado una vasta área de bosques prístinos y grandes ríos serpenteantes en la frontera entre Brasil y Venezuela, viviendo de la pesca, la caza y la recolección.
Hoy en día, los yanomami -que suman unas 29 mil personas-, dicen correr grave riesgo de perder sus tierras, su cultura y su forma de vida tradicional. La codicia por el oro y otros minerales valiosos que se encuentran en sus territorios ancestrales ha atraído en los últimos años una ola de exploradores ilegales que talan bosques, envenenan ríos y llevan enfermedades mortales a la comunidad.
“Nuestra tierra está siendo invadida nuevamente. Nuestros ríos están siendo nuevamente contaminados por mercurio”, reflexiona Davi Kopenawa, un líder yanomami que ha dedicado su vida a proteger los derechos y las tierras de su pueblo en la Amazonía.
La codicia trae muerte a la Amazonía
Los yanomami y las autoridades de la zona estiman que en sus tierras existen más de 20 mil mineros ilegales, conocidos localmente como garimpeiros, pese a que el territorio yanomami es un área protegida a nivel nacional donde la minería está prohibida.
Joenia Wapichana, la única mujer indígena elegida en el Congreso brasileño, piensa que la devastación causada por los garimpeiros y los poderosos intereses económicos empeñados en explotar la selva representan una amenaza tanto para la biodiversidad como para la existencia misma de la vida indígena.
“Ha aumentado el número de invasores, tanto madereros como mineros, al servicio de personas que tienen un gran poder económico, y el crimen organizado también empieza a entrar al territorio. El tema ambiental y de salud se agudiza y pone en riesgo de extinción a los pueblos indígenas”, advierte Wapichana.
La minería ilegal es devastadora para el medio ambiente de la Amazonía, que tiene un gran valor espiritual para los pueblos indígenas y es la fuente de sus medios de vida tradicionales, desde alimentos hasta medicinas. Destruye árboles y hábitats, y el mercurio utilizado para separar el oro de la arena se infiltra en los ríos, envenena el agua y entra en la cadena alimentaria local. El envenenamiento por mercurio puede dañar los órganos y causar problemas de desarrollo en los niños y niñas, señalan activistas locales.
Malnutrición y malaria
Pero los garimpeiros traen más problemas que el mercurio. La malnutrición infantil se ha disparado porque los yanomami, que en su mayoría son cazadores y recolectores, ya no pueden vivir de su dieta tradicional y se han vuelto dependientes de alimentos importados con menos valor nutricional. Los casos de malaria también se han incrementado con fuerza en los últimos años, como resultado de que los cráteres llenos de agua estancada que dejan los garimpeiros se convierten en criaderos de mosquitos que transmiten la enfermedad.
El abuso sexual de mujeres y niñas yanomami es también una grave preocupación, según activistas, mientras que el alcohol y las drogas traídas por forasteros causan estragos en las comunidades, particularmente entre la juventud, generando brechas generacionales y agitación social.
Wapichana, quien ha liderado casos para defender los derechos indígenas ante la Corte Suprema de Brasil, acusa a las autoridades de falta de voluntad política. Los activistas dicen que el número de garimpeiros ha aumentado bajo la presidencia de Jair Bolsonaro, quien prometió desarrollar económicamente la Amazonía y explotar sus riquezas minerales.
“El gobierno brasileño debe cumplir con su rol protector, donde toda la ciudadanía brasileña, no solo los yanomami, se sientan protegidos. No es un favor, sino una obligación constitucional. Es necesario frenar los proyectos mineros en tierras indígenas porque son ilegales según las leyes brasileñas”, destacó Dario Kopenawa, vicepresidente de la Asociación Hutukara Yanomami.
A pesar de la difícil situación de los yanomami, sus líderes dicen estar decididos a preservar sus comunidades y la rica biodiversidad de sus tierras ancestrales. En un mensaje para conmemorar el Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo el 9 de agosto, Wapichana pidió a los gobiernos que respeten la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, un instrumento internacional integral en la materia, adoptado por la Asamblea General de la ONU en 2007.
“Sin nuestra tierra no existimos y sin tierra no hay biodiversidad, ni ríos, ni animales. Los pueblos indígenas no podemos sobrevivir sin la tierra. No hay armonía, no hay salud, no hay conocimiento ni movimiento del planeta tierra”
Dario Kopenawa, vicepresidente de la Asociación Hutukara Yanomami.
Demarcación: una victoria histórica
Los yanomami, que viven en aldeas circulares bajo un techo comunitario de hojas de palma y madera construidas en el centro de un claro del bosque, han sido testigos de invasiones en el pasado.
Tras protestas en todo el mundo, en 1992 el gobierno del entonces presidente Fernando Collor de Mello otorgó a los yanomami 94 mil kilómetros cuadrados de territorio protegido, un área del tamaño de Portugal.
La demarcación fue vista como una victoria histórica para los derechos indígenas. Tras un período de gran sufrimiento marcado por la violencia, la contaminación y la afluencia de garimpeiros, el pueblo yanomami logró recuperarse.
Sydney Possuelo, quien entonces era presidente de la FUNAI, el organismo gubernamental a cargo de la protección de los pueblos indígenas en Brasil, recuerda que tomó solo cuatro meses sacar del territorio a unos 40 mil garimpeiros.
“El ejemplo de 1992 muestra que, si el gobierno quiere sacar a los garimpeiros, puede hacerlo”, señala Possuelo.
En una reunión reciente en la remota aldea de Xihopi, en el corazón del territorio yanomami, líderes indígenas y activistas de derechos humanos celebraron el 30º aniversario de la demarcación del territorio.
El evento reunió a representantes de gobiernos y organizaciones locales e internacionales, que renovaron sus llamados al Estado a que actúe para detener nuevas invasiones de garimpeiros.
“ONU Derechos Humanos apoya plenamente las demandas legítimas de los pueblos indígenas de Brasil para expulsar a los mineros ilegales de sus territorios”, afirmó Jan Jarab, Representante de ONU Derechos Humanos en América del Sur, quien asistió al evento. “Los pueblos indígenas son los guardianes de la selva amazónica y deben ser protegidos”, agregó.
Durante cuatro días, los participantes realizaron rituales tradicionales, bailaron y compartieron historias bajo el techo comunal o shabono de la aldea. Por la noche, los niños y niñas se sentaban en el suelo con los ojos muy abiertos para ver películas proyectadas en una gran pantalla. El estado de ánimo en la aldea era mixto: si bien el aniversario de la demarcación sigue siendo motivo de alegría, el presente y el futuro de los yanomami parecen cada vez más inciertos.
Wapichana, quien participó en la celebración, considera que la naturaleza y la vida son inseparables para los pueblos indígenas. Mientras el planeta lidia con los efectos del cambio climático, el mundo debe aprender de los valores indígenas para cuidar sus bosques y ríos, y construir un desarrollo más sostenible, aseguró.
“Tenemos una responsabilidad con la naturaleza, con el medio ambiente, de tratarla como a una madre, la madre que merece todo el cuidado y protección, la madre que da vida, la madre que nos da el alimento, la madre que nos cuida a todos”.