Eduardo Lliteras Sentíes.- Todos quieren un pedacito del “paraíso”. Hasta convertirlo en un infierno tropical. El Cuyo, dicen, aún no sucumbe al horror del turismo masivo, ese que devora las poblaciones y los ecosistemas del Caribe mexicano, degradándolos y prostituyéndolos, de la mano de autoridades corruptas y dispuestas a violar todo reglamento con tan de embolsarse un buen dinero.
Los perros corren por la playa, defecándose sobre la arena y mordisqueando al animal que encuentren incluidas tortugas marinas. Un rubicundo extranjero, alto de cabellos rojizos sonríe feliz, recoge una de las cacas dejadas por los perros con los que irrumpe en la playa al amanecer con los primeros rayos solares que pintan el cielo de rojo sangre en la costa de El Cuyo. La mar casi no se mueve, es un espejo de tonos nacarados donde una diminuta tortuga marina nada junto a varios cazones que se pegan a la arena. Llama la atención la escasa presencia de aves marinas, así como de cangrejos y otros animales comunes en lo que es una población parte de la reserva de Ría Lagartos.
Sin embargo, El Cuyo es promocionado como “un lugar que todavía no ha sufrido el impacto del turismo masivo”, un auténtico “paraíso donde puedes observar miles de aves y animales en la naturaleza”. La realidad es que las especies marinas en la zona son escasas o han de plano desaparecido obligando a los pescadores a internarse cada vez más lejos en el mar al amanecer. En el horizonte se observan las decenas de embarcaciones que salen del puerto de abrigo, convertido en un auténtico muladar que autoridades federales y locales simplemente han abandonado, salvo por la draga contratada por el gobierno del estado para ampliar la profundidad del canal.
Los extranjeros pasean con sus perros, pero igual grupos de perros locales me siguen felices mientras camino por la playa contemplando las edificaciones, la mayoría aún casas de familias de Tizimín que fueron edificadas cuando la tierra en esa zona no valía nada.
Sin embargo, comienzan a multiplicarse los hoteles de tres y cuatro pisos -incluido un edificio de 7 pisos impulsado por el alcalde carnicero y vaquero de Tizimín, Pedro Couoh, quien le echa la responsabilidad a la Semarnat y al anterior gobierno municipal, de los permisos-. A él no le interesa el medio ambiente, ni si no hay recolección de basura, ni tratamiento alguno de las aguas negras, lo importante es otorgar permisos y organizar festivales pseudo ecológicos con su buena dosis de ruido, basura, borrachos y tumulto con autos y motos.
Es evidente que los socios del alcalde panista -entre los que se rumora a familiares de un ex gobernador del mismo partido- quieren explotar la zona al máximo: ya construyeron un cajero de HSBC en la plaza abandonada y sucia, para que los turistas que planean llevar de forma masiva en ferry con el gancho de un parque de diversiones de dinosaurios a la entrada de El Cuyo, puedan sacar dinero y gastar en los negocios que planean montar, en una población sin servicios y miserable.
Ese es el desarrollo en lo que ya algunos irónicamente definen como el Cancuninsito de Yucatán, según los planes de desarrollo en la zona limítrofe con el devastado Quintana Roo, ahora en manos de una gobernadora de Morena que promete más de lo mismo.
La propuesta de algunos turisteros locales que sugieren que El Cuyo se convierta en una ecovilla, con por lo menos biodigestores en los hoteles que no deben superar los tres pisos, es desoída por las autoridades que ven desde lejos lo que pasa en la costa vecina a Quintana Roo, convertida en un caos, con carritos eléctricos y cuatrimotos por todos lados, basura, aguas negras que infestan las aguas marinas, ruido y criminalidad. Destrucción de la biodiversidad. Por citar algunos.
El boom inmobiliario en la costa yucateca no anuncia nada bueno para esa porción de arena y vegetación costera aún sin edificar hasta la frontera con Quintana Roo. El lavado de dinero, del que se tienen informaciones sólidas pero no investigaciones oficiales contundentes, advierten, por ejemplo, que se ha “detectado que en México el turismo puede ser una de las fuentes más importantes del lavado de dinero. El sector turismo registra flujos de lavado de dinero por unos mil millones de dólares al año”. Así lo dijo García Villalobos, director de Servicios de Auditoría y Negocios de la consultora Deloitte en Cancún.
De hecho, según reportaje de Río Doce y Quinto Elemento Lab, escrito por Miriam Ramírez y Andrés Villarreal, publicado el 7 de marzo 2021, los hermanos Juan José y Erick Arellano Hernández, sinaloenses que encabezan Grupo Arhe, un conglomerado de más de 100 empresas en actividades económicas tan diversas como casas de cambio, consultorías financieras y contables, hoteles, gasolineras, inmobiliarias, constructoras, arrendadoras de autos, seguridad privada y equipos profesionales de beisbol y basquetbol, entre muchas otras, tienen también presencia en Yucatán.
Tan es así, que “la UIF y el SAT están convencidos de que el Grupo Arhe estructuró una compleja red que provee servicios de lavado de dinero para grupos que manejan recursos de procedencia ilícita”. Y en Yucatán mencionan al “Club Leones y Holding Promonitorio Yucateco S.A. de C.V.”, por citar dos.