Eduardo Lliteras Sentíes.- El domingo pasado, cuando circuló la versión de que el presidente se había puesto mal en Mérida, decidimos esperar a tener una confirmación oficial.
Lo cierto, desde el primer momento, es que el presidente había suspendido su gira acostumbrada en Yucatán y la habitual entrevista con el gobernador Mauricio Vila Dosal. No circularon las rituales fotos del presidente y el gobernador saludándose, conversando, riéndose o abrazándose. Nada.
Por el contrario, ante la publicación del Diario de Yucatán de una nota en la que el periódico yucateco afirmaba que el presidente había perdido el conocimiento por un “presunto infarto” el portavoz del gobierno federal, Jesús Ramírez Cuevas, hizo una declaración mentirosa al Universal afirmando que el López Obrador seguía con su gira, que era falso que se hubiera desmayado.
Nosotros dimos a conocer el posterior mensaje del presidente en Twitter contradiciendo a su portavoz y confirmando que había suspendido su gira por sentirse mal y haberse contagiado de covid. También publicamos lo afirmado por Jesús Ramírez al Universal. Y posteriormente el comunicado publicado en redes sociales por el mismo gobierno federal.
Para esas horas el país era un hervidero de especulaciones, comentarios, malos augurios y dimes y diretes en redes sociales.
Pero del presidente no se sabía nada en realidad, más allá de su presunto tuit, el que ciertamente tenía un tufo a otras manos en su redacción.
Mientras tanto, como sigue ocurriendo hoy, medios, opinadores y porristas de la Ciudad de México se dedicaron a linchar al reportero Joaquín Chan Caamal que publicó la nota en el Diario de Yucatán, y al mismo periódico.
La realidad es que esos medios y opinadores de la Ciudad de México, a los que les gusta sentirse “nacionales”, no lograron obtener una versión real de lo que sucedía con el presidente, más allá de confirmar, alguno, que se encontraba ya en Palacio Nacional y no en el Hospital Militar de la Ciudad de México.
Hoy, por fin, reapareció el presidente de pie, ligeramente mormado por el coronavirus, pero lúcido y filoso, y como siempre retando a los que llama sus adversarios, como si en México no hubiera de otra más que tamales de dulce o de chipilín.
El presidente confirmó que se sintió mal, que tuvo un desvanecimiento o desmayo, y que eso lo obligó a suspender su gira por Yucatán de supervisión del “Tren Maya” y a regresar a la Ciudad de México en un helicóptero ambulancia.
El presidente dio algunos detalles, pero deja muchas preguntas en el aire. Dijo que tuvo un “váguido, o vahído”, es decir, que perdió brevemente el sentido, por encontrarse indispuesto debido también a que se le bajó la presión combinada con el covid y el fuerte ritmo de trabajo aunado a los cambios de clima. En éstos días el calor es asfixiante en Yucatán y para quienes vienen de la Ciudad de México, o del extranjero, puede fácilmente provocar trastorno de salud. Golpes de calor.
Sin embargo, perder momentáneamente el sentido implicaría también perder el conocimiento unos segundos o quizá minutos. No sabemos cuánto tiempo estuvo el presidente en esa condición, aunque él fue enfático en señalar que rechazó ser transportado en una camilla y trasladado a un hospital y que se recuperó de inmediato del váguido. Y que viajó en un helicóptero ambulancia.
Nos alegramos de que se encuentre bien. No cabe duda. Pero ciertamente en éstos días faltó información, precisa, objetiva, sobre el estado de la salud, de forma inmediata, de las condiciones del presidente tras sufrir un desmayo. Como era obligado y necesario.
Los ciudadanos mexicanos merecíamos -no sólo sus seguidores o adversarios, como les llama- saber en qué condiciones se encontraba. Pero esa información nunca llegó, por el contrario, los colaboradores cercanos del presidente se dedicaron a desmentir lo que ha confirmado el presidente: que sí se sintió mal en Mérida y que tuvo una indisposición que lo obligó a regresar a la Ciudad de México de inmediato.
¿Era tan difícil decir esto? Todos estamos sujetos a enfermarnos y sentirnos mal. Pero tratándose del presidente es una información, que de no precisarse y aclararse de inmediato, puede generar una crisis grave y claro, especulaciones de todo tipo, sobre todo tomando en cuenta que el mismo presidente ha hablado -y tenido incidentes hospitalarios- de sus achaques del corazón, de la gota, entre otros.
Por último, es evidente que la información sobre el “váguido” del presidente surgió de quienes estaban en el estrecho entorno presidencial en Mérida durante el desayuno preparado en la base militar número 8. Y no fueron fuentes cercanas al gobierno de Yucatán, como alguno ha especulado. Lo más probable es que hayan sido fuentes castrenses o del mismo “Tren Maya” a las que tiene acceso, precisamente, el Diario de Yucatán, y que eran las que se encontraban alrededor del mandatario mexicano.
Queda claro que el presidente deberá tener más cuidado con su salud, que corre riesgos, y que quizá deberá comenzar a limitar su agenda. A cuidarse más. También es necesario tener el marco legal y la capacidad de reacción en caso de un incidente de cualquier tipo, lo que quedó evidenciado no existe. Para que no se convierta la salud del presidente en un juego de adivinanzas como los que ocurren cuando los Papas llegan al final de sus papados y se desatan todos los demonios de la sucesión. Y posterior cónclave.