Con una infraestructura hospitalaria colapsada y en muy malas condiciones, México deberá afrontar la pandemia global del coronavirus. Llegamos a esa situación con unas 3.000 camas para cuidados intensivos en el país, de las que menos de un 10 por ciento se ubican en Yucatán aproximadamente entre el Hospital Regional de Alta Especialidad de la Península de Yucatán, Unidades Médicas de Alta Especialidad del IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social), regional del ISSTE (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado).
Es decir, nada, si vemos la emergencia en países de primer mundo con sus infraestructuras colapsadas por la crisis sanitaria que ha puesto al descubierto los recortes en el sector salud en las últimas décadas –como en Italia- para favorecer, por ejemplo, el gasto militar o la corrupción.
Este tema, está muy escondido en el debate actual en nuestro país, ya que a la oposición, no le interesa en realidad el drama sanitario que se viene, sino ciegamente la ganancia política que pueda obtener ante los yerros del presidente Andrés Manuel López Obrador, y las debilidades sanitarias que son su responsabilidad, tras décadas de abandono del sector salud en México.
A la extrema debilidad del sector salud que nos expone como nación al COVID19 hay que sumar la fragilidad de la economía de la mayoría de los mexicanos: 57,8% de la población laboralmente activa trabaja en la informalidad a lo que hay que sumar los miles de mexicanos sin prestaciones o con escasas prestaciones lanzados a la calle sin sueldo por empresas transnacionales (como Starbucks) y nacionales apenas inició la crisis en nuestro país.
Por si fuera poco, las finanzas nacionales fueron empeñadas como nunca por los últimos gobiernos federales –en particular el de Enrique Peña Nieto- el que aumentó la deuda en 50 por ciento, lo que resta margen de maniobra para lanzar programas emergentes para afrontar la crisis económica sin precedentes que se viene encima de México –y del mundo- y que tiene el potencial de generar inestabilidad suficiente para lanzarnos en el caos, en el que ya grandes zonas del país se debaten.
Por su parte, cámaras y líderes empresariales se han apresurado a exigir rescates financieros, para ellos y sus empresas. Sin embargo, hasta ahora, únicamente Slim ha anunciado el donativo de 1000 millones de pesos para adquirir equipos médicos.
En otros países, como Irán, hay empresarios que han donado recursos suficientes para edificar un hospital para afrontar la crisis.
En Yucatán no he escuchado hasta ahora alguna iniciativa del empresariado local que eso sí, se apresuró a alzar la mano para que se solicite deuda para financiar un programa de rescate a su medida.
Tampoco en el país se escucha a los empresarios hacer un frente con recursos para reforzar el sistema de salud nacional, el que no podrá con la crisis de coronavirus si tomamos en cuenta la gran cantidad de mexicanos expuestos por enfermedades como la diabetes, hipertensión, obesidad.
Como advierte las Naciones Unidas, quedarse en casa es para dar a los países y sus gobiernos una segunda oportunidad para luchar contra el coronavirus. Pero los Gobiernos deben actuar rápidamente para evitar que cuando las medidas de distanciamiento físico y suspensión de actividades se levanten, no resurja la epidemia. No es un momento que “se pueda desperdiciar”, han dicho los expertos.
Exactamente. No se puede desperdiciar ese “tiempo ganado”, el que es de un par de semanas. No más. Hay que reforzar el sistema hospitalario y sobre todo, ampliar el número de camas de cuidados intensivos.
No es el momento para buscar ganancias políticas en medio de la tragedia de millones de mexicanos que pueden enfermarse, y sin trabajo, en la más delicada vulnerabilidad.
Por último, como señala Oxfam “los líderes del G20 deben proporcionar una inyección masiva de fondos para ayudar a los países pobres a contener y responder al virus. También deben acordar un plan de rescate económico global para ayudar a los más pobres y vulnerables de todo el mundo a mantener sus cabezas fuera del agua en los meses difíciles que se avecinan.
“El grupo G20, que incluye a algunos de los países más ricos del mundo, puede desbloquear los recursos para que esto suceda, comenzando con la cancelación inmediata o posponiendo los pagos de la deuda de los países pobres”. Ese es un tema que se esperaría hubiera tocado el presidente, Andrés Manuel López Obrador, en la cumbre virtual del G-20.
Es el momento de la solidaridad, internacional y nacional. Quienes tienen más y han acumulado en las últimas décadas deben apoyar a los que menos tienen. De otra forma, de la crisis de coronavirus no saldremos.