Redacción.- Según las estimaciones iniciales, África podría estar entrando en su primera recesión en 25 años, mientras que América Latina y el Caribe se enfrenta a la peor recesión de su historia. En muchos países en desarrollo se está evidenciando que, a menos que se proporcione una considerable reducción de la deuda, los acreedores pueden enfrentarse a múltiples impagos unilaterales, afirman las Naciones Unidas (ONU).
La contracción de la actividad económica a nivel mundial provocada por el COVID-19 está provocando consecuencias desastrosas, entre ellas la de la sostenibilidad de la deuda, por ese motivo el Secretario General de las Naciones Unidas publicó este viernes un informe en el que aporta soluciones para lidiar esta crisis mediante la solidaridad global.
El estudio destaca que esta situación no afecta únicamente a los países de bajos ingresos sino también a los de ingresos medios, donde vive el 75% de la población mundial y el 62% de los pobres del mundo, y que estas naciones son muy vulnerables a una crisis de deuda, a la pérdida de acceso a los mercados y a las fugas de capital.
Pese a que, en el mejor de los casos, las economías de los países desarrollados podrían empezar la recuperación a finales de año, este no es el panorama que se vislumbra para los países en desarrollo.
La mayoría están atravesando una situación de gran inestabilidad con la detención repentina de sectores enteros, el colapso de las cadenas de suministro y una brusca caída de los precios de los productos básicos, por lo que es probable que las repercusiones económicas, sociales y financieras negativas duren más tiempo que la pandemia y afecten con más fuerza a los países pobres, en desarrollo y muy endeudados.
“Los mercados financieros mundiales se estancan a medida que los inversores corren a retirar fondos de los mercados emergentes y otros sectores de alto riesgo y a colocarlos en refugios seguros. Las salidas de capital de los mercados emergentes no tienen precedentes, ya que superan los 90.000 millones de dólares”, destaca el informe.
Al mismo tiempo, la pandemia ejerce una fuerte presión sobre los presupuestos, ya que los países se esfuerzan por satisfacer las necesidades sanitarias de su población, responder al creciente desempleo y apoyar sus economías.
Pero no solo eso, además de enfrentarse a la pandemia también se necesitarán recursos adicionales para estimular la demanda, regenerar empleos, restablecer la capacidad de oferta a los niveles anteriores a la crisis y, no menos importante, lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
De la liquidez a la solvencia, un problema de futuro
El informe destaca que actualmente y para la mayoría de los países es una crisis de liquidez, podría llegar a convertirse en un problema de solvencia.
“No está claro si los países en desarrollo volverán al mismo nivel de exportaciones y condiciones comerciales que antes de la pandemia, ni cuándo lo harán. Es posible que los países se encuentren en una trayectoria de menor crecimiento económico en el futuro, lo que afectará el acceso a los mercados financieros durante los próximos años, sin que sea culpa suya”, razona el estudio.
Según las estimaciones iniciales, África podría estar entrando en su primera recesión en 25 años, mientras que América Latina y el Caribe se enfrenta a la peor recesión de su historia.
Ante este escenario, el informe recomienda “hacer todo lo posible para evitar lo que podría ser una devastadora crisis de la deuda con impagos desordenados. Esto dañaría la confianza que los países en desarrollo han creado a lo largo de años de cuidadosa reforma y sólida gestión económica. Cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible podría convertirse en una quimera si no se aborda esta emergencia de desarrollo”.
Por ese motivo, concluye que la reducción de la deuda debe ser una parte importante de la respuesta a la emergencia asociada al desarrollo.
Pese a felicitar al Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y al G-20 por su respuesta a las necesidades de los países en desarrollo en estos momentos “extraordinarios”, destaca que centrarse únicamente en los países más pobres no bastará para hacer frente a la escala mundial del desafío y que el índice de la reducción de la deuda no ha de basarse en el nivel de ingresos sino en la vulnerabilidad.
Además, destaca que, en muchos países, incluidos los de ingresos bajos y medios, se está evidenciando que, a menos que se proporcione una considerable reducción de la deuda, los acreedores privados y públicos pueden enfrentarse a múltiples impagos unilaterales.
Principios para la solidaridad global
Por ello, el informe destaca que hay que actuar con rapidez para detener de forma efectiva una crisis de la deuda, mediante un marco que tiene por objetivo lograr su reducción, “teniendo en cuenta al mismo tiempo las situaciones heterogéneas de ésta en los distintos países y la necesidad de respuestas de política adaptadas”.
El criterio establecido se basa en los principios de sostenibilidad de la deuda debatidos y acordados en las Naciones Unidas y expuestos más recientemente en la Agenda de Acción de Addis Abeba.
Las medidas incluyen que:
- Los deudores y los acreedores compartan la responsabilidad de prevenir y solucionar las situaciones de deuda insostenible
- La reestructuración de la deuda sea oportuna, ordenada, efectiva, justa y negociada de buena fe
- La reestructuración de la deuda tenga por objeto restablecer la sostenibilidad de la duda pública y, al mismo tiempo, aumentar la capacidad de los países para lograr el desarrollo sostenible, el crecimiento con mayor igualdad y los Objetivos de Desarrollo Sostenible
Propuestas para abordar la vulnerabilidad de los países
La respuesta a la crisis debería formar parte de un enfoque global que se divide en tres fases:
La primera aboga por una “moratoria generalizada de la deuda” para los países en desarrollo que no tienen acceso a los mercados financieros.
La segunda solicita opciones más amplias para la reducción de la deuda mediante instrumentos, como los canjes de deuda, y un mecanismo de endeudamiento para los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En la tercera se pide abordar las cuestiones estructurales de la arquitectura de la deuda internacional a fin de evitar crisis financieras y económicas prolongadas.