El director de emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo la semana pasada, literalmente, que hay una “diferencia sorprendente” entre la mortalidad de los ricos, y los pobres e indígenas en México, afectados por el Sars CoV 2.
Sí, leyó usted bien. La OMS descubrió, sorprendida, que los pobres e indígenas en México, se contagian más, se enferman más, y se mueren más, mucho más, por el coronavirus. Y claro, no sólo del coronavirus, pero ahora la pandemia, ha sacado a flote las abisales diferencias y vulnerabilidades de nuestro país y Estado.
Decía -cito textualmente- el funcionario de la OMS en vivo a través de redes sociales, que aquéllas personas que viven en lugares pobres de México son hasta 50% más vulnerables a morir del COVID-19. ¡50 por ciento!, una cifra impresionante.
Y además, la OMS puntualizó que si bien la mortalidad en general en el país es alta, en las comunidades indígenas es peor. Mucho peor. Por si fuera poco.
Si observamos bien, nos daremos cuenta que Estados como Yucatán cumplen los dos parámetros citados: pobres e indígenas, en una mayoría avasalladora.
Lo que explica, en parte, el impacto tan brutal del COVID19 –así como en gran parte del país-. Es decir, no se trata de un “genocidio” (sic), como alguno dice utilizando ligeramente el término, sino resultado de décadas de políticas económicas y sociales y de la rapacería y corrupción endémicas que han generado hasta 80 millones de pobres en México. Aunque el Coneval dice que “sólo” 52 millones y medio viven en situación de pobreza en México. Pobreza que aflige particularmente a los indígenas. Y Yucatán es uno de los Estados con mayor población indígena.
Según el INEGI, en 2010 sumaban más de medio millón. Y los pobres suman en el Estado, según el Coneval, al menos el 41.9% de la población total.
La OMS reconoció que “hay una situación compleja en México con este impacto desigual sobre los pobres y los indígenas, con una estrategia de relativamente poco testeo, que significa que la escala de la epidemia está subrepresentada. Está claro que se necesita hacer más para abordar los problemas de diagnóstico y la diferencia de resultados entre los diferentes grupos sociales”, apuntó.
Claro, los medios capitalinos se fueron sobre lo segundo, no sobre lo primero, porque conviene políticamente, para golpear al gobierno federal. Aquí cabe recordar que Yucatán es uno de los Estados que realiza más pruebas a nivel nacional, precisamente.
Hay que insistir en que hay otras variables que deben ser tomadas en cuenta para explicar el impacto nacional y local del COVID19. Por ejemplo, el hacinamiento, en el que vive un importante porcentaje de la población pobre e indígena del país y Yucatán. Al menos 300 mil yucatecos viven en hacinamiento y 277 mil familias viven en condiciones de hacinamiento. El 30 por ciento de los hogares tienen carencias de baños, cocinas, cuartos, según datos del pasado sexenio. De hecho, el hacinamiento es la tercera causa de contagios del coronavirus en Yucatán.
A eso hay que añadirle la carencia de infraestructura sanitaria, tan fundamental para mantener la higiene indispensable para combatir todo tipo de enfermedades incluyendo, claro está, el COVID19, por aquello de que hay que lavarse las manos varias veces al día. ¿Se acuerdan?
Pero aún hay más, como decía el clásico de la desinformación y la burla del régimen que ahora nos dicen era lo mejor que le ha pasado a México.
Como muestran las estadísticas, las personas que padecen obesidad, hipertensión, diabetes, insuficiencia renal entre otras comorbilidades, están muriendo, han muerto, mayoritariamente al contagiarse de COVID19.
En Yucatán ocupamos el cuarto lugar en cuanto a obesidad a nivel nacional y el séptimo en cuanto a hipertensos. Estamos hablando de cientos de miles de personas enfermas y vulnerables: más de 663 mil obesos y más de 318 mil hipertensos, por ejemplo.
Según datos oficiales son más de 160 mil personas detectadas con diabetes mellitus tipo II. Y hay un subregistro importante.
A esto, para rematar, hay que añadir una infraestructura hospitalaria pública totalmente endeble, saqueada, debilitada frente a la peor pandemia que ha azotado a la humanidad en los últimos cien años, como se ha dicho hasta la saciedad.
La corrupción dejó a Yucatán y al país vulnerable, criminalmente, con un sistema hospitalario carente de camas suficientes, de instrumental médico, de equipos, de personal médico, en muchos casos mal pagado, sin prestaciones, trabajando horas extras sin ningún apoyo ni guantes, mascarillas, monos anti COVID19.
Por eso han muerto tantos mexicanos y tantos yucatecos.
Sin olvidar la dieta y los estilos de vida, urbanos, tan nocivos para la salud, que nos han convertido en seres enfermos y vulnerables a las enfermedades y a las pandemias, por el consumo de bebidas azucaradas y comida chatarra en cantidades que nos convierten en líderes mundiales de la mala alimentación.