Por Eduardo Lliteras Sentíes.- El PRIAN, formalizó su relación, la que mantuvo durante décadas entre inconfesables operativos político-electorales, con la que dio forma al país que aún tenemos, sustancialmente, a pesar de las reformas aprobadas en los dos años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien se ha dedicado a perder precioso tiempo refutando titulares de medios y notas, que lo han puesto en jaque, en medio de la crisis global e histórica del coronavirus. La pandemia, ralentizó el ritmo y el impacto del reformismo de la 4T, pero también los desencuentros y conflictos, en el gabinete y en el partido. Afrontar la tormenta del COVID19 con una tripulación inexperta y en muchos casos opuesta en sus intereses, se ha traducido en el abandono del barco de varios importantes personeros –el último, el empresario de Monsanto, Alfonso Romo- y en la pérdida de efectividad en la navegación política y administrativa. Sin embargo, hay que reiterar que la embarcación entregada por los hoy salvadores de la Patria del PRIAN, fue un buque dado de través, que hacía agua por todos lados, endeudado cerca de la quiebra, sumido en la violencia, con un sistema de salud saqueado, con un pueblo empobrecido y harto de la corrupción e impunidad. El coronavirus, de hecho, le ha venido como anillo al dedo a los prianistas, aunque el presidente piense lo contrario, ya que le restó capacidad de maniobra, frente a la amenaza de naufragio.
Ahora, al estilo de los viejos amantes, que durante décadas se han visto a escondidas, y no tan en secreto en el Congreso de San Lázaro realizando reformas neoliberales, el PRIAN decidió que es el momento de formalizar ese viejo amor. Y presentarse ante sus electores tomados de la mano como lo que son: una pareja llena de vicios. Eso sí, con eslóganes hollywoodescos, tipo: “hay que salvar al país”, “la democracia corre todos los riesgos imaginables”. Claro, como en 1988.
Es la formalización del PRIAN que gobernó durante tres décadas a México y que ahora nos quiere decir: “era horrible esa pesadilla prianista, pero es mejor a la pesadilla obradorista”.
Ese PRIAN que de la mano de Diego Fernández de Cevallos, con la complicidad de Carlos Castillo Peraza y Luis Alvarez, dio el visto bueno al fraude electoral de 1988 operado por el hoy paladín del neo nacionalismo energético, Manuel Bartlett Díaz, con el apoyo de empresarios como Claudio X. González Laporte, padre de Claudio X. González, orquestador del nuevo envoltorio prianista. Todo para que Carlos Salinas se impusiera al legítimo ganador, Cuauhtémoc Cárdenas. Y reinara la democracia prianista y la de sus aliados en el empresariado, con el “genio” Ernesto Zedillo siervo del Consenso de Washington.
Como dijo Gustavo Madero, quien pretende ser candidato a gobernador en una entrevista con el periodista Álvaro Delgado: “yo me puedo aliar con un criminal, para salvar una vida”.
Claro, a confesión de parte, relevo de pruebas. Gustavo reconoció que ese pragmatismo, más cercano al código de la mafia, que a lo que se suponía predicaban los ideólogos panistas Carlos Castillo Peraza o Efraín González Luna, ha sido el eje del partido en los últimos sexenios, al menos desde Carlos Salinas. Pragmatismo mafioso, “haiga sido como haiga sido”, que les costó a los amantes del poder, la pasada elección presidencial. Pérdida indigerible y que el otrora “Pacto por México” (o más bien, pacto por nosotros) pretende subsanar usando justificaciones que deben sonar lo suficientemente convincentes como para tapar, con dos dedos, la peste que emana de la nueva alianza “Sí por México”.
Todo con tal de cortarle las piernas al presidente López Obrador y a Morena, partido que solito se ha hecho el harakiri con sus líderes de cuarta (como Yeidckol) y luchas intestinas de poder que anticipan una corta vida de dicho “movimiento”, así como van las patadas.
Por lo pronto, habemus bodrio político y veremos qué resultado dará el próximo año, porque los electores bien pueden desertar de las urnas, ante tanto mal olor y el coronavirus de por medio.
Es claro que los dos bandos, prianistas y morenistas –con su propia alianza pestilente con el PES, PT y Verde- buscarán movilizar al electorado con eslóganes apocalípticos, del fin del mundo, ya que deben luchar contra la seria amenaza del ausentismo electoral de muchos mexicanos.
La apuesta es alta, por parte de ambos bandos: ponerle el pie al proyecto obradorista en el congreso, y freno a su crecimiento en los Estados, o mantener, al menos el congreso federal, para consolidar lo que llaman la 4T.
Queda claro que ambos bandos deberán movilizar, y convencer, a los electores que no pertenecen a su voto duro. Y que serían, quizá, los que podrían inclinar la balanza. Ahora sí que la suerte está echada, porque todos han cruzado el Rubicón de la alianzas, sin las que nadie puede ganar una elección.
Falta ver qué sucede el año entrante con el coronavirus, la llegada de las vacunas, y su impacto en la economía global y por ende en la economía mexicana. Tema que será, seguramente, determinante en el talante de muchos votantes.
Obvio, estamos ante lo que será un referéndum para el presidente, pero también para esa oposición y sus estrategias desesperadas por sobrevivir a la derrota de hace dos años, y al hartazgo social de sus componendas y mentiras.
A todo esto, no es menor el empujoncito del INE al PRIAN, tras anunciar que no se permitirá la sobrerrepresentación “ilegal” de la que gozó Morena en esta legislatura.