Por Eduardo Lliteras Sentíes.- Advine usted cuál es la delegación más amplia representada en la cumbre del cambio climático en Glasgow, Escocia. No es difícil imaginarlo. Se trata de los lobbistas o delegados enviados por empresas transnacionales del sector energético a la cumbre del clima, y en particular de empresas dedicadas a la extracción de carbón, petróleo y gas.
En efecto. Al menos 503 cabilderos de empresas de combustibles fósiles, algunos afiliados a los gigantes corporativos más contaminantes del sector del petróleo y del gas del mundo, obtuvieron acceso a la COP26, inundando la conferencia de Glasgow con sus intereses y presiones. Las empresas energéticas de gas, carbón y petróleo cuentan con más personal en la Cumbre del Clima de Glasgow que la suma de las ocho delegaciones de los países más afectados por la crisis climática: Puerto Rico, Myanmar, Haití, Filipinas, Mozambique, Bahamas, Bangladesh y Pakistán, dice la ong Global Witness.
La delegación estatal más grande que ha asistido a la COP26 es curiosamente la de Brasil con 479 representantes del país latinoamericano cuyo gobierno está dedicado a arrasar lo que queda de la Amazonía. Y cuyo presidente, Jair Bolsonaro, es un cínico promotor de la destrucción de los ecosistemas amazónicos.
Global Witness explica que el análisis de datos de la lista provisional de asistentes revela que el número de personas directamente afiliadas con corporaciones de combustibles fósiles, incluidas empresas transnacionales como Shell, Gazprom y British Petroleum, o que asistieron como miembros de delegaciones que actúan en nombre de la industria de los combustibles fósiles revela el grado de la presencia de los intereses petroleros en la COP26.
Hablamos de más de 100 empresas de combustibles fósiles las que están representadas en la COP con 30 asociaciones comerciales y organizaciones cuyos miembros también están presentes, dice la ong Global Witness.
La presencia en la COP26 de cientos de personas a las que se les paga para impulsar los intereses tóxicos de las empresas contaminantes de combustibles fósiles solo aumentará el escepticismo de los activistas climáticos que ven estas conversaciones como una prueba más de la vacilación y el retraso de los líderes mundiales en tomar acciones para afrontar el calentamiento del planeta, que ya no espera más, advierte Murray Worthy, líder de la ong Global Witness.
No cabe duda que la catástrofe climática está a la vista de todos. Alrededor del mundo crecen los eventos climáticos extremos y destructivos. Inundaciones, sequías, huracanes de extrema fuerza, mutación de las estaciones, como hemos comprobado en Yucatán en 2020.
Hoy, es difícil encontrar alguien que se atreva públicamente a negar nuestra responsabilidad, de nuestro modelo económico y de su matriz energética, en el calentamiento global.
Pero hace algunos años no faltaba quien enviara al que escribe las presentes líneas boletines negando el calentamiento global luego de que publicara una columna sobre la necesidad de cambiar nuestro consumo de energía y recursos. En la misma Conagua había personal que directamente rechazaba nuestras afirmaciones la responsabilidad humana en el calentamiento global. Hablamos de no hace mucho tiempo.
También, obviamente, había que bregar contra el escepticismo en la redacción de algunos medios. “El cambio climático no vende”, eran las palabras frecuentes para decirle a uno que había que buscar otros temas distintos al avance de la tala y arrasamiento de los ecosistemas en Quintana Roo, para abrir espacio a nuevos mega hoteles.
La realidad es que la crisis climática va de la mano de la crisis energética que en Europa amenaza con un mega apagón en el invierno, el que se pronostica particularmente crudo. Las energías renovables no son suficientes para garantizar las necesidades energéticas que no paran de crecer -por ejemplo, en Gran Bretaña se señala una estación de poco viento que ha impactado en la generación eólica de energía-. Los precios del gas se han disparado por la reactivación económica y decenas de miles de familias afrontan el riesgo de no poder pagar el recibo de la energía en invierno. Y de morirse de frío. Algo que ya se vio en Texas el año pasado.
En Rumanía esto ya está sucediendo. En la ciudad de Timisoara, domicilios privados y edificios públicos como hospitales se quedaron sin calefacción con temperaturas bajo cero que pueden llegar a los 15 grados bajo cero.
Por lo pronto, como ha señalado un estudio encargado por la ong OXFAM, la huella de carbono del 1% más rico del mundo está en camino de ser 30 veces mayor de lo que se necesita para limitar el calentamiento global a 1,5 ° C. En pocas palabras, los súper ricos, con sus varias casas, jets privados, autos y superyates, emiten muchos más gases de invernadero que la población pobre del planeta. Su tren de vida es incompatible con la lucha al cambio climático, pero nadie parece querer tocarlos, dice OXFAM.
En el horizonte numerosos países ven únicamente la posibilidad de aumentar el número de las plantas nucleares para alimentar el hambre de energía que no para de aumentar a nivel global.
El pasaje a las energías renovables tendrá un fuerte costo para las familias europeas, las que afrontan un invierno particularmente frío precisamente por el cambio climático en medio de la creciente escasez de gas natural y sus altos precios, a pesar del aprovisionamiento enviado desde Rusia, del que dependen para no morirse de frío.