Eduardo Lliteras Sentíes.- Algunos quieren creer que las inundaciones históricas que afectaron a Yucatán en 2020 fueron algo inusual, un evento atípico, como dijeron algunas autoridades. Dichas inundaciones dejaron numerosos municipios del Estado gravemente afectados por la invasión del agua en zonas donde los habitantes más viejos no recordaban haber visto algo semejante. Tal es el caso de la ciudad de Mérida, la que fue duramente golpeada por las inundaciones: fraccionamientos nuevos quedaron convertidos en lagunas y comisarías al norte de la ciudad fueron invadidas por agua. Los hogares de miles de habitantes de la capital yucateca fueron duramente afectados. El agua dañó enseres, ropa, pero sobre todo, dejó las viviendas inundadas por semanas, inclusive meses. Con daños, en muchos casos, en sus estructuras.
Muchos vivieron una auténtica pesadilla cuando en medio de la noche el agua comenzó a subir y subir dentro de sus casas. Las personas tuvieron que refugiarse sobre mesas y camas. Subir lo que pudieran en los muebles de la casa o ladrillos para intentar salvarlos del agua. Mérida y Yucatán estaban viviendo un evento climático extremo que tomó desprevenidos a los ciudadanos y autoridades ante el embate de una sucesión no vista de tormentas y huracanes que saturaron el manto freático, anegando el famoso subsuelo cárstico de la península.
El 2021 fue más benigno, pero no hay que confiarse, ciertamente. Sin embargo los constructores, las inmobiliarias que han descubierto Yucatán, sus costas y la capital, Mérida, así como otras poblaciones del oriente del Estado como el nuevo El Dorado para hacer buenos negocios, han retomado el ritmo como si nada hubiera pasado. Valladolid vive un boom muy semejante a la Riviera Maya, lo que de por sí no es un buen augurio si tomamos en cuenta lo que ha sucedido con Quintana Roo en materia de inseguridad.
El desbocado crecimiento urbano de Mérida hacia la costa, y el desarrollo de las zonas costeras del centro y oriente del Estado, no augura nada nuevo ante el grave reto que significa el cambio climático, el que ya comenzó a afectar a Yucatán y la península cada año de forma más severa. Hablamos no sólo de inundaciones nunca vista, sino de sequías y claro, de huracanes cuyo poder destructor supone una grave amenaza para la población del Estado, en muchos casos dependiente de sus cultivos, de sus apiarios y de una economía de subsistencia.
Precisamente en un ensayo escrito a cuatro manos, por Alejandra Manjarrez y Jorge Comensal en la revista Éste País, vislumbran el futuro de la península de Yucatán, destinada a sufrir grandes cambios a lo largo del siglo XXI.
En dicho ensayo, se remontan al pasado geológico e histórico de la civilización maya para advertir lo que puede suceder por el calentamiento del planeta: “el futuro de la península parece estar marcado por un clima más seco y caluroso, costas inundadas por el aumento del nivel del mar y huracanes más frecuentes y poderosos que los experimentados durante las últimas décadas”.
Los autores, al explorar precisamente el colapso de la civilización maya -cómo fue posible que las élites gobernantes del periodo clásico no fueran capaces de reconocer que la sobreexplotación de los recursos naturales y la expansión exagerada de sus sociedades conducirían a una crisis generalizada- afirman que con los grandes proyectos de la actualidad la historia parece repetirse, pues se vuelve a apostar por esquemas de urbanización insostenible en las condiciones geográficas del sureste mexicano.
También advierten que “a la luz sofocante del cambio climático, nuestras acciones colectivas deberían estar guiadas por la investigación científica y la conciencia ecológica, y no por la ambición desarrollista que ignora los mensajes que nos ofrece el pasado sobre el porvenir”.
El tema no es menor, ante el boom turístico y la apuesta al crecimiento de dicho sector en un entorno internacional que augura nada bueno, como ya mostró la pandemia de coronavirus pero también por los cambios que el desastre climático puede acarrear.
“La combinación de estos elementos y sus consecuencias —olas de calor, incendios, inundaciones, desaparición de playas— probablemente disminuyan el atractivo turístico de la denominada “Riviera Maya”, cuyo éxito entre los vacacionistas del mundo desarrollado ha auspiciado su urbanización acelerada. Además, la disminución del turismo internacional, indispuesto a realizar largos viajes aéreos a zonas expuestas a catástrofes meteorológicas, también podría acentuarse gracias a una cultura más consciente del cambio climático. Los jóvenes europeos y norteamericanos que hoy en día están saliendo a protestar masivamente contra la emisión de gases de efecto invernadero probablemente no querrán volar largas distancias para hospedarse en grandes hoteles insostenibles, dicen en el ensayo.
Señalan que si “al factor de los huracanes agregamos el del aumento del nivel del mar por el deshielo de los casquetes polares, la degradación costera de la península se convierte en una amenaza muy seria. Hacia fin de siglo, los cálculos más optimistas prevén que el nivel global del mar habrá aumentado entre 50 y 100 cm, lo cual parece no ser demasiado, pero sus efectos serán devastadores sobre las costas actuales y pondrán en riesgo la vida de más de 650 millones de personas. Si acudimos a escenarios menos conservadores, como los que resultan de modelos sobre el deshielo de la Antártida, el deshielo del Polo Sur puede causar un aumento de alrededor de 2 metros en el nivel del mar”
“Al revisar el mapa de riesgo costero desarrollado por Climate Central, en el cual se identifican los terrenos que en 2050 se hallarán por debajo del nivel de inundación, queda claro que la península y el estado de Tabasco son las partes de México más expuestas a este riesgo. La región costera comprendida entre Tabasco y Campeche prácticamente se podría inundar por completo, y amplias zonas de Yucatán y Quintana Roo también”.
Mientras tanto el crecimiento urbano de la capital yucateca y de otros municipios como Valladolid parece conducido por la irracionalidad de la ganancia rápida sin tomar en cuenta los desafíos que presenta el calentamiento del planeta para una región particularmente vulnerable de México y del mundo. Miles de familias migrando a la península sin entender los riesgos que esto conlleva, como muchas descubrieron con las inundaciones de 2020 en fraccionamientos como el de Las Américas.