Por Eduardo Lliteras Sentíes .- Se han rebasado los cien días de guerra en Ucrania mientras Occidente sigue empeñado en derrotar a Rusia y al gobierno de Vladimir Putin utilizando al país ex miembro de la Unión Soviética a través de un flujo continuo de armas que han ido escalando en potencia y calibre. Sin embargo, el fin del conflicto no se ve cerca, a la par de que las amenazas de una guerra que desborde las fronteras ucranianas no cesa de escalar inclusive a nivel nuclear, como trascendió tras la Cumbre de las Américas, en la que el presidente estadounidense Joe Biden dijo a los presidentes latinoamericanos presentes que el riesgo de una tercera guerra nuclear es muy grande, dejando a todos atónitos y helados.
Cada día queda más claro que el conflicto en Ucrania tiene poco o nada que ver con las declaraciones de principios y supuestos deseos democratizadores de Occidente y más bien con la lucha por la hegemonía mundial, el dominio del dólar como moneda de cambio internacional, el control de los recursos naturales y las rutas de aprovisionamiento en una región del planeta clave para dichos propósitos.
Es evidente que el gobierno estadounidense persigue el fin del gobierno ruso encabezado por Putin y que el pulso militar en Ucrania busca debilitar al desafiante eje Moscú-Pekín y de ser posible apoderarse de los recursos naturales rusos y poner contra la pared a la potencia asiática de Xi Jimping, a la que se presiona militarmente desde Taiwán y el Mar de China. La separación geopolítica, energética y económica de la Europa occidental de Rusia con la justificación del conflicto ucraniano y de la demonización de todo aquello que sea ruso -incluida su literatura, música, deportes- como si se tratara de una nueva inquisición, es parte de esa estrategia que busca impedir la expansión sino-rusa y el surgimiento de un coloso asiático-europeo.
De allí que no sorprenda que la propaganda, la censura y no la información, sea lo que prevalezca desde que inició el conflicto militar y la invasión rusa de Ucrania.
Además de la censura de todos los medios rusos y de la satanización de todo aquél que no se sume al coro del blanco y negro, del bueno y malo en torno a lo que sucede en Ucrania, se cuenta la detención, por ejemplo, del periodista español Pablo González, quien lleva detenido y aislado (sin poder ver a su abogado y a su familia) en Polonia desde el pasado 28 de febrero, acusado de “ser espía ruso” sin mayores “pruebas” que tener doble nacionalidad o escribir para algún medio de izquierdas.
La detención de Pablo González tuvo lugar en la frontera de Polonia con Ucrania por parte de los servicios secretos polacos y desde entonces no se sabe nada más de él. Esto ocurre en la Unión Europea, la que presume y pretende convertirse ahora en una potencia militar global con una fuerza de intervención con justificación democratizadora a imagen y semejanza de su titiritero en Washington.
Precisamente en éstos días se presentó el nuevo documental del productor y realizador estadounidense, Matt Sarnecki: The Killing of a Journalist, (El Asesinato de un Periodista). Acaba de estrenarse en la sección “Hot Docs” y aborda el asesinato en 2018 del periodista eslovaco Ján Kuciak y de su pareja, Martina Kušnírová. El Festival Internacional de Cine Documental de Canadá “Hot Docs” es el mayor festival de cine documental de norteamérica, precisamente.
A estrenarse también en Europa en el 56° Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary , que se realizará del 1 al 9 de julio, el documental de investigación de Matt Sarnecki, explora el entramado (los nexos y vínculos) del crimen organizado (la mafia calabresa conocida como la Ndrangheta) con un gobierno, un sistema judicial y una aplicación de la ley corruptos en el corazón de Europa. Nada menos. Éste entramado de corrupción, que en México y en Yucatán no sorprende, puede prácticamente definir la vida de un periodista en un país europeo supuestamente democrático y miembro de la Unión Europea.
Los periodistas de investigación que realizaron el documental utilizaron archivos policiales filtrados de la investigación del asesinato del periodista eslovaco Ján Kuciak para descubrir la profunda corrupción en los niveles más altos de la sociedad eslovaca, señalan las reseñas.
Precisamente Reporteros sin Fronteras (RSF) aplaudió el anuncio de que el empresario y oligarca eslovaco (Marian Kočner) fue acusado de ordenar el asesinato en febrero de 2018 del periodista Ján Kuciak y de su compañera Martina Kušnírová. No obstante, la organización instó a las autoridades eslovacas a continuar con la investigación y a no descartar la posibilidad de que haya más personas detrás de este doble asesinato. Es decir, miembros del gobierno eslovaco, por ejemplo.
RSF puntualizó que a poco más de un año después de que el reportero eslovaco y su compañera fueran asesinados a tiros en su casa, la oficina del fiscal anunció en rueda de prensa en Bratislava que el empresario y oligarca Marian Kočner fue acusado de “haber ordenado el asesinato del periodista de investigación Ján Kuciak” y que el móvil fue su actividad periodística. El cargo se ha basado en “pruebas objetivas” que no se pueden revelar por el momento, según el fiscal. Marian Kočner ha sido definido como un notorio depredador de la libertad de prensa y amenazó a Kuciak por los artículos que el periodista escribió sobre él.
Cualquier similitud con los oligarcas de la península de Yucatán, no es casualidad.