Eduardo Lliteras Sentíes.- La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) reconoce cada vez más, abierta y públicamente, que se encuentra en guerra con Rusia. Hasta ahora, la hipocresía, era decir que simplemente se estaban entregando armas a Ucrania “para defenderse”, pero no suficientes y no del poderío, como para atacar territorio ruso o poner en riesgo que el conflicto en Ucrania saltara a territorio ruso, lo que en realidad ha ido ocurriendo cada vez con mayor frecuencia como demuestran los atentados contra personalidades y explosiones en bases y ciudades rusas.
Sin embargo, la guerra y la capacidad militar del ejército ucraniano-alianza atlántica hasta ahora no ha logrado acabar con la invasión rusa, incluida la península de Crimea, lo que podría cambiar en cualquier momento.
Personeros, funcionarios, civiles y militares europeos, cada vez más reconocen abiertamente que se está en guerra con Rusia, y que los armamentos y soldados enviados son insuficientes, por lo que pugnan por escalar aún más el conflicto con la potencia nuclear rusa al grado de que ahora exigen enviar aviones de combate, misiles, barcos y todo cuanto necesite el gobierno títere de Zelensky para “ganar la guerra”, incluidos soldados.
El más beligerante en esa línea es el gobierno polaco pero también el británico.
El gobierno francés y el alemán, hasta ahora, parecían más “moderados”, pero lo cierto es que soldados de la OTAN, soldados de los gobiernos que componen la Unión Europea, se encuentran en territorio ucraniano en calidad de soldados contratados o mercenarios, es decir, sin los uniformes de sus países de origen, como admiten militares europeos.
A fin de cuentas, es prístino, para quien pudiera aún dudarlo, que el objetivo de la guerra en Ucrania es acabar no sólo con el gobierno ruso que encabeza Vladimir Putin, sino con Rusia como potencia media militar y aliado clave del nuevo eje económico sino-ruso en torno al cual se han agrupado países del sur del mundo, medio oriente, Asia y África, incluso abiertamente aceptando crear un sistema financiero alternativo al controlado por occidente y al dólar. Lo que supone un jaque mate para el dominio incontestado estadounidense y de su aliado británico y países de la Unión Europea.
Por ejemplo. En días recientes Lula da Silva habló de crear una moneda de intercambio para América Latina, a la que el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo no, de inmediato, debido a su visión norteramericanista y a la evidente dependencia de México, de Estados Unidos y Canadá.
Pero el surgimiento de alternativas al petrodólar y al sistema financiero controlado por la City de Londres y Wall Street es una realidad que va corriendo de la mano de la guerra en Ucrania. Contra las predicciones de una parte importante de la prensa occidental, convertida en el brazo propagandista de los gobiernos de la OTAN, ni la economía rusa ha colapsado, ni el gobierno ruso ha sido depuesto, como muchos planeaban y desean. Al menos, por ahora, todo parece indicar lo contrario.
De allí que el conflicto militar se siga alimentando y extendiendo en el tiempo, cerca ya de cumplir un año. Sin que se vean posibilidades de una salida negociada. El riesgo de que se prolongue todavía mucho más, con el consecuente sufrimiento del pueblo ucraniano, de la destrucción de ese país, es evidente. Pero no es eso lo que importa, obviamente, a las potencias involucradas en éste pulso sangriento en el que está en juego el nuevo orden mundial, multipolar, en el que Europa, todo indica, pasará a un plano muy menor, con el surgimiento del lejano oriente como el nuevo eje político, militar, industrial y económico del planeta. Si no estalla una guerra nuclear, claro.
Como ha dicho el ex primer ministro israelí, Naftali Bennet: La OTAN “decidió que es necesario continuar aplastando a Putin, y no negociar… rompieron las negociaciones, y luego me pareció que estaban equivocados”.
Así lo reconocen diversas publicaciones que señalan que los funcionarios rusos y ucranianos acordaron tentativamente un posible acuerdo de paz durante las negociaciones que se llevaban a cabo en abril de 2022. Así lo dice un artículo de la revista Foreign Affairs de Fiona Hill y Angela Stent, que citaba a exfuncionarios estadounidenses.
El artículo decía: “Según varios ex altos funcionarios estadounidenses con los que hablamos, en abril de 2022, los negociadores rusos y ucranianos parecían haber acordado tentativamente los lineamientos de un acuerdo interino negociado”.
Los términos de ese acuerdo habrían sido que Rusia se retirara a las posiciones que ocupaba antes de lanzar la invasión el 24 de febrero. A cambio, Ucrania “prometería no buscar la membresía en la OTAN y, en cambio, recibir garantías de seguridad de varios países”.
Pero, el despeinado y ahora ex primer ministro británico, Boris Johson, según un informe de Ukrainska Pravda, instó al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky a dejar de negociar con Rusia cuando visitó Kiev el 9 de abril del año pasado. Y claro, la guerra continúa y continuará, ya que se habla de una ofensiva ucraniana en verano para aplastar a los rusos. Con su cauda de muertos, civiles, y soldados. Kyrylo Budanov, el jefe de la inteligencia militar ucraniana, anticipa la campaña de verano, por lo que por lo menos el conflicto durará hasta fines de 2023. Según parece.
Por supuesto, hay quienes exigen una guerra total de la OTAN contra Rusia, soñando convertir Europa en lo que siempre ha sido, un continente de guerras sin fin y un cementerio de un extremo a otro.
Cajón de Sastre:
A principios de año, Marat Kasem, redactor jefe de Sputnik Lituania, fue detenido en Letonia, acusado “de espionaje” por el gobierno lituano.
El 5 de enero se supo que Marat Kasem fue detenido por una presunta evasión de las sanciones de la Unión Europea a Rusia y sospechas de espionaje a favor del gobierno ruso en Riga, adonde volvió por motivos familiares a fines de diciembre, según reporta Sputnik, medio ruso censurado por los gobiernos europeos con el pretexto de que es propaganda rusa.
Marat se suma a los numerosos periodistas detenidos, perseguidos y censurados en Europa con el pretexto de la guerra contra Ucrania y de la verdad incontrastable de la OTAN y de la Unión Europea.
El periodista español, Pablo González está por cumplir un año detenido en Polonia incomunicado y sin poder ver a su familia en febrero. También el régimen polaco lo acusa de espionaje.
Otro es Julian Assange, detenido en Londres desde hace ya más de dos años en una cárcel de alta seguridad, y quien se refugió en la embajada de Ecuador siete años perseguido por la justicia estadounidense por publicar información sobre crímenes de guerra.