Por Eduardo Lliteras Sentíes.- El brinco del senador priista, Jorge Carlos Ramírez Marín, a la alianza Verde-Morena a nadie sorprendió. Era bola cantada, más bien llegó a último minuto, al cuarto para las doce. A punto de quedarse como las novias de pueblo: vestidas y alborotadas. Era un rumor a gritos la urgencia del senador y ex titular de la Sedatu, en el gobierno de Enrique Peña Nieto, de buscar cobijo en Morena para seguir abrevando del presupuesto público ante el hundimiento del PRI de Alito. Se le había visto coqueteando con Morena desde al menos hace tres años. Sus vínculos con Rocío Nahle, quien le abrió las puertas de la refinería de Dos Bocas, y con quien se le vio con frecuencia, eran conocidos.
Ramírez Marín venía buscando la candidatura de Morena en la creencia de que se la darían por su capital político, el cual presume es de cientos de miles de votantes, aunque en realidad es mucho menos. Por ejemplo, ya se la cantaron alcaldesas y alcaldes del PRI en Yucatán, los que prometen vigilar que no se conviertan en chapulines de Morena sus candidatas y candidatos. Habrá que ver. Fieles al senador pluri hay varios alcaldes de municipios relevantes del PRI. Pero Marín la tendrá complicada, con todo y el dinero que desviará para cooptar a líderes y operadores.
Claro, aún falta ver si Mario Delgado, fiel a sus componendas palaciegas, le entrega la candidatura de Yucatán al partido Verde, en el juego del reparto de posiciones con la coalición Verde-Morena en el país. Sin olvidar el tema de género, que podría abrir el camino a la candidatura a Verónica Camino, luego de que dejaron fuera a Alpha Tavera, en una movida muy evidente. Es factible, no descartable que por lo menos Marín vuelva a ser senador, ahora por Morena, en la enésima incongruencia y burla del partido guinda y sus promesas de transformación de la corrupta vida política del país, que nos tiene convertidos en una cloaca de violencia y descomposición que no tiene fin.
El trasfuguismo político es considerado una de las peores lacras de cualquier democracia en algunas de las democracias más consolidadas del planeta. Los chapulines son la mejor muestra de la peor corrupción que puede afligir a una República y constituyen un síntoma inconfundible de crisis del sistema de partidos, como es perogrullescamente evidente en nuestro país. Sin ir más lejos, allí están los senadores yucatecos, los que sin excepción cambiaron de camiseta por intereses personales y en la peor muestra de arribismo político, por encima de cualquier otra consideración. Como señalaba Benito Nacif en un artículo publicado en el diario El Economista, “cuando la afiliación partidista es producto del mero oportunismo, refleja los intereses electorales inmediatos, más que una visión política de largo plazo”, con todas las consecuencias que esto significa: corrupción y la multiplicación de mafias políticas formadas por políticos cuya marca auténtica es el cinismo más barato, en detrimento de cualquier otra supuesta causa e interés fidedigno por el pueblo al que dicen servir.
De esa manera, Morena Yucatán, como movimiento de transformación, muestra su debilidad con la llegada de los senadores, representantes de todo lo que prometieron combatir.
Ahora, la esperanza principal de Morena es Huacho Díaz Mena y claro, la alianza con el Verde. El PAN no la tiene fácil, máxime con un árbitro electoral claramente debilitado y que ha permanecido silencioso e impasible ante las campañas abiertas, descaradas y sumamente adelantadas de las corcholatas. Lo que pre anuncia nada bueno en el 2024 y sí muchos conflictos electorales que esperemos no incendien el Estado. Dando inicio a la descomposición de Yucatán que algunos auguran, a la espera de poder medrar, desde sus nidos oscuros.
Quizá la peor burla es el discurso baladí y mentiroso de los trásfugas, los que se creen representantes de alguna revolución por el mero hecho de ponerse una camiseta morada y decir que son “la esperanza”. Como si el hábito hiciera al monje. Ahora pretenden sacar sus espadas y hablar de la corrupción de los demás sentados sobre tremenda cola, la que pretenden tapar envolviéndose en la redescubierta bandera yucateca, alimentando un patrioterismo barato y hueco. Los nuevos representantes del pueblo y de las causas justas, así creen que podrán perpetuarse en los cargos públicos. Es posible que así sea. No se ven tiempos esperanzadores para la Patria con líderes semejantes en medio de las gravísimas crisis (climática, geopolítica, migratoria, del narco) que azotan al planeta y que exigen mujeres y hombres surgidos de otra horma y totalmente con otra vocación, hoy desterrados de la política por los políticos trásfugas y los partidos de cínicos en declive.
Cajón de Sastre:
Mientras los trásfugas juegan sus juegos de poder, en Mérida nadie da respuestas a los vecinos que perdieron sus electrodomésticos por los daños causados a la infraestructura de la Comisión Federal de Electricidad en el poniente de la ciudad. Hablamos de un duro golpe al bolsillo de vecinas y vecinos, de cobros excesivos también, y actos de corrupción de la comisión, que Manuel Bartlett no quiere ver. Pero no hay quien se haga responsable. Una burla.