Eduardo Lliteras Sentíes.- En los tiempos dorados del partidazo de estado se decía que el que se mueve antes de tiempo, no sale en la foto. Pero ahora estamos en los tiempos de los auto destapes, de las corcholatas locas.
Por aquí brinca uno, por allá otro. El 2024 se ve con ansiedad como si ya fuera mañana, y todo lo demás queda sometido al imperativo de ser el unguido, de ser el más “rostreado”, sobre todo en ésta época en que con ponerse una camiseta de color guinda se da una transformación mágica que borra pasados, por decir lo menos, dudosos y corruptelas. Total, nadie investiga, a nadie le importa. El tema de la lucha contra la corrupción ha quedado para el anecdotario, ya que la justicia se ha politizado al grado que cada vez que sale una nueva denuncia o supuesta investigación, ya nadie pestañea, más que para dormirse. El resto lo hace el sistema judicial, coludido con el pacto de impunidad. La lucha a la corrupción quedó como un bonito lema de campaña, uno más, en el actual sexenio. Allí tenemos el ejemplo de las denuncias contra ex funcionarios y hoy diputados en el tema de los despojos de tierras en Yucatán. Los afectados son familias yucatecas, pero los políticos se atacan entre ellos y nadie investiga, a nadie le importa. El diputado Mario Peraza, ex titular del catastro yucateco acusa al ex secretario de gobierno, Roberto Rodríguez Asaf, de ser quien orquestó los despojos y no él, y nada ocurre. Únicamente investigan si yo despojé en Santa Gertrudis Copó, por estar grabando con mi celular durante una protesta de habitantes contra la inmobiliaria Abba, cuyos abogados inventaron la historia y el ministerio público les creyó, sin prueba alguna. Censura, pura dura. Acoso judicial.
Por lo pronto, en Yucatán ya tenemos nuestro primer ramillete de bellas flores para ocupar la silla de Palacio de Gobierno de la 61 en ésta cada vez más hirviente Mérida, literal y metafóricamente. Allí tenemos a Libo Amigo –“mi bebito fiu fiu”, en Tik Tok-, a Rogerio Castro -cantante a domicilio, si usted gusta-, a Jorge Carlos Ramírez -caminando de la mano del izquierdista Mújica, el presidente del vocho- y a Renán Barrera, quien dice que él se dedica a trabajar, no a “campañear”. Se espera que también Verónica Camino entre a la competencia y habrá algunas y algunos más de última hora, pero la rosa ya parece armada, ya que nadie puede darle algún crédito a las aspiraciones de Carmen Navarrete o del mismo Mario Peraza Ramírez. Lo que falta definir con pactos concretos son las alianzas políticas (MC, PRI, PRD, PT con Morena o el PAN) y los colores del disfraz político de cada candidata o candidato. Quien se ponga la camiseta guinda (Ramírez Marín, Rogerio Castro o Verónica Camino) definirá el destino de ese instituto político en Yucatán, hoy tan bien cotizado en el país por la imagen del presidente Andrés Manuel López Obrador, pero criticado y vilipendiado por sus mismos militantes por sus alianzas y candidatas y candidatos saltimbanquis de última hora impuestos por Mario Delgado al mejor estilo del dedazo priista.
Los temas son evidentes. Quién puede dudar que el tema del medio ambiente será una de las temáticas de campaña, al menos en Mérida. Así como el del costo de la energía eléctrica, en una ciudad convertida en un horno vía la deforestación y la expansión urbana que retroalimentan localmente el cambio climático.
Ya lo vemos en Europa en éste verano infernal. Incendios devastadores destruyen los idílicos bosques europeos, las ciudades se cuecen al rojo vivo con temperaturas por encima de los 40 grados, mientras los precios de la electricidad se disparan convirtiendo encender un aire acondicionado en un lujo imposible de costear para muchos ciudadanos.
La guerra en Ucrania prosigue sin descanso y el pronóstico, alarmado de varios gobiernos europeos, es la llegada del invierno, por los cortes del gas ruso a la dependiente Europa. Las promesas de combatir el cambio climático quedaron en eso, promesas. En Alemania, revivieron las centrales eléctricas alimentadas con carbón. El gas y la energía nuclear fueron reclasificadas como energías verdes.
CAJÓN DE SASTRE
Sorprende la falta de trasparencia con la que el gobierno federal, vía el INAH, ha entregado 30 millones a un grupito de ejidatarios de Chablekal, definidos como el núcleo del ejido. Primero, eso sí, se había hablado de hasta 140 millones de pesos. Luego se redujeron a 30. El gobierno federal, la Semarnat, lo que queda de la CONAP, no dicen ni pío sobre qué sucederá con las más de 500 hectáreas que forman el área natural protegida de Dzibilchaltún, parque nacional creado en 1987 por orden presidencial. Todo indica que una parte sustancial será destruida para edificar edificios de lujo y desarrollos inmobiliarios. Lo que explica la reducción del “convenio” a las 50 y tantas hectáreas de la zona arqueológica. Mientras tanto, sigue el plantón de los inconformes a la entrada de Dzibilchaltún. No se sabe cómo, cuándo y cuánto de los 30 millones llegará a los ejidatarios. Si habrá mano negra con el padrón de los hombres del campo. Si los abogados se quedarán con la parte del león. El gobierno federal se lavó las manos.