Eduardo Lliteras Sentíes .- El conflicto militar en Gaza ha supuesto un desplazamiento de los reflectores de la guerra en Ucrania, la que ya tiene casi dos años en los que el mundo se balancea cerca de una guerra de resultados desastrosos, sino es que apocalípticos. Entre rumores de una posible conclusión -una salida negociada entre Rusia y Ucrania- aún poco probable debido a que Estados Unidos y sus aliados no están satisfechos con los resultados obtenidos tanto en el frente como en el desgaste del gobierno de Moscú, el conflicto militar en Medio Oriente ha supuesto una pérdida del estrellato para Volódimir Zelensky. El impasse en el frente ucraniano se complica por las elecciones en Estados Unidos que se celebrarán precisamente en noviembre del año próximo: a contra corriente de lo que esperaba la administración de la Casa Blanca, no es Putin sino el mismo Joe Biden quien está sufriendo el desgaste en su imagen, mientras crece el temor a que Donald Trump vuelva a ganar la presidencia estadounidense. Dicho escenario no sería nada favorable para Zelensky y su gobierno, los que han cancelado elecciones y medios críticos, entre el flujo millonario de dólares y armas, cuyo destino no es siempre el frente de batalla para acabar, según deseos del Pentágono, con Vladimir Putin. El sueño de someter Rusia a una cirugía semejante a la aplicada en Medio Oriente, con la destrucción de gobiernos y países y la creación de territorios sin gobierno o con personajes peleles para saquear los vastos recursos de las ex Repúblicas Soviéticas, aun no se concreta.
Mientras tanto, la guerra en Gaza muestra, más que nunca, el rostro sangriento de las llamadas democracias occidentales, cuyos fundamentos se hunden en la violenta, racista y criminal colonización del sur del mundo. La justificación y el silencio, de la masacre de decenas de miles de palestinos civiles, muchos de ellos niños y mujeres, evidencia lo dicho, pero también revela lo que significa la restructuración geopolítica del planeta, con sus fallas sísmicas están provocando destrucción y muerte, al sacudirse. La lucha por la hegemonía y el control planetario, y la irrupción del mundo multipolar, se siguen cebando con pueblos débiles, a los que el terror de la historia, como decía Mircea Elíade, sigue machacando despiadadamente.
Error craso cometen aquéllos líderes que creen que basta con alzar la voz y exigir el respeto al derecho ajeno, en un mundo armado hasta los dientes, y con potencias sin escrúpulo alguno, que califican a pueblos enteros como “animales”, como han repetidamente calificado líderes del gobierno israelí a los palestinos, mientras deslegitiman a la ONU y sus agencias, tildándolas de aliadas de Hamas.
El extremismo fundamentalista de cada vez más líderes mundiales, con armas nucleares y ejércitos pertrechados con armamentos muy destructivos, amenazan a los pueblos del sur de mundo sin ese tipo de poder en sus manos, con la amenaza evidente de su aniquilación.
En el caso de México, las amenazas cotidianas de líderes estadounidenses que desprecian a nuestro país, y consideran subhumanos a los mexicanos e inmigrantes del continente, no deben de menospreciarse. En días recientes, en consonancia con la limpieza étnica y genocida de Israel en la Franja de Gaza, con la justificación del criminal ataque del pasado 7 de octubre perpetrado por Hamas, líderes gringos se han dedicado a afirmar, sin pruebas objetivas, que en México “hay fuerte presencia de Hamas y Hezbollah”. Inclusive propalan la teoría de que se han aliado con cárteles de la droga. La justificación para una guerra genocida en nuestro país -como en el pasado, para saquearnos y robarnos- está a la vista. Es sólo cuestión de tiempo para que algún líder psicópata se encarame al poder y grite que hay que acabar con todos, como han dicho en éstos días personeros estadounidenses en referencia a los más de dos millones de habitantes de Gaza.
Y como se sabe, detrás de las garras sangrientas siempre están los recursos y las rutas de aprovisionamiento así como la lucha por la hegemonía geopolítica. En el caso de Gaza, el gas de los yacimientos ubicados frente a la Franja de Gaza, son un bocado ambicionado que completa el mapa de la potencia energética que está construyendo el gobierno de Tel Aviv desde hace poco más de una década. En efecto. Israel se ha convertido en un exportador de energía y el plan de Netanyahu es convertir a su país en una potencia gasística mundial, exportadora de energía para el sediento mercado de la Unión Europea, que necesita de dicha energía para sustituir al gas ruso. Para ello cuenta con los pozos palestinos ya usurpados y con lo que falta por perforar en Gas Marine, como se conoce a los yacimientos frente a la Franja de Gaza, ubicados a unas 17 millas náuticas de las costas de la Franja. He allí el motivo de la reubicación brutal, del desplazamiento forzado que ha iniciado Israel, que pretende enviar a dos millones de personas al desierto del Sinaí egipcio y desplazarlos a otras regiones del mundo. Claro, no menos importante es el plan de trazar un canal que atravesaría el norte de Gaza y que conectaría con el Mar Rojo. El Canal Ben Gurión, que se abriría entre el Mar Rojo desde la línea Gaza-Ashkelon, tiene el objetivo de convertir a Israel en un corredor mundial de comercio y energía, potenciando al aliado militar de occidente, como un centro logístico mundial de comercio y energía, que podría sustituir, al menos en parte, a Egipto y el Canal de Suez. He allí los motivos del silencio occidental y de la falta de condena ante la aniquilación del pueblo palestino de Gaza.