Facebook, Twitter, TikTok, YouTube, Instagram, entre otras redes sociales, se han convertido en el nuevo máximo tribunal de la verdad, pero a nivel planetario. Un tribunal anónimo que decide suspender cuentas e imponer castigos a sus usuarios, incluidos medios de comunicación, de forma no raramente arbitraria y sin justificación.
Sin embargo, en el infinito de las redes y publicaciones, en las que se multiplican los perfiles falsos o sin rostro, los abusos, las agresiones, el racismo, la violencia, las noticias falsas (fake news, según el anglicismo hecho famoso por el presidente Donald Trump), alimentan peligrosamente la babel global de la web. A la par, crece la tentación de “imponer la verdad”, de regular el discurso desde el olimpo de los centros de control de las redes sociales, completamente fuera de las manos de las masas planetarias conectadas a internet.
En China, ya existe el máximo tribunal que lo regula todo a través de sus redes sociales WeChat (el Facebook chino) y Weibo. Allí, el cortafuegos del gobierno chino impide ingresar a las redes sociales occidentales, mismas que imponen, a su modo, la censura, privilegiando ciertos contenidos, bloqueando y eliminando otros.
Las redes sociales vuelven a estar en la mira luego de que Twitter dio el paso sin precedentes de agregar advertencias de verificación de hechos a dos de los tuits del presidente Donald Trump –en los que calificó las boletas de votación por correo de los Estados Unidos como “sustancialmente fraudulentas”-.
Enfurecido, tras la advertencia de Twitter a sus dos tuits, el presidente estadounidense amenazó con imponer una nueva regulación a las empresas de redes sociales o incluso cerrarlas. En cualquier momento se espera que el presidente Trump firme una orden ejecutiva dirigida a las empresas de redes sociales, en lo que podría convertirse en un largo conflicto legal y un pulso, histórico, entre la Casa Blanca, y los colosos de la web.
Según medios estadounidenses, Donald Trump, se dispone a ordenar la revisión de una ley que ha protegido durante mucho tiempo a Twitter, Facebook y a Google de ser responsables del material publicado por sus usuarios, según el borrador de una orden ejecutiva filtrada a medios.
Posteriormente, se confirmó que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunciará el jueves un decreto contra las compañías de redes sociales, dijo la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany.
La decisión de Twitter de calificar los tuits presidenciales y la reacción de Trump plantean una serie de preguntas, que incluyen por qué Twitter actuó ahora, cómo decide cuándo usar tales advertencias y qué significa su nuevo rol asumido de cara a las elecciones presidenciales de 2020 en Estados Unidos, señalan medios del vecino país. Es decir, estamos ante el cuestionamiento de la legitimidad de ese máximo tribunal de la verdad digital que imponen los gigantes tecnológicos arropados desde el poder que proporciona el control de la web: de lo que se dice y de lo que se publica. Pero también ante el riesgo de la multiplicación de las informaciones falsas y mentirosas como ha ocurrido en los últimos procesos electorales en los Estados Unidos y en Europa.
Claro, no se puede olvidar que Trump ha explotado políticamente los límites de Twitter durante años, usándolo para atacar a sus rivales, hablar con su base extremista o simplemente para desahogarse. Hasta el martes pasado, nunca había enfrentado sanciones por parte de Twitter, aunque otros líderes mundiales sí.
Pero las cosas comenzaron a cambiar a principios de este año cuando la información errónea sobre el coronavirus comenzó a extenderse. Twitter comenzó a marcar tweets que difunden afirmaciones disputadas o engañosas sobre el virus con enlaces en los que señala cómo informarse “sobre los hechos”, incluyendo historias de noticias y verificaciones de hechos.
Hasta ahora, Twitter se había resistido a tomar medidas sobre los tuits de Trump, a pesar de los señalamientos constantes por parte de muchos que afirman que el presidente estadounidense difunde información errónea o racista en la plataforma. Basta recordar la campaña que lo llevó a la presidencia y sus descalificaciones y calificativos endilgados a los mexicanos y México, prolijos de falsedades y racismo.
Twitter explicó recientemente que agregaría tales advertencias a otros tuits que podrían confundir a los usuarios. Y señaló que los tuits considerados “dañinos” se eliminarían por completo. Los tuits de voto por correo de Trump fueron los primeros que no tienen que ver con la pandemia que Twitter marcó de esta manera.
En éste escenario, las redes sociales se encuentran ante una disyuntiva: ceder a los reclamos del presidente Donald Trump, o seguir señalando el contenido como dudoso o de plano censurar cuentas, comentarios y usuarios.
Por último, ante la inconformidad de grupos extremistas con las reglas de las redes sociales, han surgido redes alternas, que no censuran sus posturas de odio, racistas e incitadoras de la violencia.
Por ejemplo, Vox, el partido de extrema derecha neofranquista español, ha abierto cuenta en la red social Gab, considera permisiva con sus usuarios a los que permite publicar todo tipo de comentarios sin censura.
Gab es una red social fundada como alternativa a Facebook o Twitter para “defender la libertad de expresión y las libertades individuales”, según se dice, aunque en realidad es conocida por admitir y publicar opiniones racistas, homófobas, sexistas, supremacistas, etcétera, señalan críticos.
Hay quienes recuerdan que el CEO de GAB invitó personalmente al partido Vox a unirse a esa red y a formar un grupo en febrero de este año luego de que seguidores y simpatizantes de esa formación política fueron expulsados de Twitter por su comportamiento o comentarios.